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02 agosto 2008

Carta de Renoir a Paul Durand-Ruel

Apreciado señor Durand Ruel: Creo que voy a a darle una satisfacción. He vuelto a la antigua pintura, dulce y ligera, para no abandonarla jamás. Quiero regresar con algunos cuadros terminados, ahora que me siento satisfecho y hago progresos en cada lienzo. Mis trabajos son ahora bastante diferentes de los últimos paisajes que hice y del monótono retrato de su hija. Utilizo la técnica de Las Pescadoras o de La Mujer con Abanico, con una ligera diferencia, motivada por un tono que no conseguía hallar y que al fin he encontrado. No se trata de nada nuevo, sino de una continuación de la pintura del siglo dieciocho. No me refiero a las mejores, claro, pero intento darle una idea de este nuevo y definitivo estilo mío, que es como si se tratara de un Fragonard de menor categoría. Acabo de terminar una niña sentada en un banco que creo que le gustará. Por favor, comprenda que no me comparo con los maestros del siglo dieciocho; sólo trato de explicarle el rumbo que he tomado. Esos pintores, que parecían no trabajar a partir de la naturaleza, sabían más de ella que nosotros. En París apenas hay quince aficionados capaces de interesarse por un pintor sin el salón. Hay 80.000 que ni siquiera comprarían una nariz si un pintor no está en el salón... además no quiero caer en la manía de creer que una cosa es buena o mala según el sitio donde se exponga. En una palabra, no quiero perder el tiempo metiéndome con el salón... mi envío al salón es completamente comercial. En todo caso es como algunas medicinas, si no alivian, tampoco hacen empeorar... No comemos todos los días, pero aún así estoy de buen humor. (...) Monet nos invitaba de vez en cuando a comer. Y entonces nos atiborrábamos de pavo mechado, para el que había vino de Chambertin.


Durand-Ruel fue un marchante de cuadros del impresionismo, se dedicaba a hacer exposiciones y vender las obras de los pintores.

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