A SU MADRE
Aden 18 de noviembre de 1882
Querida mamá:
Recibí tu carta del 27 de octubre en la que me decías que habías recibido los 1.000 francos de Lyon. El aparato cuesta, según me decís, 1.850 francos. Os voy a telegrafiar hoy: “pagadlo con mi dinero del año pasado”. Es decir, con lo que exceda los 1.000 francos, sacadlo de los 2.500 que os envié el año pasado. Tengo 4.000 francos aquí, pero los he puesto en el Tesoro inglés, y no puedo sacarlos sin que me genere gastos. Además voy a necesitarlos dentro de poco. Así que retirad los 100 francos de lo que os envié en 1881; no puedo arreglarlo de otro modo. Ya que con lo que tengo ahora, cuando esté en África, podré hacer negocios que triplicarán su valor. Si esto os molesta, me excuso mil veces. Pero no puedo quedarme ahora sin nada. Respecto al aparato, si está bien equipado, lo amortizará enseguida. No me cabe la menor duda. En todo caso, siempre podría volver a venderlo con beneficio. Ahora que ya está todo puesto en marcha, dejemos que llegue al final.
Os escribí ayer y os adjuntaba una petición de libros de un valor de 200 francos. Os ruego que me los enviéis, tal y como os pedí, sin falta. Voy a regresar a Harar, como agente de la empresa, y voy a trabajar en serio. Confío en que a finales de año tendré quince mil francos.
Una vez más, disculpad las molestias. No volverá a repetirse.
Únicamente, no olvidéis los libros. Todo vuestro:
Rimbaud
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Aden 8 de diciembre de 1382
Querida mamá:
Recibí tu carta del 24 de noviembre en la que me decías que habíais pagado y que el envío está en camino. Naturalmente no iba a comprarlo hasta saber que había fondos para ello. Es por eso que la cosa no se ha decidido hasta recibir los 1.850 francos.
Dices que me roban. Sé perfectamente lo que cuesta sólo el aparato: algunos cientos de francos. Pero son los productos químicos, numerosos y caros, entre los que se encuentran los ingredientes de oro y plata que llegan a valer hasta los 250 francos el kilo. Son las lentes, los cartones, las cubetas, los frascos los embalajes muy caros los que aumentan el monto total. He pedido los ingredientes necesarios para una campaña de dos años. Respecto a mí, me parece que lo he conseguido a buen precio. Sólo tengo un miedo: que las cosas se estropeen por el camino, en el mar. Si me llegan intactos, obtendré un gran beneficio y podré enviaros cosas curiosas. Así que en lugar de enfadarte, deberías alegrarte conmigo. Conozco el precio de la plata; y si tomo alguna decisión es porque soy consciente de lo que hago. Querría que por favor añadierais lo que puedan pediros por los gastos de envío y embalaje. Recibisteis de mi una cantidad de 2.500 francos hace dos años. Quedaos con las tierras que comprasteis con eso en contraprestación de lo que gastéis en mí. La cosa es sencilla y no causa molestias a nadie. Lo que me parece más triste de todo es que termines tu carta diciendo que no volverás a mezclarte en mis asuntos. No es la mejor manera de ayudar a un hombre que se encuentra a miles de leguas de su casa, viajando entre pueblos salvajes y que no tiene nadie que le escriba desde su país. Me gusta pensar que vas a terminar cambiando esta actitud tan poco caritativa. Si no si puedo dirigirme a mi familia para pedirle favores, ¿a quién demonios podría pedírselos?
Hace poco os mandé la lista de libros para que me los enviéis. ¡Os lo ruego, no mandéis mi favor a la porra! Voy a marcharme hacia el continente africano para pasar allí algunos años y sin esos libros, me faltarán muchísimos conocimientos que son indispensables. Estaré como un ciego: y la falta de esas cosas me pesará mucho. Mandad entonces todas estas obras sin excepción. Metedlas en una caja que ponga libros y enviádmela aquí, pagando el porte, utilizando al señor Dubar como intermediario.
Adjuntad estas dos obras:
Tratado completo de vías, de Couche (en Dunod, quai des Agustins en País)
Tratado de mecánica de la Escuela de Châlos,
Todas estas obras costarán unos 400 francos. Gastad ese dinero por mí y cubridle del modo en que os lo indiqué. Y no os haré desembolsar nada más ya que en un mes marcho hacia África. Daos prisa.
