Sueño una tarde andaluza y una larga carretera. Mi mano sobre tu mano, promesa sobre promesa, y una noche en la Giralda con un gran fondo de estrellas. Sueño un paseo por Triana y los cascos de una yegua lentos, cansados de sol de una mañana cualquiera. Y en el delirio del sueño, mil fuentes me suenan cerca, y la Alhambra se me yergue bruja, altiva y somnolienta. Pintada en verde y en rojo, en cielo, viento y en piedra.
Un clavel que allí tenías confundí en tu boca fresca. El Generalife arriba, por el ciprés que verdea, las magnolias, las monjitas, y luego el banco, ¿te acuerdas? Allí me acuerdo muy bien, te quise de una manera, como te quise otra noche, aquella de la verbena. Y la del banco que hay cuando se baja la cuesta, y en el corral de carbón, y en la zambra de las cuevas, y atravesando el estrecho yendo y viniendo de Ceuta. Y al pasar por San Fernando, y en Jerez de la Frontera, y en la vida, y en la muerte, y en el cielo y en la tierra. Que te tengo tanto amor, que nunca te lo dijera en el lenguaje del habla, sino con la voz eterna del alma. Dime, ¿la sientes como te llama y te sueña?
Esta carta se merece estar aquí por el gran amor que Francisco y Asunción se tuvieron a lo largo de sus vidas. La marcha de Paco Rabal nos dejó huérfanos, y el mundo de la interpretación se vistió de luto: se fue un grandísimo actor, una bellísima persona y un poeta. Esta carta se la envió a Asunción cuando eran novios. A la mujer de su vida.
Un clavel que allí tenías confundí en tu boca fresca. El Generalife arriba, por el ciprés que verdea, las magnolias, las monjitas, y luego el banco, ¿te acuerdas? Allí me acuerdo muy bien, te quise de una manera, como te quise otra noche, aquella de la verbena. Y la del banco que hay cuando se baja la cuesta, y en el corral de carbón, y en la zambra de las cuevas, y atravesando el estrecho yendo y viniendo de Ceuta. Y al pasar por San Fernando, y en Jerez de la Frontera, y en la vida, y en la muerte, y en el cielo y en la tierra. Que te tengo tanto amor, que nunca te lo dijera en el lenguaje del habla, sino con la voz eterna del alma. Dime, ¿la sientes como te llama y te sueña?
Esta carta se merece estar aquí por el gran amor que Francisco y Asunción se tuvieron a lo largo de sus vidas. La marcha de Paco Rabal nos dejó huérfanos, y el mundo de la interpretación se vistió de luto: se fue un grandísimo actor, una bellísima persona y un poeta. Esta carta se la envió a Asunción cuando eran novios. A la mujer de su vida.
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