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01 febrero 2009

Cartas de Hegel y Schelling

De Hegel a Schelling

Berna, Noche Buena de 1794

Mi querido amigo:

Hace ya tiempo que quería renovar, de algún modo, el vínculo amistoso que mantuvimos en tiempos pasados. Este deseo volvió a surgir en mí al leer (hace poco) el anuncio de un artículo tuyo en las Memorabilien de Paulus y encontrarte por tus viejas sendas aclarando importantes conceptos teológicos y ayudando a quitar del medio el viejo fermento. No me queda más que testimoniarte mi satisfacción e interés por ello. Creo que ha llegado el momento de llamar, con libertad, las cosas por su nombre, lo cual en parte ya se hace y es lícito hacerlo. Solamente la lejanía de los centros de actividad literaria me impiden recibir, de vez en cuando, noticias acerca de algo que me interesa tanto. Y, por eso, te estaré muy agradecido si estuvieras dispuesto a informarme, de tiempo en tiempo, tanto acerca de ello como respecto de tus obras. Añoro la estadía en algún lugar –pero no en Tubingen– donde pueda recuperar lo que descuidé en tiempos pasados y, de cuando en cuando, poner manos a la obra. No es que esté del todo ocioso, pero mi trabajo tan heterogéneo y, a menudo, interrumpido, no me permite hacer nada valioso. Hace unos días hablé aquí por casualidad con el autor de las Briefe que tú bien conoces, publicadas en Minerva de Archenholz y firmadas por O., supuestamente un inglés; en realidad, el autor es un silesiano y se llama Oelsner. El me informó acerca de algunos wurtemburgueses que se encuentran en París, y también sobre Reinhard, quien tiene un puesto de gran importancia en el Département des affaires étrangères. Oelsner es un hombre aún joven al que se le nota que ha trabajado mucho; se ha retirado aquí para pasar este invierno.

¿Qué hay de Renz? ¿Acaso ha enterrado su talento? Espero que no. Por cierto, valdría la pena sugerirle o alentarlo a recopilar sus indudablemente rigurosas investigaciones sobre importantes temas; tal vez así podría compensar el disgusto que tuvo hace un tiempo. En Sajonia tengo algunos amigos que bien lo podrían ayudar a conseguir una ulterior colocación. Si crees que no tiene ningún inconveniente, anímalo a hacer algo por el estilo e intenta vencer su modestia. De todos modos, salúdalo de mi parte.

¿Cómo andan las cosas por Tubingen? Nada significativo saldrá de allí hasta que no ocupe una cátedra alguien como Fichte o Reinhold. En ninguna otra parte se perpetúa tan fielmente el antiguo sistema, y si bien no tiene ninguna influencia sobre buenas cabezas individuales, se impone, sin embargo, sobre la mayoría, es decir, sobre las cabezas mecánicas; en lo que a éstas concierne es muy importante la clase de sistema o de espíritu que tenga un profesor, pues es por estas cabezas que, en gran parte, se mantiene o difunde este sistema. Aparte de la de Storr no he oído nada acerca de otras réplicas a la doctrina kantiana de la religión, aunque seguramente se habrá de conocer otras más. Pero la influencia de las mismas, que es todavía ahora silenciosa, con el tiempo ya saldrá a la luz. Ya sabréis que Carrier ha sido guillotinado. ¿Leéis aún diarios franceses? Si mal no recuerdo, alguien me ha dicho que estarían prohibidos en Wurtemberg. Este proceso es muy importante y ha puesto al descubierto la total vileza de los robespierristas.

Muchos saludos para Süskind y Kapff.

Tu amigo
Hegel
Chez Mr. le Capit. Steiger

(Al margen de la pág. 2):

Mögling me dijo hace poco que Süskind cree que en Suiza se abren las cartas; pero te aseguro que os podéis despreocuparos completamente a este respecto.

(Al margen de la pág. 3):

Otro favor: ¿Crees que Süskind podría enviarme las páginas del Oberdeutsche Zeitung en las que se encuentra la reseña del Repertorio de Mauchart? Yo no sabría cómo conseguirlas aquí.

