Pequeña, ayer debes haber recibido un periódico, y en él un poema de la ausente (tú eres la ausente). ¿Te gustó, pequeña? ¿Te convences de que te recuerdo? En cambio tú. En diez días, una carta. Yo, tendido en el pasto húmedo, en las tardes, pienso en tu boina gris, en tus ojos que amo, en ti. Salgo a las cinco, a vagar por las calles solas, por los campos vecinos. Sólo un amigo me acompaña, a veces.
He peleado con las numerosas novias que antes tenía, así es que estoy solo como nunca, y estaría como nunca feliz, si tu estuvieras conmigo. El 8 planté en el patio de mi casa un árbol, un aromo. Además traje de las quintas, pensando en ti, un narciso blanco, magnífico. Aquí, en las noches, se desata un viento terrible. Vivo solo, en los altos, y a veces me levanto, a cerrar la ventana, a hacer callar a los perros. A esa hora estarás dormida (como en el tren) y abro una ventana para que el viento te traiga hasta aquí, sin despertarte, como yo te traía.
Además elevaré mañana, en tu honor, un volantín de cuatro colores, y lo dejaré irse al cielo de Lota Alto. Recibirás, querida, un largo mensaje, una de estas noches, a la hora en que la Cruz del sur pasa por mi ventana (...) A veces, hoy, me da una angustia de que no estés conmigo. De que no puedas estar conmigo, siempre.
Largos besos de tu Pablo.
Neruda conoció a Albertina en 1921 cuando ambos estudiaban francés en el Instituto Pedagógico de Santiago. Más o menos de la misma edad -16 ó 17 años-, traban amistad y en el muchacho se enciende de inmediato una febril pasión. En 1923, escribe su primera carta cuando ella se traslada a la ciudad de Concepción. Neruda viaja al Oriente, y la sigue escribiendo muchas cartas, en las cuales le expresa su pasión, le reprocha su indiferencia y le suplica. Ante los silencios obstinados de la chica, Neruda decide olvidarla un tiempo, y se casa con una joven holandesa. Un mes más tarde, Neruda le pide al director de una revista que publique de manera destacada la foto matrimonial, con el secreto propósito de mortificar un poco a Albertina. Nunca se supo de la reacción de ella, pero cinco años más tarde se casaría con un poeta.
He peleado con las numerosas novias que antes tenía, así es que estoy solo como nunca, y estaría como nunca feliz, si tu estuvieras conmigo. El 8 planté en el patio de mi casa un árbol, un aromo. Además traje de las quintas, pensando en ti, un narciso blanco, magnífico. Aquí, en las noches, se desata un viento terrible. Vivo solo, en los altos, y a veces me levanto, a cerrar la ventana, a hacer callar a los perros. A esa hora estarás dormida (como en el tren) y abro una ventana para que el viento te traiga hasta aquí, sin despertarte, como yo te traía.
Además elevaré mañana, en tu honor, un volantín de cuatro colores, y lo dejaré irse al cielo de Lota Alto. Recibirás, querida, un largo mensaje, una de estas noches, a la hora en que la Cruz del sur pasa por mi ventana (...) A veces, hoy, me da una angustia de que no estés conmigo. De que no puedas estar conmigo, siempre.
Largos besos de tu Pablo.
Neruda conoció a Albertina en 1921 cuando ambos estudiaban francés en el Instituto Pedagógico de Santiago. Más o menos de la misma edad -16 ó 17 años-, traban amistad y en el muchacho se enciende de inmediato una febril pasión. En 1923, escribe su primera carta cuando ella se traslada a la ciudad de Concepción. Neruda viaja al Oriente, y la sigue escribiendo muchas cartas, en las cuales le expresa su pasión, le reprocha su indiferencia y le suplica. Ante los silencios obstinados de la chica, Neruda decide olvidarla un tiempo, y se casa con una joven holandesa. Un mes más tarde, Neruda le pide al director de una revista que publique de manera destacada la foto matrimonial, con el secreto propósito de mortificar un poco a Albertina. Nunca se supo de la reacción de ella, pero cinco años más tarde se casaría con un poeta.
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