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01 febrero 2009

Cartas de Wolfgang Amadeus Mozart


A su padre

París, 9 de julio de 1778

Monsieur mon très cher père, (...) Los franceses son, y siguen siendo, unos verdaderos asnos: no saben hacer nada; necesitan que se lo hagan los extranjeros. Hablé con Piccini, en el Concert Spirituel.. Es muy amable conmigo, y yo lo soy con él... cuando nos encontramos así, por casualidad...

Por lo demás no he hecho amistades... ni con él ni con otros compositores... Yo me dedico a lo mío... y ellos se dedican a lo suyo... Y eso basta. Ya le he dicho a usted que mi Sinfonía tuvo un éxito incomparable en el Concert Spirituel…Si consigo que me encarguen una ópera tendré bastantes preocupaciones... Pero no me importaría mucho, porque ya me he ido acostumbrando. ¡Si al menos esta maldita lengua no fuera tan abominable para la música! ¡Es una lástima!... El alemán, en comparación, es divino. Y luego, esos cantantes y esas cantantes... No habría que llamarlos así: si es que no cantan; chillan, aúllan... a pleno pulmón, por nariz y garganta (...) Adiéu. Le beso 100.000 veces las manos, abrazo a mi hermana de todo corazón, y soy su hijo obedientísimo.

W.A.M.

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Viena, 9 de mayo de 1781

Mon très cher père! ¡Todavía estoy lleno de cólera!... y usted, mi excelente, mi queridísimo padre, lo estará sin duda conmigo... Se ha puesto a prueba mi paciencia durante tanto tiempo. Hasta que al final no ha podido más. Ya no tengo la desgracia de estar al servicio del soberano de Salzburgo... Hoy ha sido un día de felicidad para mí. Escuche. Por dos veces ya, ese... no sé cómo debo llamarlo... me ha dicho a la cara las mayores tonterías e impertinencias, de tal calibre que no he querido escribírselas y así evitarle a usted el trago... y por tenerle siempre a usted ante los ojos, amado padre, no me he vengado allí mismo. Me ha llamado bribón, y disoluto... me ha dicho que me fuera al diablo... Y yo... lo he soportado todo. Me daba III cuenta de que no sólo era mi honor, sino también el de usted el que era herido... pero... usted lo quería así...: me callé... y ahora escuche...

Hace ocho días subió de improviso el mensajero y me dijo que me largara en aquel mismo instante... todos los demás habían sido avisados la víspera, solamente yo no... Así que recogí deprisa todas mis cosas en el cofre y... la anciana Madame Weber tuvo la amabilidad de ofrecerme su casa. Allí tengo una bonita habitación y estoy entre gentes serviciales, que están a mi disposición para todo aquello que a menudo se requiere rápidamente y que a uno le falta cuando vive solo (...) Hoy, cuando me presenté allí, los ayudas de cámara me dijeron que el Arzobispo quería darme un paquete para que me lo llevara... Pregunté si era urgente. Me contestaron que sí, y de una gran importancia (...) Cuando me presenté ante él, lo primero que dijo fue: «Bueno, ¿cuándo se marcha este chico?» «Yo quería (le contesté) marcharme esta noche, pero no había ninguna plaza libre...». Entonces él siguió, de sopetón: ...que soy el mequetrefe más gandul que conocía...; que nadie le ha servido peor que yo...; que me aconseja que me vaya hoy mismo, de lo contrario escribirá para que me supriman el sueldo. Imposible que yo dijera una palabra: aquello crecía como un incendio.

Yo escuchaba todo aquello con calma... Me ha mentido a la cara al hablar de 500 florines de sueldo... Me ha llamado canalla, piojoso, cretino... ¡Oh!, no podría contarle a usted todo. Por fin, como la sangre ya me hervía demasiado, le digo: «Entonces, ¿Su Alteza no está contento conmigo?» «¡Cómo! ¿Quiere amenazarme este cretino? ¡Ahí está la puerta! ¡Con semejante bribón no quiero volver a tener nada que ver!»... Para acabar, volví a intervenir: «¡Y yo con vos tampoco!» «¡Entonces, fuera!» Y yo, al retirarme: «Como quedamos así, mañana recibirá mi dimisión por escrito.» Dígame, pues, amadísimo padre, si no lo dije más bien demasiado tarde que demasiado pronto. Ahora escuche... mi honor es para mí lo más importante, y sé que para usted es también así...

No se preocupe en absoluto por mí... Estoy tan seguro de mis asuntos de aquí que me hubiera marchado sin tener la menor razón. Ahora que ya tengo una razón, y hasta tres..., ya no tengo nada que ganar esperando. Au contraire, he sido por dos veces un simple cobarde... ¡ya no podía serlo una tercera vez! Mientras el Arzobispo esté aquí, no daré ningún concierto... La creencia que usted tiene de que así quedo mal con la nobleza y con el mismo Emperador es radicalmente errónea. Aquí el Arzobispo es odiado, sobre todo por el Emperador -precisamente una de las razones de su cólera es que el Emperador no le haya invitado a Luxenburgo-.