Sr. M. Schelling

Fr. Schafhous
en el Monasterio de Tubingen.

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De Schelling a Hegel.

Tübingen, día de Reyes de 1795

¿Recuerdas, pues, todavía a tus viejos amigos? Yo ya estaba por creer que nos habías olvidado a mí y a todos los demás. En general, pareciera que nuestros viejos amigos ya no se acuerdan de nosotros. A Renz lo tenemos cerca, pero no sabemos nada de él. Y ¿Hölderlin?, le disculpo que, por su humor, hasta ahora no haya pensado en nosotros. ¡Aquí tienes mi mano, viejo amigo! ¡No volvamos a distanciarnos nunca más! Creo, incluso, que en el ínterin, hemos podido renovarnos. ¡Tanto mejor para un nuevo comienzo! ¿Quieres saber cómo andan las cosas por aquí? Dios mío, ha llegado un auxmos16 que pronto ha de ayudar a la mala hierba a resurgir nuevamente. ¿Quién la arrancará? Nosotros esperábamos todo de la filosofía, y no creíamos que el impulso que ella dio a los espíritus de Tubinga se agotaría tan pronto. Es lamentablemente así. El espíritu filosófico ya ha alcanzado aquí su meridiano; quizás gire un tiempo más en las alturas, para luego precipitarse en una caída acelerada. Por cierto que ahora hay kantianos en cantidad y la filosofía ha recibido elogios de boca de los párvulos y lactantes, pero, al fin, y después de mucho esfuerzo, han alcanzado nuestros filósofos el punto hasta el cual es lícito llegar con esta ciencia (ya que, en definitiva, no se quiere seguir avanzando sin la tan fastidiosa filosofía). En ese punto se han establecido y asentado, construyendo cabañas en las que pueden vivir bien y por las cuales alaban al Señor, su Dios. ¿Y quién podrá echarlos de allí en lo que resta del presente siglo? ¡Quién quiera que pueda hacerlo, que los saque de sus fortines! Diciendo las cosas como son, no han hecho otra cosa que extraer unos cuantos ingredientes del sistema kantiano -de la superficie, se entiende- con los cuales preparan, tanquam ex machina, potentes caldos filosóficos sobre quaecumque locum theologicum. De esta manera, la teología, que ya comenzaba a ponerse tísica, podrá resurgir más saludable y fuerte que nunca. Todos los dogmas posibles han recibido el sello de postulados de la razón práctica y, allí donde las pruebas teorético-históricas ya no son suficientes, esta razón práctica (de Tubinga) se encarga de cortar los nudos.

Es un placer poder presenciar el triunfo de estos héroes de la filosofía. La época de las tribulaciones filosóficas, sobre la cual tanto se ha escrito, pertenece ya al pasado. Cuando el gran hombre haga su aparición y proponga una nueva andadura meteórica situada muy por encima de las cabezas de los humanos que hasta ahora han sido, cuán temerosa se ha de sentir la multitud de hombres moderados y bien organizados que circulan por el camino de la medianía, y cuánto padecerá hasta que, finalmente, encuentren con el sudor de sus rostros una nueva vía media entre aquel camino novedoso y excéntrico, y aquél otro antiguo, cómodo y gastado, vía media por la cual pueda transitar un hombre de bien, en paz, tranquilidad y armonía con los otros partidos. Pues bien, ellos han encontrado ya esta vía media y sus espíritus duermen apaciblemente, con toda paz y tranquilidad por todos los confines y rincones de la tierra.

