A ÉMILE ZOLA, fundador del naturalismo literario, con el que mantuvo una estrecha amistad
Mayo 1858?
Estimado, no sólo es la alegría que me produjo tu carta; recibirla me dio mucho bienestar. Me inunda una tristeza interior, y, Dios mío, sólo sueño con la mujer de la que te hablé. No sé quién es ella, a veces la veo pasar por la calle cuando voy a mi aburrido colegio. Estoy tan enamorado que suspiro, pero suspiros que no se exteriorizan, suspiros mentales y espirituales.
La pieza poética que me enviaste me gustó mucho, me encantó ver que recordaste el pino que da sombra a las riberas de los ríos de Palette. ¡Cómo me gustaría (la maldita suerte que nos separa), cómo me gustaría que hubieras venido! Sólo puedo limitarme a maldecir esta suerte, pero ¿de qué sirve entrar en esa rabia? No me va a llevar a ninguna parte, así que me resigno. Sí, como dices en otra pieza no menos poética (aunque yo prefiero tu pieza sobre la natación), tú eres feliz. Sí, eres feliz, pero yo, miserable, estoy marchitándome en silencio, mi amor (por ese amor que siento) no encuentra una salida. El aburrimiento me acompaña a todas partes, y sólo por un momento puedo olvidar mi dolor, cuando tengo algo para beber. Siempre me ha gustado el vino, y ahora más. Me he emborrachado, y voy a emborracharme aún más, a menos que con un poco de suerte, tenga éxito, nom d'un Dieu! Pero no, me desespero, me desespero, y así lo que haré es hacerme más duro...
El tiempo está mejorando, pero no sé si va a seguir así. Lo que sí es seguro es que estoy deseando ir:
« Adieu la nage. Adieu nos belles nages, Sur les riantes plages… », puis, dès que le temps se remet au beau, « Ce qu’il y a de sûr, c’est que je brûle d’aller : En plongeur intrépide, sillonner le liquide de l’Arc et dans cette eau limpide, attraper les poissons que m’offre le hasard ».
(…)
Voy a detenerme en el pasado, porque estoy haciendo un montón de estupideces absurdas.
P. CEZANNE
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Aquí habla de pintar al natural
Aix, 19 de octubre de 1861
Pero tú sabes que ninguno de los cuadros que se pintan en el interior, en el estudio, serán nunca tan buenos como las cosas que se hacen en el exterior. Cuando se representan escenas al aire libre, los contrastes entre las figuras y su ambiente son sorprendentes, y el paisaje es magnífico. Yo veo cosas soberbias, y he de decidirme por dedicarme sólo al aire libre.
Ya te he hablado acerca de un cuadro que quiero hacer; se tratará de Marion y Valabregue en búsqueda de un motivo (el motivo del paisaje, desde luego). El esbozo, que Guillaumet considera bueno y que he tomado del natural, hace que todo lo demás parezca malo. Estoy seguro de que todos los cuadros de los viejos maestros que representan cosas del exterior han sido hechos con dudas, pues no me parece que tengan la verdad, y sobre todo el aspecto original, de lo natural.
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A CAMILLE PISSARRO, pintor
París 15 de marzo 1865:
Perdóname por no ir a verte, pero me voy esta noche para St Germain y sólo volveré el sábado con Oller para pintar su retrato para el Salón, porque él ha pintado, por lo que escribe, una escena de la batalla bíblica, creo, y el panorama que tú conoces. El grande es muy bonito, el otro no lo he visto hasta ahora.
Me hubiera gustado saber si, a pesar de la desgracia que te sucedió, has hecho tu lienzo para el salón. Si tienes ganas de verme, yo voy todas las mañanas a la Academia Suisse, y estoy en casa por las noches, pero dime un día que más te convenga, y voy a verte cuando regrese con Oller. El sábado vamos a la barraca de los Campos Elíseos para traer nuestros lienzos. (...). Espero que hayas hecho bonitos paisajes, y pueda estrecharte la mano.
