Blogger Template by Blogcrowds

20 octubre 2008

Cartas de Miguel Servet desde prisión

Carta 1

Muy honorables señores: Humildemente les pido que acorten estas largas esperas o que me absuelvan de la acusación. Pueden ver que Calvino se encuentra en un punto muerto sin saber qué decir y, para su regocijo, desea verme pudrir aquí en prisión. Los piojos se me comen vivo, mi ropa está raída y no tengo nada para cambiarme, ni una chaqueta ni una camisa. Les he enviado otra petición de acuerdo con Dios pero Calvino para impedir que la concedieran les llamó justinianos. En verdad, es de malintencionado alegar en contra mía lo que él mismo no cree. Él mismo no cree lo que Justiniano ha dicho de la Santa Iglesia, de los obispos, del clero y de otros temas religiosos. Y sabe bien lo deteriorada que la Iglesia ya estaba. Es una gran vergüenza por su parte, mantenerme encerrado aquí durante cinco semanas y que no haya alegado en mi contra ni un solo pasaje.

Señores míos, también les he solicitado un procurador o abogado que pueda hablar por mí, de igual forma que se lo permitieron a él sin encontrarse en mi misma situación. Por ser un extranjero desconocedor de las costumbres de este país, no puedo defenderme por mí mismo. Le han permitido que tenga un abogado pero no a mí y le han liberado de la cárcel. Solicito que mi caso sea presentado ante el Consejo de los Doscientos con todas mis peticiones y si puedo, estoy dispuesto a asumir todos los gastos, pérdidas e intereses, solicito apelar a la "ley del talión" para mi primer acusador y para Calvino, su señor, quien ha dirigido el caso él mismo.

En la prisión de Ginebra, a 15 de septiembre de 1553. Miguel Servet, por su propia causa.

...............


Carta 2

Muy honorables señores: Me encuentro detenido por los cargos delictivos presentados por Juan Calvino, quien falsamente me acusa de haber dicho lo que sigue: 1. Que las almas son mortales 2. Que Jesucristo únicamente adquirió de la Virgen María una cuarta parte de su cuerpo. Se trata de cosas horribles. Entre todas las herejías y todos los delitos, no existe ninguno tan grande como pretender que el alma es mortal. En todo lo demás, puede haber esperanza de salvación, mientras que no la hay con tal herejía. Quien lo pretenda, no cree en la existencia de Dios, ni la justicia, ni la resurrección, ni Jesucristo, ni las Sagradas Escrituras ni nada más. Sólo cree que todo muere y que el hombre y la bestia son una misma cosa. Si yo hubiera dicho o escrito tal cosa, yo mismo me condenaría a la muerte por haber ofendido al mundo. Por consiguiente, señores míos, solicito que mi acusador sea castigado según la ley del talión y sea detenido como prisionero hasta que el asunto se haya zanjado con su muerte o la mía o con cualquier otro tipo de castigo. Y para ello, yo mismo me someto a la citada ley del talión. Estoy de acuerdo en morir si no se le inculpa con estas dos razones y otras que detallo abajo. Les exijo, señores míos, justicia, justicia, justicia.

Redactado en la prisión de Ginebra, a 22 de septiembre de 1553.

Miguel Servet, por su propia causa.

.....................


Carta 3

Ilustres señores: Ya hace tres semanas que solicité una audiencia que todavía no me ha sido concedida. Les suplico, por amor a Jesucristo, que no me nieguen lo que ni negarían a un turco que buscara justicia. Tengo algunos asuntos importantes y necesarios que comunicarles.

En cuanto a su orden de que se hiciera algo por mantenerme limpio, no se ha hecho nada y me encuentro en peores condiciones que antes. Además, a causa de un cólico y una hernia, el frío me perjudica enormemente, a la vez que me provoca otras dolencias que no me siento capaz de describir. Es una gran crueldad que no pueda ser escuchado ni para dar alivio a mis necesidades. Por el amor de Dios, señores míos, dicten su orden, ya sea por clemencia o por obligación.

Redactado en la prisión de Ginebra, a 10 de octubre de 1553.

Miguel Servet




Miguel Servet fue un teólogo y científico aragonés, que descubrió, entre otras muchas cosas, la circulación de la sangre. Entre los muchos enemigos que tuvo Servet destacó Juan Calvino, quien se volvió su enemigo más implacable. Tanto es así que terminó denunciando a Servet ante la Inquisición católica, siendo encarcelado. A duras penas, el perseguido logró escapar de Francia, pero le detuvieron y fue juzgado por hereje (por su negación de la Trinidad y por su defensa del bautismo a la edad adulta). Fue quemado en la hoguera el 26 de octubre de 1553.

Fuente: Servetus International Society

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola me llamo Miguel. Ya conocia estas cartas, es bueno que se difundan, gracias por publicarlas. Te invito a visitar www.elhumanista,info

es una web que en la seccion RELIGIONES he colgado un interesante articulo sobre Miguel Servet, espero que te guste.

Un saludo

miguel_matas1@yahoo.es