Me escribes acerca de mi artículo publicado en las Memorabilien de Paulus; aunque ya es bastante viejo y haya sido trabajado a la ligera, tal vez no haya sido escrito en vano. No tengo muchas noticias que darte sobre mis estudios teológicos. Hace casi un año que me parecen secundarios: lo único que todavía me interesaba eran las investigaciones históricas sobre el A. y el N. T., así como también el espíritu del cristianismo de los primeros siglos –sobre todo aquí hay todavía mucho que hacer22–; pero, de un tiempo a esta parte esto tampoco me interesa. A quién le interesaría enterrarse en el polvo de la antigüedad, si a cada momento el curso de su tiempo lo sacude y arrastra: Hoy por hoy vivo y me muevo en la filosofía. La filosofía todavía no ha llegado a su fin. Kant ha dado los resultados, aún faltan las premisas. Y, ¿quién puede entender los resultados sin las premisas? Un Kant, por supuesto; pero, ¿qué hay de la multitud? La última vez que Fichte estuvo aquí, dijo que habría que tener el genio de Sócrates para penetrar en Kant. Esto me parece cada día más cierto. ¡Aún hay que avanzar en filosofía! Kant ha removido todos los obstáculos; pero, y el resto, ¿cómo podrían notarlo? Hay que hacerlo pedazos todo para que puedan cogerlo con las manos. ¡Oh, los grandes kantianos, que ahora abundan por todas partes! Se han quedado pegados a la letra y se santiguan al ver aún tantos textos ante ellos. Yo estoy firmemente convencido de que, una vez más, la vieja superstición, no tan sólo la de la religión positiva, sino también la de la así llamada religión natural, se ha mezclado en sus cabezas con las letras kantianas. Es un placer ver cómo saben manipular la prueba moral. Al menor descuido surge el deus ex machina, ese Ser personal e individual que está sentado arriba en el cielo.
Fichte llevará la filosofía a una altura que provocará vértigo a la mayoría de los kantianos hasta ahora existentes...

De Fichte mismo acabo de recibir el comienzo de sus disertaciones, el Grundlage zur gesamten Wissenschaftslehre. (Ya habrás leído el anuncio de su publicación en la Intelligenzblatt der allgemeinen Literarturzeitung. No se encuentra en las librerías y sólo se trata de una manuscrito para sus oyentes). Al leerlo pude constatar que no me había equivocado en mis profecías. Por ahora estoy trabajando en una Etica à la Spinoza; ella ha de exponer los principios supremos de toda filosofía, en los que se unen la razón teórica y la práctica. Si dispongo de ánimo y de tiempo estará lista para la próxima feria o, a más tardar, para el próximo verano. Me sentiré muy dichoso en caso de ser uno de los primeros en saludar al nuevo héroe, Fichte, en la tierra de la verdad. ¡Bendito sea el gran hombre! ¡El coronará la gran obra! Dicho sea de paso, ¿has leído la Züruckforderung der Denkfreiheit von den Fürsten Europas?. De no ser así, has que te la envíen de Jena. Allí se la puede obtener ¿Quién podría desconocer a su autor? Ella está en el Reformator’s...

(El final de la carta se perdió)

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De Hegel a Schelling

Fines de Enero 1795

Amigo mío:

No necesito decirte por extenso cuánta alegría me produjo tu carta. Más que el fiel recuerdo de tus amigos, sólo podría interesarme el curso que desde hace tiempo ha seguido tu espíritu y que hasta ahora todavía mantiene. Nunca nos hemos distanciado como amigos, menos aún en lo que se refiere a aquello que constituye el mayor interés de todo hombre razonable, a cuyo fomento y difusión éste siempre intentará contribuir en la medida de sus fuerzas.