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A AMBROISE VOLLARD, marchante de cuadros y su descubridor
Aix, 9 de enero 1903.
Estoy trabajando con ahínco. Ya diviso la Tierra Prometida. ¿Seré como el gran Jefe de los Hebreos, o más bien entraré en ella? He realizado algunos progresos ¿Por qué tan tarde y tanto esfuerzo? ¿Es efectivamente el arte un sacerdocio que exige personas puras para que le pertenezcan enteramente?
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A ÉMILE BERNARD, pintor postimpresionista.
Aix, 15 de abril de 1904
Permítame repetirle lo que le dije ya. Trate a la naturaleza a través del cilindro, de la esfera, del cono, todo en una perspectiva adecuada, de modo que cada lado de un objeto, de un plano, se oriente hacia un punto central. Las líneas paralelas al horizonte dan amplitud; esto es, una parte de la naturaleza o, si lo prefiere, del espectáculo que el Pater Omnipotens Aeterne Deus despliega ante nuestros ojos. Las líneas perpendiculares a ese horizonte dan profundidad. Ahora bien, la naturaleza se halla, para nosotros los hombres, más en profundidad que en su superficie, de ahí la necesidad de introducir en nuestras vibraciones de luz, representadas por los rojos y amarillos, una suma suficiente de azulados, con objeto de hacer sentir el aire.
Debo decirle que he echado otra mirada al estudio que Vd. hizo en la planta baja del taller; es bueno. Creo que debe continuar por ese camino. ¡Vd. sabe lo que debe hacerse, y pronto dará la espalda a los Gauguin y los Van Gogh!
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Aix, 12 de mayo de 1904
Mi ensimismamiento en el trabajo y mí avanzada edad explican bastante mi retraso en contestar a su carta. Además, en su última carta Vd. discurre sobre temas tan ampliamente diversos, si bien siempre relacionados con el arte, que no puedo seguirle en todos sus aspectos...
Avanzo muy despacio, pues la naturaleza se me revela bajo formas muy complejas, y hay muchos progresos que hacer. Es preciso ver el modelo correctamente y sentirlo del modo apropiado; y también expresarse uno mismo con fuerza y de manera que lo distingan de otros.
El mejor juez es el gusto. Es raro. El arte sólo se manifiesta a un número de personas en exceso restringido. El artista debe despreciar todo juicio que no esté basado en una inteligente observación del asunto. Debe precaverse contra el espíritu literario, que tan a menudo provoca que el pintor se aparte del verdadero camino -el estudio concreto de la naturaleza- para perderse en largas e intangibles especulaciones. El Louvre es un buen libro de consulta, pero debe ser únicamente un intermediario. El auténtico y prodigioso estudio que hay que hacer está en la diversidad del cuadro de la naturaleza.
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Aix, 26 de mayo de 1904
Apruebo las ideas que Vd. va a desarrollar en su próximo artículo para L'Occident. Pero siempre debo insistir en esto: el pintor ha de consagrarse por completo al estudio de la naturaleza e intentar producir cuadros que sean una enseñanza. Las charlas sobre arte son casi inútiles. El trabajo que sirve para el progreso propio resarce suficientemente de la incomprensión de los imbéciles.
La literatura se expresa por medio de abstracciones, mientras que la pintura lo hace gracias al dibujo, al tiempo que el color da forma concreta a las sensaciones y percepciones. No somos ni demasiado escrupulosos ni demasiado sinceros ni demasiado sumisos ante la naturaleza, pero sí somos más o menos dueños del propio modelo, y sobre todo, de los medios expresivos. Hay que penetrar en lo que tenemos ante nosotros, y continuar expresándonos tan lógicamente como sea posible.