Vuestro:
Rimbaud
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Harar el 20 de febrero de 1891
Mi querida mamá:
Recibí tu carta del 5 de enero. Veo que todo va bien entre vosotros, salvo por el frío, que según leo en los periódicos, es excesivo en toda Europa. Me encuentro mal. Tengo en la pierna derecha varices que me hacen sufrir mucho. ¡He aquí lo que uno gana en este triste país!
Y estas varices pueden complicarse con el reumatismo. Sin embargo, aquí no hace frío, pero es el clima el que lo causa todo. Hace ya quince días que no he pegado ojo ni un solo minuto, debido estos dolores de esta maldita pierna, me podría ir perfectamente y el calor de Aden estoy seguro de que me haría bien. Pero me deben mucho dinero y no puedo marcharme porque lo perdería. Ya he pedido a Aden una media para las varices, pero dudo que pueda encontrarse.
Hazme este favor: cómprame un remedio para las varices, para una pierna larga y enjuta (tengo una talla 41 de pie) la media tiene que subir por encima de la rodilla. Las medias para las varices son de algodón o de seda tejida con hilos elásticos para las venas que están hinchadas, las de seda son las mejores, las más sólidas. No cuestan mucho, o eso creo. Además, te lo devolvería. Mientras espero, tengo la pierna vendada. Mandadlo bien empaquetado, por correo, al señor Tian, en Aden, que me lo hará llegar tan pronto como le sea posible. Esas medias para varices puede que se encuentren en Vouziers. En cualquier caso, el médico de la casa puede proporcionarlas, no importa de dónde. La causa de esta enfermedad han sido los grandes esfuerzos a caballo y por las caminatas extenuantes. Ya que en este país tenemos un dédalo de montañas abruptas donde uno no puede ni mantenerse a caballo. Todo sin rutas ni senderos. Las varices no son nada de peligrosas para la salud, pero impiden los ejercicios violentos. Es una molestia, porque las varices pueden infectarse si no se llevan las medias. Y las piernas inquietas no soportan tan alegremente estas medias, sobre todo por la noche. Hay que imaginarse que en invierno en este país no bajamos nunca de los diez grados. Pero reinan los vientos secos que son muy insalubres para los blancos en general. ¡Incluso los europeos jóvenes, de 25 a 30 años, son víctimas del reumatismo tras dos o tres años de estancia!
La mala alimentación, los alojamientos malsanos, las ropas demasiado ligeras, los problemas de todo tipo, el aburrimiento, la rabia permanente en medio de negros tan imbéciles como canallas; todo esto ataca profundamente la moral y la salud en muy poco tiempo. Uno envejece muy rápidamente aquí, como en todo el Sudán.
En vuestra respuesta, informarme del servicio militar. ¿Tengo que hacer algún tipo de servicio? aseguraos y responderme.
Rimbaud
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A SU HERMANA ISABELLE
Marsella el 24 de junio de 1891
Mi querida hermana:
Recibí tu carta del 21 de junio. Y te escribí ayer. No recibí nada el día 10 de junio, ni por tu parte, ni desde Harar. Sólo he recibido las dos cartas del 14. Me pregunto qué habrá pasado con la carta del diez. ¿Qué nuevo horror me contáis? ¿Qué es esta vieja historia del servicio militar? Cuando tenia 26 años, ¿ no os envié desde Aden un certificado que probaba que era un empleado de una sociedad francesa lo que constituye una dispensa? Y cuando pregunté a mamá ¿no me contestó siempre que ya se había solucionado todo, que no debía temer nada? Hace sólo cuatro meses os pregunté en una carta si no había algo que me pudieran reclamar sobre esto, ya que tenia ganas de volver a Francia. Y no recibí ninguna respuesta. Creí que ya lo habíais solucionado todo. Ahora me notificáis que soy un insumiso, que se me persigue, etc., etc. Informaos sólo en el caso en el que no llaméis la atención sobre mí. Respecto a mí ¿qué peligro podría haber? La prisión después de todo lo que he padecido... ¡sería preferible la muerte!