Hace un tiempo que he emprendido nuevamente el estudio de la filosofía kantiana, ya sea con el fin de aprender a aplicar sus importantes resultados a las ideas que para algunos de nosotros son todavía de uso corriente o, también para elaborar éstas conforme a aquéllos. Estoy tan poco familiarizado con los nuevos esfuerzos por penetrar en profundidades más hondas, como con los trabajos de Reinhold, ya que estas especulaciones me parecen ser más importantes para la razón teorética que de gran aplicabilidad a los conceptos de uso general. De ahí que, respecto de su finalidad, no conozca más claramente estos esfuerzos; sólo tengo ideas vagas al respecto. No puedo entender por qué no me has enviado las cuartillas que diste a imprimir; la preocupación por el franqueo no debería de haberte hecho desistir de ello. Dáselas al coche postal y no al correo. Serán de mucho valor para mí.
Lo que me dices acerca del desarrollo teológico kantiano (si diis placet) de la filosofía en Tubinga, no es de extrañar. La ortodoxia no podrá ser sacudida mientras que su profesión, ligada a los beneficios mundanos, esté estrechamente entrelazada con la totalidad de un Estado. Este interés es demasiado fuerte, como para que se renuncie a ella tan pronto, y, además, actúa sin que uno sea, en general, claramente consciente de él. Mientras que así sea, la ortodoxia tendrá de su lado a la siempre innumerable truppe de repetidores y escritores carentes de ideas y de intereses superiores. Cuando esta truppe lee algo contrario a sus convicciones (si se les hace el honor de llamar así a su palabrería) y perciben algo de la verdad allí contenida, dicen entonces: "Sí, después de todo, es verdad", luego se echan a dormir, y por la mañana uno bebe su café y lo sirve al otro como si nada hubiera pasado. Por lo demás, acogen gustosos lo que les es ofrecido y que la ortodoxia mantiene como sistema rutinario. Sin embargo, yo creo que sería interesante perturbar, en la medida de lo posible, a los teólogos en su celo de hormigas por procurar materiales críticos de construcción para la consolidación de su templo gótico; hacerles todo difícil, expulsarlos a latigazos de todo rincón donde se hayan refugiado hasta que no encuentren otro y tengan que mostrar a plena luz su completa desnudez. Con todo, claro está que entre el material que sustraen de la pira kantiana con el propósito de impedir el incendio de la dogmática, también llevan siempre a casa algunos carbones candentes; éstos son lo que provocan la difusión general de las ideas filosóficas.

Es indiscutible que ha sido Fichte quien, con su Kritik aller Offenbarung, ha abierto las puertas a la confusión de la cual me escribes, y cuya forma de argumentar ya me puedo imaginar. El mismo Fichte se sirve de ésta con moderación; pero, una vez que se hayan adoptado sus principios de una manera definitiva, será imposible ponerle fin y límites a la lógica teológica. Fichte razona deduciendo a partir de la santidad de Dios, lo que Éste debe hacer en virtud de su naturaleza puramente moral, etc.; y de esta forma ha vuelto a introducir la antigua manera de demostrar propia de la dogmática. Quizás valga la pena examinar esto más de cerca. Si tuviera tiempo, trataría de determinar con mayor detalle hasta qué punto precisamos ahora inversamente de la idea así legitimada de Dios, luego de la consolidación de la fe moral; por ejemplo, en la explicación de la relación de finalidad, etc., en qué medida es lícito llevar esta idea legitimada de Dios de la teología ética a la teología física y proveer allí con ella . Este me parece ser el trayecto que en general se toma con la idea de providencia, tanto en lo que se refiere a esta idea como tal, así como también en cuanto a los milagros y, como lo hace Fichte, en lo que concierne a la revelación, etc. De llegar a desarrollar más ampliamente mi opinión, la someteré a tu crítica, en cuyo caso te ruego encarecidamente, y con anticipación, que seas indulgente. Mi distanciamiento de cierto tipo de libros y lo escaso de mi tiempo no me permiten desarrollar algunas ideas que tengo en mente. Al menos no haré mucho menos de lo que puedo. Estoy convencido de que sólo una sacudida y una agitación constantes que provengan de todas partes permite esperar un resultado de importancia, pues de este modo queda siempre alguna huella. Toda contribución de esta índole tiene su mérito propio, aun cuando no contenga nada nuevo; además, la comunicación y el trabajo en común son renovadores y fortificantes. Repitamos a menudo tu llamado: ¡No nos quedemos a la zaga!

¿Qué hay de Renz? Parece por su carácter ser un tanto desconfiado, que lo hace comunicarse de mala gana, sólo trabaja para sí y piensa que los otros no son dignos de que haga algo por ellos o cree que el mal es incurable. ¿Acaso tu amistad no tiene ninguna influencia sobre él como para instarlo a actuar y polemizar con la teología actual? Que esto es necesario y no superfluo, se explica por la existencia de la misma.