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Aix, 25 de julio de 1904
He recibido la Révue Occidentale, y no puedo hacer otra cosa sino agradecerle lo que dice acerca de mí. Lamento que no podamos estar juntos ahora, pues no quiero tener razón teóricamente, sino al natural. Ingres, a pesar de su estilo y de sus admiradores, no es sino un pintor insignificante. Vd. conoce a los grandes pintores mejor que yo, los venecianos, los españoles.
Para progresar sólo cuenta la naturaleza, y el ojo se educa gracias al contacto con ella. Se hace concéntrico mirando y trabajando. Quiero decir que en una naranja, en una manzana, una bola, una cabeza, hay un punto culminante, y que este punto siempre es lo que está más cercano a nuestro ojo, a pesar del gran efecto producido por la luz y la sombra y de las sensaciones causadas por el color. Con escaso temperamento, es muy posible ser un pintor. Se pueden hacer buenas cosas sin ser muy armonista ni colorista. Basta tener un sentido artístico, sentido que, sin duda, es lo que horroriza al burgués. Por lo tanto, instituciones, becas, honores, sólo sirven para los cretinos, bribones y sinvergüenzas. No sea un crítico de arte. Dedíquese a pintar; ahí está la salvación.
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Aix, 23 de diciembre de 1904
No voy a entrar aquí en consideraciones estéticas Sí, apruebo su admiración por el más poderoso de todos los venecianos; honramos a Tintoretto. La necesidad que Vd. siente de encontrar un punto de apoyo moral, intelectual en esas obras que seguramente nunca serán superadas le hace estar continuamente alerta, en búsqueda incesante del camino que poco a poco va descubriendo, y que le llevará con seguridad a conocer ante la naturaleza lo que son sus medios expresivos, y el día que los haya encontrado, convénzase de que hallará también sin esfuerzo y ante esa misma naturaleza los medios empleados por los cuatro o cinco grandes venecianos.
Esto que afirmo no admite discusión alguna -estoy totalmente seguro-: una sensación óptica produce en nuestro órgano visual lo que clasificamos como luz, semitono o cuarto de tono de las superficies representadas por las sensaciones cromáticas. (De modo que la luz no existe para el pintor). Mientras nos vemos obligados a proceder del negro al blanco, y siendo la primera de esas sensaciones como un punto de apoyo tanto para el ojo como para la mente, caemos en la confusión, no conseguimos controlar la posesión de nosotros mismos. En este periodo (me repito necesariamente algo) nos orientamos hacia esas admirables obras que han llegado a nosotros a través del tiempo y hallamos en ellas aliento, una ayuda como puede ser una tabla para el bañista. Todo lo que Vd. me dice en sus cartas es muy cierto.
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Aix 1905, s/f
El Louvre es el libro en que aprendemos a leer. Sin embargo, no debemos contentarnos con retener las bellas formas de nuestros ilustres predecesores. Salgamos de él para estudiar la hermosa naturaleza, tratemos de extraer el espíritu de ésta e intentemos expresarnos según nuestro temperamento personal. El tiempo y la reflexión, por otra parte, modifican poco a poco la visión, y por fin nos llega la comprensión.
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Aix, 23 de octubre de 1905
Sus cartas son valiosas para mí por dos razones; la primera, puramente egoísta. porque su llegada me saca de la monotonía causada por la incesante y constante búsqueda del solo y único fin. lo que me produce en momentos de fatiga física una especie de agotamiento intelectual; segundo, porque así puedo hablarle de nuevo, por mucho temor que ello me produzca. de la obstinación con que continúo persiguiendo la materialización de esa parte de la naturaleza que. apareciendo en nuestra línea de visión, nos da el cuadro. La tesis que hay que desarrollar ahora --cualesquiera que sean nuestro temperamento o vigor ante la naturaleza-- es que debemos expresar la imagen de lo que vemos, olvidándonos de todo lo que ha existido previamente. Lo cual creo permitirá que el artista pueda manifestar su entera personalidad, grande o pequeña.