Sí, después de todo este tiempo lejos ¡es preferible la muerte! ¿qué puede hacer por el mundo un hombre lisiado? ¿además obligado a expatriarse indefinidamente? Porque desde luego, con todo lo que me contáis, no pienso volver. He de darme por satisfecho si consigo salir de aquí por mar o por tierra y llegar al extranjero. Hoy he intentado andar con las muletas, pero sólo he conseguido dar algunos pasos. Me han cortado la pierna muy arriba y me cuesta conservar el equilibrio. Sólo estaré bien cuando pueda ponerme una pierna artificial, pero la amputación causa neuralgias en el resto de la pierna, y es imposible ponerse una pierna mecánica antes de que pasen totalmente las neuralgias. Hay amputados que tardan cuatro, seis, ocho e incluso doce meses. Estaré todo ese tiempo en el hospital y quizás tenga la felicidad de poder salir con dos piernas. Respecto a salir con muletas, no sé para que. Con ellas no se puede subir ni bajar, son unos aparatos espantosos. Uno se arriesga a caer y lisiarse todavía más, había pensado ir a vivir con vosotras mientras reunía las fuerzas suficientes como para poder soportar la pierna artificial, pero veo que va a ser imposible.
Tendré que resignarme. Moriré donde me lo indique mi destino. Espero al menos poder volver al lugar donde salí. Tengo amigos de hace diez años que se compadecerán de mí y me darán trabajo. Viviré como bien pueda. Viviré siempre ahí mientras que en Francia, lejos de vosotras, no tengo ni amigos, ni conocidos, ni a nadie. Y si no puedo veros, volveré allí. En todo caso he de volver.
Si llegáis a informaros, no dejéis que descubran dónde me encuentro. Temo que lleguen a saber incluso dónde estoy a través del correo. No me traicionéis,
Mis mejores deseos:
Rimbaud
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Marsella el 29 de junio de 1891
Mi querida hermana:
Recibí tu carta del 26 de junio. Anteayer recibí la carta de Harar que faltaba. Respecto a la carta del 10, estamos sin noticias: tuvo que desaparecer, bien en Attigny, bien aquí, por culpa de la administración, pero me imagino que en Attigny. Gracias al sobre que me envías puedo imaginar lo que ha sucedido. Tuvo que firmarlo Dimitri Righas. Es un griego que vive en Harar al que había designado para algunos trabajos. Espero las noticias respecto a vuestra investigación sobre el servicio militar: pero salga lo que salga, no dejo de temer las posibles trampas y me cuesta mucho reunirme con vosotras, a pesar de todas las garantías que podáis proporcionarme.
Estoy inmovilizado y no soy capaz de dar un paso. Mi pierna ya esta curada: ha cicatrizado bastante rápido, lo que me lleva a pensar que quizá esta amputación podría haberse evitado. Para los médicos ya me he curado y si quisiera podrían darme mañana mismo el alta. Pero ¿para qué? ¡si me resulta imposible dar un solo paso! Estoy todo el tiempo fuera, al aire, en una silla, pero incapaz de moverme. Hago ejercicio con mis muletas pero son malas, yo demasiado alto y me han dejado la pierna demasiado corta: me cuesta mucho mantener el equilibrio. Cuando doy algunos pasos, he de pararme ¡me da tanto miedo el volver a caerme y volver a lisiarme!
Me van a hacer una pierna de madera y forraré el muñón y el resto de la pierna con algodón para poder avanzar con un bastón. Después de un tiempo con la pierna de madera, si el muñón se ha endurecido, se puede pedir una pierna articulada con la que más o menos podría andar. ¿Cuándo llegará ese momento? Puede que hasta entonces vuelva a sucederme otra desgracia. Pero para entonces, ya si que sabré cómo deshacerme de esta desgraciada vida.
No está bien que me escribáis tan a menudo y que mi nombre figure y que alguien lo vea en Roche o Attigny. Ese es el peligro. Aquí no llamo la atención. Escribidme lo menos posible, sólo cuando sea impensable. No pongáis Arthur, escribid sólo Rimbaud. Y decirme cuanto antes qué quiere de mí la autoridad militar, y en caso de que me persigan, a que penalidad me arriesgo. Me apresuraría a tomar el barco desde aquí.
Os deseo salud y prosperidad:
RBD.