Hölderlin me escribe de vez en cuando desde Jena. Le haré reproches por ti. Asiste a los cursos de Fichte y habla entusiasmado sobre él como de un titán que lucha por la humanidad y cuyo ámbito de influencia ciertamente no se limitará al interior de las paredes del auditorio. Por el hecho de que no te escriba no debes deducir un enfriamiento en la amistad, pues ésta no ha disminuido de ninguna manera, y, según me parece, sigue aumentando su interés por las ideas cosmopolitas.

¡Que venga el reino de Dios y no nos quedemos con las manos cruzadas!
No acabo de entender una expresión de tu carta sobre la prueba moral: "saber manipularla de modo tal que surja el Ser individual y personal". ¿Crees que nosotros no podremos llegar tan lejos? ¡Adiós! Nuestro lema sigue siendo la razón y la libertad, la iglesia invisible nuestro punto de encuentro.

H.

Contéstame cuanto antes; saluda a mis amigos.

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De Schelling a Hegel

Tübingen, 4 de febrero de 1795

No mi amigo, nunca nos hemos distanciado, seguimos juntos por las viejas sendas, y si éstas han tomado un giro que tal vez no habíamos previsto, éste es el mismo para ambos. Ambos queremos seguir adelante. Ambos queremos impedir que lo grandioso que ha producido nuestra época vuelva a juntarse con el fermento rancio de tiempos pretéritos. Debe permanecer puro entre nosotros, tal y como salió del espíritu de su creador, y de ser posible, no debe pasar desde nosotros a la posteridad, con desfiguraciones ni deterioros que lo hagan recaer en la antigua forma transmitida, sino más bien en su perfección plena, en su forma más sublime, pregonando en voz alta su propósito de presentar batalla, de vencer, o morir, a todo el estado de cosas hasta ahora imperante en el mundo y en las ciencias. Ciertamente no te has engañado al sospechar que los intentos de Reinhold, de reducir la filosofía a sus últimos principios, no habrían proseguido la revolución producida por la Crítica de la razón pura. De todos modos, éstos también constituyen un peldaño por el cual la ciencia tenía que pasar, y por lo demás, no sé si no habría que agradecerle a Reinhold el que nosotros lleguemos a la cumbre más pronto de lo que, según mis más seguras expectativas, debería suceder. También cuento con que después de este último paso de la filosofía caerá del todo el último velo y se desgarrará completamente la última supersticiosa telaraña filosófica de los filósofos privilegiados. Con Kant surgió la aurora, qué extraño, pues, que aquí y allá haya quedado una pequeña niebla en un valle pantanoso, mientras que las cimas más altas ya se encuentran bajo el resplandor del sol. La aurora tiene que preceder al sol; también la naturaleza, mediante el nacimiento paulatino del pleno día y la transición por el crepúsculo, tiene un cuidado maternal con los ojos torpes; pero, una vez que ha llegado la aurora tiene que salir el sol, irradiar luz y vida, incluso en los rincones más profundos y dispersar la niebla del pantano.

Es una magnífica idea la que te has propuesto desarrollar. Te ruego encarecidamente poner las manos a la obra lo más rápido posible. Ahí tienes un campo digno de ser cosechado y que te hará merecedor de grandes méritos una vez que te hayas decidido a no permanecer inactivo. Además, entonces habrás condenado del todo la última puerta de la superstición. Tú mismo escribes que la necedad filosófica no tendrá fin mientras se continúe considerando válida aquella forma de argumento que Fichte ha vuelto a introducir con su Kritik aller Offenbarung –quizás por acomodación o para divertirse con la superstición y, riendo, ganarse el agradecimiento de los teólogos. A menudo, indignado por el abuso de los teólogos, he querido tomar refugio en la sátira y reducir íntegramente la dogmática, con todos los anexos de los siglos más oscuros, a los fundamentos prácticos de la fe; pero me ha faltado el tiempo y, sabe Dios, si una vez que hubiera acabado la sátira no habría sido tomada en serio por la mayoría, de tal manera que, ya en mis años mozos y por lo menos en silencio, habría tenido el gozo de brillar como una lumbrera filosófica. Hay que tomar las cosas en serio, y de tus manos, mi amigo, espero el comienzo.