Ahora, viejo, con casi setenta años, las sensaciones del color, que proporcionan la luz, son la razón de las abstracciones, que me impiden tanto cubrir mi tela como continuar en la delimitación de los objetos cuando los puntos de contacto son tenues y delicados; como resultado, mi imagen o pintura es incompleta. Por otro lado, los planos caen uno encima del otro desde la aparición del neoimpresionismo, que bosqueja los contornos mediante un trazo negro, un defecto contra el que hay que luchar a toda costa. Y es que cuando consultamos a la naturaleza, ésta nos proporciona los medios necesarios para lograr este objetivo.
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A SU HIJO PAUL
Aquí le habla de la intensidad de la naturaleza
Aix, 8 de setiembre de 1906
Finalmente he de decirte que, como pintor, he llegado a ver con mayor agudeza frente a la naturaleza, pero que en mi caso, la materialización de mis sensaciones es siempre muy lenta. No puedo captar la intensidad que se despliega ante mis sentidos. No poseo la magnífica riqueza cromática que anima a la naturaleza. Aquí, a orillas del río, los motivos son muy abundantes, y el mismo asunto visto desde diferente ángulo ofrece un tema de estudio del mayor interés, y tan variado, que creo podría estar ocupado en ello durante meses sin moverme del mismo sitio, simplemente inclinándome un poco más a la derecha o a la izquierda.
Paul Cézanne (1839-1906), fue un pintor francés postimpresionista, cuya obra estableció las bases de la transición entre la concepción artística decimonónica hacia el mundo artístico del siglo XX. Sin embargo, mientras vivió, fue un pintor ignorado que trabajó en medio de un gran aislamiento. Desconfiaba de los críticos, tenía pocos amigos y, hasta 1895, expuso sólo de forma ocasional. Fue un «pintor de pintores», que la crítica y el público ignoraban, siendo apreciado sólo por algunos impresionistas y, al final de su vida, por la nueva generación.
Fuente: “Paul Cézanne, Letters”, editadas por John Rewald, 1984.
Mayo 1858?
Estimado, no sólo es la alegría que me produjo tu carta; recibirla me dio mucho bienestar. Me inunda una tristeza interior, y, Dios mío, sólo sueño con la mujer de la que te hablé. No sé quién es ella, a veces la veo pasar por la calle cuando voy a mi aburrido colegio. Estoy tan enamorado que suspiro, pero suspiros que no se exteriorizan, suspiros mentales y espirituales.
La pieza poética que me enviaste me gustó mucho, me encantó ver que recordaste el pino que da sombra a las riberas de los ríos de Palette. ¡Cómo me gustaría (la maldita suerte que nos separa), cómo me gustaría que hubieras venido! Sólo puedo limitarme a maldecir esta suerte, pero ¿de qué sirve entrar en esa rabia? No me va a llevar a ninguna parte, así que me resigno. Sí, como dices en otra pieza no menos poética (aunque yo prefiero tu pieza sobre la natación), tú eres feliz. Sí, eres feliz, pero yo, miserable, estoy marchitándome en silencio, mi amor (por ese amor que siento) no encuentra una salida. El aburrimiento me acompaña a todas partes, y sólo por un momento puedo olvidar mi dolor, cuando tengo algo para beber. Siempre me ha gustado el vino, y ahora más. Me he emborrachado, y voy a emborracharme aún más, a menos que con un poco de suerte, tenga éxito, nom d'un Dieu! Pero no, me desespero, me desespero, y así lo que haré es hacerme más duro...
El tiempo está mejorando, pero no sé si va a seguir así. Lo que sí es seguro es que estoy deseando ir:
« Adieu la nage. Adieu nos belles nages, Sur les riantes plages… », puis, dès que le temps se remet au beau, « Ce qu’il y a de sûr, c’est que je brûle d’aller : En plongeur intrépide, sillonner le liquide de l’Arc et dans cette eau limpide, attraper les poissons que m’offre le hasard ».