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Marsella el IS de julio de 1891
Mi querida Isabelle:
Recibí tu carta de 13 y me apresuro a responderla. Veré q puedo hacer con la nota de la intendencia y el certificado del hospital. Verdaderamente me gustaría poder ver este asunto solucionado, pero no se cómo hacerlo, yo, que apenas se ponerme un zapato en mi pierna buena. En fin, me las arreglaré como bien pueda. Pero bueno, por lo menos con estos documentos ya no me arriesgo a ir a prisión: la administración militar es capaz de encerrar a un lisiado aunque se encuentre en un hospital. Respecto a la declaración de la vuelta a Francia ¿a quién o dónde podré hacerla? No hay nadie cerca de mi que pueda informarme y lejos está el día en el que podré ir a las oficinas, con mis dos piernas de madera. Me paso día y noche imaginando medios de transporte ¡es un verdadero martirio! Me gustaría hacer esto y aquello, ir allí o acá, ver, vivir, viajar: imposible, imposible por lo menos durante larga temporada ¡si no para siempre! A mi lado sólo están malditas muletas: sin esos bastones no puedo dar ni un solo paso, no existo. Sin la gimnasia más atroz no puedo ni siquiera vestirme. He llegado a correr con mis muletas pero no logro ni subir bajar escalones, y si el terreno es irregular, el cambio de un hombro a otro cansa muchísimo. Tengo un dolor neurálgico muy fuerte en el brazo y el hombro derecho y encima la muleta se me clava en el sobaco. Tengo también otra neuralgia en la pierna izquierda y a pesar de todo, me paso el día haciendo de acróbata para que parezca que existo.
He aquí lo que he considerado últimamente como causa de mi enfermedad. El clima de Harar es frío de noviembre a marzo, yo, por costumbre casi no me vestía: un simple pantalón de tela y una camisa de algodón. Hice, vestido así, marchas a pie de 15 o 40 kilómetros al día, cabalgadas insensatas a través de las montañas del país. Tuvo que generarse en la rodilla un dolor artrítico a causa de la fatiga, el calor y el frío. En efecto, empezó casi como si de un golpe de martillo se tratara (por así decirlo) en la rótula, un pequeño dolor que me atenazaba cada minuto: una gran sequedad en la articulación y la retracción del nervio del muslo. Vino enseguida la hinchazón de las venas de alrededor de la rodilla que parecían varices. Seguía andando y trabajando mucho, más que nunca, creyendo que era algo pasajero. Después el dolor del interior de la rodilla aumentó. A cada paso parecía que un clavo se me fuera introduciendo más y más. Seguía andando, a pesar del dolor: seguía montando a caballo y cada vez que desmontaba, lo hacía casi lisiado. La parte inferior de la rodilla se hinchó, la rotula se abotargó, la corva también se vio afectada y la circulación de la sangre se volvió dificultosa y el dolor sacudía desde los riñones hasta los tobillos. No podía andar más que a trompicones y cada vez me encontraba peor, pero no podía dejar de trabajar.
Empecé a vendarme la pierna completamente, a darle fricciones, a bañarla... sin ningún resultado. Perdí el apetito. Comenzó el insomnio. Adelgace y me debilité. El día quince me decidí a acostarme o por lo menos tumbarme. Tenía mi cama, mis escritos y una ventana desde la que podía vigilar mis balanzas a final del patio. Pagaba de más a la gente para que siguieran trabajando mientras yo seguía tendido o por lo menos, la pierna mala. Pero cada día la hinchazón de la rodilla parecía más una bola y podía ver cómo la cara interna de la tibia era más grande que la de la otra pierna: la rótula se quedó paralizada, ahogada en la excreción que producía la hinchazón de la rodilla y que, en muy poco tiempo, vi que se ponía dura como un hueso. En ese momento toda la pierna se quedó rígida, completamente rígida y en ocho días ya sólo podía desplazarme arrastrándome. Sin embargo mientras la pierna y el muslo adelgazaban, la rodilla y la corva se hinchaban, se petrificaban o más bien, se osificaban y el debilitamiento físico y moral empeoraba. Hacia finales de marzo decidí marcharme. En unos días conseguí liquidarlo todo con perdidas. Y como la rigidez y el dolor me impedían el usar un mulo e incluso un camello, me hice construir una camilla con una cortina que dieciséis hombres trasportaron a Zeïlah en quince días. El segundo día, debido a que no habíamos adelantado lejos de la caravana, nos sorprendió la lluvia en un lugar desértico, Una lluvia bajo la que tuve que quedarme tendido durante dieciséis horas, sin abrigo ni posibilidad de moverme. Esto me produjo un gran dolor: Cuando nos volvimos a poner en marcha ya no era capaz de levantarme de mi camilla. Extendían la tienda por encima de mí en el mismo lugar en el que me habían depositado, y después de cavar un agujero con mis propias manos cerca de la camilla, difícilmente conseguía arrastrarme hasta él, soltar mis excrementos y llenarlo con tierra. Por la mañana quitaban la tienda y me levantaban. Llegué a Zeïlah extenuado, paralizado. Descanse sólo cuatro horas y cogí el vapor que iba hacia Aden. Tirado por el puente sobre mi colchón (tuvieron que izarme a bordo sobre mi colchón) padecí tres días en alta mar sin probar bocado. En Aden, nuevo descenso en camilla. Pasé unos días con el señor Tian para arreglar nuestros negocios y después partí hacia el hospital inglés. Allí, tras quince días, me aconsejaron que me pusiera rumbo hacia Europa.