Aún una respuesta a tu pregunta: si acaso creo que con la prueba moral no llegaríamos a un ser personal. Admito que la pregunta me ha sorprendido; no la hubiera esperado de alguien familiarizado con Lessing, pero seguro que me la has hecho sólo para saber si para mí ya está totalmente resuelta, pues no cabe duda que para ti lo está hace ya tiempo. Para nosotros tampoco existen ya los conceptos ortodoxos de Dios. Mi respuesta es: nosotros llegamos aún más allá del ser personal. Entretanto, ¡me he convertido en espinozista! No te asombres. Pronto sabrás en qué sentido: Para Spinoza el mundo (el objeto simplemente en oposición frente al sujeto) era todo, para mí es el Yo. La diferencia más propia entre la filosofía crítica y la dogmática me parece residir en que aquélla toma al Yo absoluto (aún no condicionado por objeto alguno) como punto de partida, y ésta al objeto absoluto o No-Yo. La última, en su máxima consecuencia, conduce al sistema de Spinoza, y la primera al sistema kantiano. La filosofía tiene que partir de lo incondicionado. Pero entonces surge la pregunta, dónde radica este incondicionado, en el Yo o en el No-Yo. Una vez resuelta esta pregunta, todo queda resuelto. Para mí, el principio supremo de la filosofía es el Yo puro y absoluto, es decir, el Yo en tanto que no es más que Yo, que aún no está condicionado en modo alguno por los objetos, sino que es puesto por la libertad. El alfa y omega de toda filosofía es la libertad. El Yo absoluto comprende una esfera infinita del Ser absoluto, en la cual se forman esferas finitas que se originan por la limitación de la esfera absoluta por un objeto (esferas del existir - filosofía teorética). En estas esferas hay pura condicionalidad, y lo incondicionado lleva a contradicciones. Pero nosotros debemos derribar estas barreras, es decir, debemos acceder desde la esfera finita a la infinita (filosofía práctica). Esta exige, por lo tanto, la destrucción de la finitud, y de esta manera nos conduce al mundo suprasensible. "Lo que era imposible para la razón teorética en vista de que ha sido debilitada por el objeto, lo hace la razón práctica". Sólo que en este mundo no podemos encontrar más que nuestro Yo absoluto, puesto que sólo él ha descrito la esfera infinita. Para nosotros no hay otro mundo suprasensible más que el del Yo absoluto. Dios no es más que el Yo absoluto, el Yo en tanto que ha aniquilado todo lo teorético, y que en la filosofía teorética es = 0. La personalidad surge con la unidad de la conciencia. Mas la conciencia no es posible sin objeto; no obstante, para Dios, es decir, para el Yo absoluto, no hay sin más ningún objeto, pues entonces dejaría de ser absoluto. Por consiguiente, no hay un Dios personal, y nuestra máxima aspiración es la destrucción de nuestra personalidad, es el paso a la esfera del Ser que, sin embargo, nunca jamás será posible; –de ahí que sólo sea posible un acercamiento práctico a lo Absoluto, y de ahí– la inmortalidad. Debo terminar. Adiós. Contéstame pronto.

Sch.

P.D.: Te envío las cuartillas que me has pedido. Espero tu juicio, y riguroso, al respecto. Ya tiempo hace que he perdido las esperanzas en lo que se refiere a Renz. Próximamente te escribiré más acerca de esto. ¿No quisieras escribirle? Yo entregaré la carta, pero ésta tendría que ser compuesta con prudencia para que pueda leerla su tío.






Georg Wilhelm Friedrich Hegel (1770–1831), fue un filósofo alemán. Estudió primero en el instituto de su ciudad natal, y entre 1788 y 1793 siguió sus estudios de teología en Tubinga, donde fue compañero del filósofo alemán Friedrich Schelling (1775-1854), uno de los máximos exponentes del idealismo y de la tendencia romántica alemana.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

excelente lo de las cartas.
Son de mucha utilidad para comprender en que están estos filósofos en 1975.
Gracias.