(…)
Voy a detenerme en el pasado, porque estoy haciendo un montón de estupideces absurdas.
P. CEZANNE
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Aquí habla de pintar al natural
Aix, 19 de octubre de 1861
Pero tú sabes que ninguno de los cuadros que se pintan en el interior, en el estudio, serán nunca tan buenos como las cosas que se hacen en el exterior. Cuando se representan escenas al aire libre, los contrastes entre las figuras y su ambiente son sorprendentes, y el paisaje es magnífico. Yo veo cosas soberbias, y he de decidirme por dedicarme sólo al aire libre.
Ya te he hablado acerca de un cuadro que quiero hacer; se tratará de Marion y Valabregue en búsqueda de un motivo (el motivo del paisaje, desde luego). El esbozo, que Guillaumet considera bueno y que he tomado del natural, hace que todo lo demás parezca malo. Estoy seguro de que todos los cuadros de los viejos maestros que representan cosas del exterior han sido hechos con dudas, pues no me parece que tengan la verdad, y sobre todo el aspecto original, de lo natural.
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A CAMILLE PISSARRO, pintor
París 15 de marzo 1865:
Perdóname por no ir a verte, pero me voy esta noche para St Germain y sólo volveré el sábado con Oller para pintar su retrato para el Salón, porque él ha pintado, por lo que escribe, una escena de la batalla bíblica, creo, y el panorama que tú conoces. El grande es muy bonito, el otro no lo he visto hasta ahora.
Me hubiera gustado saber si, a pesar de la desgracia que te sucedió, has hecho tu lienzo para el salón. Si tienes ganas de verme, yo voy todas las mañanas a la Academia Suisse, y estoy en casa por las noches, pero dime un día que más te convenga, y voy a verte cuando regrese con Oller. El sábado vamos a la barraca de los Campos Elíseos para traer nuestros lienzos. (...). Espero que hayas hecho bonitos paisajes, y pueda estrecharte la mano.
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A AMBROISE VOLLARD, marchante de cuadros y su descubridor
Aix, 9 de enero 1903.
Estoy trabajando con ahínco. Ya diviso la Tierra Prometida. ¿Seré como el gran Jefe de los Hebreos, o más bien entraré en ella? He realizado algunos progresos ¿Por qué tan tarde y tanto esfuerzo? ¿Es efectivamente el arte un sacerdocio que exige personas puras para que le pertenezcan enteramente?
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A ÉMILE BERNARD, pintor postimpresionista.
Aix, 15 de abril de 1904
Permítame repetirle lo que le dije ya. Trate a la naturaleza a través del cilindro, de la esfera, del cono, todo en una perspectiva adecuada, de modo que cada lado de un objeto, de un plano, se oriente hacia un punto central. Las líneas paralelas al horizonte dan amplitud; esto es, una parte de la naturaleza o, si lo prefiere, del espectáculo que el Pater Omnipotens Aeterne Deus despliega ante nuestros ojos. Las líneas perpendiculares a ese horizonte dan profundidad. Ahora bien, la naturaleza se halla, para nosotros los hombres, más en profundidad que en su superficie, de ahí la necesidad de introducir en nuestras vibraciones de luz, representadas por los rojos y amarillos, una suma suficiente de azulados, con objeto de hacer sentir el aire.
Debo decirle que he echado otra mirada al estudio que Vd. hizo en la planta baja del taller; es bueno. Creo que debe continuar por ese camino. ¡Vd. sabe lo que debe hacerse, y pronto dará la espalda a los Gauguin y los Van Gogh!
…………………………………………………………..........................................
Aix, 12 de mayo de 1904
Mi ensimismamiento en el trabajo y mí avanzada edad explican bastante mi retraso en contestar a su carta. Además, en su última carta Vd. discurre sobre temas tan ampliamente diversos, si bien siempre relacionados con el arte, que no puedo seguirle en todos sus aspectos...