Estoy seguro de que el dolor en la articulación, si hubiera sido tratado en un primer momento, se habría calmado y no habría seguido ampliándose. Pero entonces ignoraba todo esto. Yo soy el culpable por mi cabezonería de andar y trabajar en exceso. ¿Por qué en el colegio no se enseña un poco de medicina, por lo menos. para no hacer tantas tonterías? Si alguien en mi caso me hubiera consultado, le hubiera dicho: ahora que has llegado hasta este extremo, no te dejes amputar. Que te desgarren, que te destrocen, que te partan en pedazos, pero no dejes que te amputen. Si llega la muerte, ésta es preferible una vida en la que te falten los miembros. Y si pudiera desandar lo andado, lo haría. Mejor sufrir como un condenado que ser amputado. Y he aquí el bello resultado: me paso el tiempo sentado, a veces me levanto y doy pequeños saltitos sobre mis muletas y vuelvo a sentarme. Mis manos no son capaces de sujetar nada. Mientras ando, no puedo fijarme en otra cosa que no sean mi único pie o mis muletas. La cabeza y los hombros se inclinan hacia delante y uno se abomba como un jorobado. Cuando la gente o las cosas se mueven alrededor, tiemblo. Uno puede volver a caerse, puede romperse la otra pata. Le gente se ríe con sarcasmo cuando te ve saltar. Sereno, pero con las manos crispadas y los sobacos aserrados y la pinta de un idiota. La desesperanza te inunda y te sientes completamente impotente, lloriqueas, esperas a que llegue la noche con el insomnio perpetuo y la mañana todavía más triste que la víspera etc., etc.
Hasta el próximo número.
Mis mejores deseos:
RBD.
Rimbaud empezó a viajar extensamente por Europa, y en 1880, finalmente se radicó en Adén (Yemen), como empleado de cierta importancia en la Agencia Bardey. En 1884 dejó ese trabajo y se transformó en mercader cuentapropista en Harar (Etiopía). Hizo una pequeña fortuna como traficante de armas, hasta que en su rodilla derecha se desarrolló una sinovitis que degeneró en carcinoma; lo cual le forzó a regresar a Francia el 9 de mayo de 1891, donde días después le amputaron la pierna. Estas cartas pertenecen al libro "Prometo ser bueno: Cartas completas", de la editorial Barril&Barral. Traducción de Paula Cifuentes.
3 comentarios:
Olga, he conocido tu blog por medio de Mángeles que subió al suyo hace muy poco el link de tu espacio y me encantó.
Tenemos un programa de radio on line en Buenos Aires que ha comenzado recientemente y nos gustaría en uno de sus bloques hablar de tu blog de Cartas famosas de la historia, leer fragmentos de algunas cartas, citar tu blog y se fuera posible tener una idea de cómo se te ocurrió crear este espacio.
Si te interesa esta propuesta en mi blog encontrarás el link a la radio, espero a la brevedad tu respuesta.
El sábado estaría saliendo el programa al aire y quisiera organizar los contenidos y para eso necesito tu permiso.
Tu blog, saldría en el espacio dedicado a Escritores de Blogs.
Te dejo un abrazo.
Pato.-
Dios, me encanta tu blog!
es super interesante y me parece que hace un trabajo muy lucrativo para la sociedad.
Te pongo en mi lista de Blogs preferidos.
me pasaré aqui a menudo.
xx, Marie.
Hola Olga, soy karina del programa de radio de Bs. As. y me ha tocado difundir tu blog leyendo algunas cartas de las tantas valiosas que recopilaste.
Te cuento que fue un placer gigante sumergirme en tus posts y adentrarme en el mundo privado de tantos grandes, a mí también me fascina esta faceta de los artistas.
Espero que pronto puedas escuchar el programa y feliz día de la mujer para todas nosotras!!!!!!!!!
Un saludo cálido
Un placer conocerte
Karina
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