Carta enviada y traduccida por Sergio Gómez Hernández. Gracias por tu aportación.
A Mijail Mijáilovich Dostoievski
27 de marzo de 1854. Semipalatinsk
Me apresuro a informarte, mi querido amigo, que he recibido tu carta, con los 50 rublos, y te lo agradezco de todo corazón. Quería responderte inmediatamente, pero perdí la posta. Reconozco mi culpa, perdóname. Espero, mi inestimable amigo, que ahora me escribas más a menudo. Sepas que tus cartas son para mí una verdadera fiesta, así que no te dejes llevar por la pereza. ¡Hace tanto tiempo que no nos escribimos! ¿De verdad no podías escribirme? Es para mí muy extraño y amargo. Quizá no has pedido la autorización; pues las cartas son autorizadas. Lo sé de buena fuente. En resumen, que a partir de ahora no me olvidarás, ¿de acuerdo?
Me das noticias de los tuyos, te lo agradezco. No pasa una semana sin que os vea a todos en sueños. Qué feliz estoy de que todos mis seres queridos de antaño, Fedia, Masha, Misha, estén vivos y con buena salud. Me he alegrado mucho por nuestro hermano Kolia. Dale un abrazo de mi parte. Lo quiero mucho. Pensaba que nuestro hermano Andrei iba a casarse. Lo presentía desde hace tiempo. Si le escribes, salúdale de mi parte. No hablas de nuestras hermanas, lo cual me parece muy extraño. Te escribí, hace unas tres semanas, una carta que quizás hayas ya recibido. Contenía una carta para nuestra hermana Varenka. Házsela llegar sin falta, y cuanto antes. Tengo curiosidad por tener noticias suyas, en particular de Sasha. Por último, quiero saber algo de nuestra querida tía. Háblame de todas ellas. Te lo agradeceré mucho. Había dirigido mi anterior carta a la casa Neslind, a tu antiguo domicilio. Por supuesto, te llegará y, sin embargo, ignoro si estás vivo aún, es por eso que envié esta carta a la casa Loguinov, donde se encuentra tu empresa, lo que he sabido por los anuncios.
Estoy feliz en extremo de que te hayas puesto manos a la obra. Tienes una familia, necesitas rentas; amasa dinero. Redobla tu actividad, si puedes. En resumen, no abandones lo que has empezado.
Me felicitas por mi salida de presidio y deploras que mi débil salud me impida pedir entrar en actividad. Pero yo no había mirado a mi salud. No es ese el problema. Simplemente, ¿tengo yo el derecho de pedirla? El paso a la actividad es una gracia suprema que depende de la voluntad del Emperador soberano mismo. Es por eso que no puedo solicitarla. ¡Si dependiera de mí!
Entre tanto, me ocupo de mi servicio, voy a la instrucción y rememoro viejas cosas. Mi salud es bastante buena y se ha arreglado en estos dos meses; fíjate lo que es escapar al ahogo, a la sofocación, a una pesada actividad. El clima, aquí, es más bien agradable. Es el comienzo de la estepa kirguís. La ciudad es bastante grande y populosa. Hay multitud de asiáticos. La estepa inmensa. Un verano largo y tórrido, un invierno más corto que en Tobolsk y en Omsk, pero rudo. Ni la más mínima vegetación, ningún arbusto, la estepa en estado puro. A algunas verstas de la ciudad, un bosque, de decenas, e incluso de centenas de verstas. Todo lo que hay son abetos, pinos y sauces blancos, no hay ningún otro árbol. Caza en grandes cantidades. El comercio va bien, pero los productos europeos son tan caros que no se tiene acceso a ellos. Algún día te hablaré más en detalle de Semipalatinsk. Vale la pena.
Por el momento, te pediré libros. Envíamelos hermano. No revistas; pero envíame los historiadores europeos, los economistas, los Padres de la Iglesia y, en la medida de lo posible, todos los antiguos (Heródoto, Tucídides, Tácito, Plinio, Flavio Josefo, Plutarco, Diodoro, etc. Todos están traducidos al francés). Por último, el Corán y un léxico alemán. Por supuesto, no todos a la vez, pero todo lo que puedas. Envíame también la física de Pissarev y una fisiología (al menos en francés si es demasiado caro en ruso). Elige las ediciones menos caras y las más compactas. No todo a la vez, poco a poco. Te agradeceré inmensamente la más mínima cosa. ¡Comprende la necesidad que tengo de ese alimento espiritual! Por lo demás, no es necesario que te lo diga. ¡Adiós, querido mío! Escríbeme más a menudo. Por el amor del Cielo, no olvides a tu
Dostoievski
Fiódor Dostoievski fue un novelista ruso, que escudriñó hasta el fondo de la mente y el corazón humanos. A los diecisiete años, su padre le envía a la Academia Militar de San Petersburgo. Al graduarse, decide dedicarse a la literatura. Publica su primera obra, Pobres gentes. A partir de este momento comienza una carrera que culminaría con la publicación de más obras. En 1849 es condenado a muerte por su colaboración con grupos liberales y revolucionarios. Indultado momentos antes de la hora fijada para su ejecución, estuvo cuatro años en un presidio en Siberia, donde tuvo que cumplir trabajos forzados. Esta es la segunda carta que escribe desde allí. En ella, Dostoievski pide a su hermano que le envíe libros, ya que la Biblia era lo único que había leido, y tenía sed de conocimiento. Regresa a San Petersburgo y viaja por Europa. Su estancia en Siberia marcará el devenir de su producción posterior. En sus obras aparecen rasgos de modernidad, sobre todo en el tratamiento del detalle y de lo cotidiano, y en el sentido irónico que apunta en ocasiones junto a la tragedia moral de sus personajes. Esta carta está traducida del francés, del libro “Correspondance intégrale”, Tomo 1, de la editorial Bartillat.
2 comentarios:
Gracias por tu trabajo, Olga.
No sabría decir más, Gracias.
M
Buen trabajo con este blog, lo encontré de casualidad. Muy interesante, gracias.
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