Avanzo muy despacio, pues la naturaleza se me revela bajo formas muy complejas, y hay muchos progresos que hacer. Es preciso ver el modelo correctamente y sentirlo del modo apropiado; y también expresarse uno mismo con fuerza y de manera que lo distingan de otros.
El mejor juez es el gusto. Es raro. El arte sólo se manifiesta a un número de personas en exceso restringido. El artista debe despreciar todo juicio que no esté basado en una inteligente observación del asunto. Debe precaverse contra el espíritu literario, que tan a menudo provoca que el pintor se aparte del verdadero camino -el estudio concreto de la naturaleza- para perderse en largas e intangibles especulaciones. El Louvre es un buen libro de consulta, pero debe ser únicamente un intermediario. El auténtico y prodigioso estudio que hay que hacer está en la diversidad del cuadro de la naturaleza.
…………………………………………………………...................................
Aix, 26 de mayo de 1904
Apruebo las ideas que Vd. va a desarrollar en su próximo artículo para L'Occident. Pero siempre debo insistir en esto: el pintor ha de consagrarse por completo al estudio de la naturaleza e intentar producir cuadros que sean una enseñanza. Las charlas sobre arte son casi inútiles. El trabajo que sirve para el progreso propio resarce suficientemente de la incomprensión de los imbéciles.
La literatura se expresa por medio de abstracciones, mientras que la pintura lo hace gracias al dibujo, al tiempo que el color da forma concreta a las sensaciones y percepciones. No somos ni demasiado escrupulosos ni demasiado sinceros ni demasiado sumisos ante la naturaleza, pero sí somos más o menos dueños del propio modelo, y sobre todo, de los medios expresivos. Hay que penetrar en lo que tenemos ante nosotros, y continuar expresándonos tan lógicamente como sea posible.
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Aix, 25 de julio de 1904
He recibido la Révue Occidentale, y no puedo hacer otra cosa sino agradecerle lo que dice acerca de mí. Lamento que no podamos estar juntos ahora, pues no quiero tener razón teóricamente, sino al natural. Ingres, a pesar de su estilo y de sus admiradores, no es sino un pintor insignificante. Vd. conoce a los grandes pintores mejor que yo, los venecianos, los españoles.
Para progresar sólo cuenta la naturaleza, y el ojo se educa gracias al contacto con ella. Se hace concéntrico mirando y trabajando. Quiero decir que en una naranja, en una manzana, una bola, una cabeza, hay un punto culminante, y que este punto siempre es lo que está más cercano a nuestro ojo, a pesar del gran efecto producido por la luz y la sombra y de las sensaciones causadas por el color. Con escaso temperamento, es muy posible ser un pintor. Se pueden hacer buenas cosas sin ser muy armonista ni colorista. Basta tener un sentido artístico, sentido que, sin duda, es lo que horroriza al burgués. Por lo tanto, instituciones, becas, honores, sólo sirven para los cretinos, bribones y sinvergüenzas. No sea un crítico de arte. Dedíquese a pintar; ahí está la salvación.
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Aix, 23 de diciembre de 1904
No voy a entrar aquí en consideraciones estéticas Sí, apruebo su admiración por el más poderoso de todos los venecianos; honramos a Tintoretto. La necesidad que Vd. siente de encontrar un punto de apoyo moral, intelectual en esas obras que seguramente nunca serán superadas le hace estar continuamente alerta, en búsqueda incesante del camino que poco a poco va descubriendo, y que le llevará con seguridad a conocer ante la naturaleza lo que son sus medios expresivos, y el día que los haya encontrado, convénzase de que hallará también sin esfuerzo y ante esa misma naturaleza los medios empleados por los cuatro o cinco grandes venecianos.