Le enviaré a usted algún dinero con el próximo correo, y así se convencerá de que aquí no me muero de hambre. Por lo demás, le ruego que esté contento, porque es ahora cuando comienza mi fortuna, y espero que mi fortuna será también la suya... Escríbame, en clave, que está usted satisfecho de todo ello -y ciertamente puede estarlo-, pero aparente que me riñe usted severamente, de modo que no pueda reprocharle a usted nada... (...) No me envíe usted más cartas a la Deutsches Haus, ni paquetes. No quiero saber nada de Salzburgo... Odio al Arzobispo hasta el frenesí. Adieu... Le beso 1.000 veces las manos, abrazo a mi querida hermana de todo corazón y soy para siempre su hijo obedientísímo.

WOLFGANG AMADEUS MOZART

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Carta a su hermana

P.S.: Milán, 18 de diciembre de 1772.

Espero que te encuentres bien, mi querida hermana. Cuando recibas esta carta, querida hermana, esa misma noche, mi querida hermana, mi ópera se pondrá en escena. Piensa en mí, mi querida hermana, y haz todos los esfuerzos posibles, mi querida hermana, por figurarte que la ves y que la oyes, mi querida hermana. Es verdad que será difícil, puesto que son ya las once; si no fuera por eso, yo creo, sin duda alguna, que hay más luz en pleno día que en Pascua. Mi querida hermana, mañana cenamos en casa del señor von Mayer. ¿Y por qué? ¿Tú qué crees?... ¡Adivina!... Pues porque nos ha invitado. El ensayo de mañana se hará en el teatro mismo. Pero el impresario, signor Castiglioni, me ha rogado que no se lo diga a nadie; de otro modo acudiría todo el mundo, y eso es lo que no queremos. Así es que, mi niña, te ruego que no se lo digas a nadie, mi niña, por miedo a que venga demasiada gente, niña mía. Approposato, ¿conoces ya la aventura sucedida aquí?... Te la voy a contar. Hoy hemos salido de casa del conde Firmian para volver a la nuestra. Al llegar a nuestra calle hemos abierto la puerta de nuestra casa, y... ¿qué piensas que ocurrió?... ¡Que entramos!

¡Adiós, mi pulmón! Te abrazo, mi hígado, y soy, como siempre, estómago mío, tu indigno frater, hermano.

WOLFGANG

¡Oh!, por favor, te lo ruego, querida hermana, me pica..., ¡ráscame!

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A un amigo de Viena, desde Praga, tras el estreno en esta ciudad de su Don Giovanni, en 1787

Confío en que habrá recibido mi Carta; - el 29 de oct.: se puso in scena mi ópera D: Giovanni, y por cierto con el más clamoroso éxito. - ayer se representó por 4 Vez / : y por cierto en mi Beneficio :/; -Tengo la intención de partir de aquí el 12 o el 13; así pues a mi vuelta tendrá Usted en seguida el Aria para Cantarla; Nota entre nosotros; - Quisiera que mis buenos amigos/especialmente bridi y usted/estuvieran aquí una sola Noche, ¡para poder participar en mi satisfacción! - ¿tal vez se represente en Viena? - eso quisiera.

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A Michel Puchberg (un hermano masón), en 1788

El convencimiento de que es Usted mi verdadero amigo, y de que sabe que soy un Hombre de honor, me anima a abrirle mi corazón, y a dirigirle el siguiente ruego. - Iré al fondo del asunto con mi natural Sinceridad sin ninguna clase de Remilgos. -
Si tuviera usted conmigo el afecto y la amistad de ayudarme durante 1 o 2 Años, con 1 o 2 mil florines con sus debidos Intereses, ¡me facilitaría usted lo más esencial! - Sin duda encontrará usted seguro y cierto que es malo, Incluso imposible vivir cuando hay que esperar entre uno y otro ingreso - cuando no se tiene algo seguro, al menos la reserva necesaria, no es posible llevar una vida ordenada. - cuando nada se tiene no se puede hacer nada; - si me diera esa prueba de amistad, yo podría 1:º/: al disponer de fondos:/ hacer los gastos necesarios en el Momento oportuno, y como consecuencia pagar más fácilmente, mientras que ahora tengo que aplazar los pagos, y luego precisamente en el momento más inoportuno he de gastar de una sola vez todos mis Ingresos. - 2º: podría trabajar con ánimo despreocupado y corazón más ligero, y por consiguiente ganar más. - en cuanto a seguridades ¡no creo que pueda tener usted ninguna duda!






Las cartas de Mozart nos permiten conocerlo un poco más personalmente. A través de ellas sabemos cómo vivió el éxito de sus obras, cómo fueron sus relaciones con sus patronos o con su familia y los apuros económicos que pasó en los últimos años de su vida. Su ortografía y puntuación son muy peculiares.


Fuente: Correspondencia privada de Mozart

1 comentarios:

Eva Ortiz Aguado dijo...

Si es que uno no puede ser un genio y dejar cartas a su muerte sin que siglos más tarde circulen por internet...
Gracias, un blog muy interesante