Esto que afirmo no admite discusión alguna -estoy totalmente seguro-: una sensación óptica produce en nuestro órgano visual lo que clasificamos como luz, semitono o cuarto de tono de las superficies representadas por las sensaciones cromáticas. (De modo que la luz no existe para el pintor). Mientras nos vemos obligados a proceder del negro al blanco, y siendo la primera de esas sensaciones como un punto de apoyo tanto para el ojo como para la mente, caemos en la confusión, no conseguimos controlar la posesión de nosotros mismos. En este periodo (me repito necesariamente algo) nos orientamos hacia esas admirables obras que han llegado a nosotros a través del tiempo y hallamos en ellas aliento, una ayuda como puede ser una tabla para el bañista. Todo lo que Vd. me dice en sus cartas es muy cierto.
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Aix 1905, s/f
El Louvre es el libro en que aprendemos a leer. Sin embargo, no debemos contentarnos con retener las bellas formas de nuestros ilustres predecesores. Salgamos de él para estudiar la hermosa naturaleza, tratemos de extraer el espíritu de ésta e intentemos expresarnos según nuestro temperamento personal. El tiempo y la reflexión, por otra parte, modifican poco a poco la visión, y por fin nos llega la comprensión.
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Aix, 23 de octubre de 1905
Sus cartas son valiosas para mí por dos razones; la primera, puramente egoísta. porque su llegada me saca de la monotonía causada por la incesante y constante búsqueda del solo y único fin. lo que me produce en momentos de fatiga física una especie de agotamiento intelectual; segundo, porque así puedo hablarle de nuevo, por mucho temor que ello me produzca. de la obstinación con que continúo persiguiendo la materialización de esa parte de la naturaleza que. apareciendo en nuestra línea de visión, nos da el cuadro. La tesis que hay que desarrollar ahora --cualesquiera que sean nuestro temperamento o vigor ante la naturaleza-- es que debemos expresar la imagen de lo que vemos, olvidándonos de todo lo que ha existido previamente. Lo cual creo permitirá que el artista pueda manifestar su entera personalidad, grande o pequeña.
Ahora, viejo, con casi setenta años, las sensaciones del color, que proporcionan la luz, son la razón de las abstracciones, que me impiden tanto cubrir mi tela como continuar en la delimitación de los objetos cuando los puntos de contacto son tenues y delicados; como resultado, mi imagen o pintura es incompleta. Por otro lado, los planos caen uno encima del otro desde la aparición del neoimpresionismo, que bosqueja los contornos mediante un trazo negro, un defecto contra el que hay que luchar a toda costa. Y es que cuando consultamos a la naturaleza, ésta nos proporciona los medios necesarios para lograr este objetivo.
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A SU HIJO PAUL
Aquí le habla de la intensidad de la naturaleza
Aix, 8 de setiembre de 1906
Finalmente he de decirte que, como pintor, he llegado a ver con mayor agudeza frente a la naturaleza, pero que en mi caso, la materialización de mis sensaciones es siempre muy lenta. No puedo captar la intensidad que se despliega ante mis sentidos. No poseo la magnífica riqueza cromática que anima a la naturaleza. Aquí, a orillas del río, los motivos son muy abundantes, y el mismo asunto visto desde diferente ángulo ofrece un tema de estudio del mayor interés, y tan variado, que creo podría estar ocupado en ello durante meses sin moverme del mismo sitio, simplemente inclinándome un poco más a la derecha o a la izquierda.
Paul Cézanne (1839-1906), fue un pintor francés postimpresionista, cuya obra estableció las bases de la transición entre la concepción artística decimonónica hacia el mundo artístico del siglo XX. Sin embargo, mientras vivió, fue un pintor ignorado que trabajó en medio de un gran aislamiento. Desconfiaba de los críticos, tenía pocos amigos y, hasta 1895, expuso sólo de forma ocasional. Fue un «pintor de pintores», que la crítica y el público ignoraban, siendo apreciado sólo por algunos impresionistas y, al final de su vida, por la nueva generación.
Fuente: “Paul Cézanne, Letters”, editadas por John Rewald, 1984.
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