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10 agosto 2007

Cartas de Napoleón a Josefina

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Verona, 13 de noviembre de 1796

Ya no te amo; al contrario, te detesto. Eres horrible, muy torpe, muy estúpida, una verdadera Cenicienta. No me escribes en absoluto, tú no amas a tu esposo. Sabes el placer que le proporcionan tus cartas, y no le escribes ni seis líneas a vuelapluma. Entonces, ¿qué hacéis todo el día, señora? ¿Cuál es el asunto de tanta importancia que os roba el tiempo para escribir a vuestro más rendido amante?
¿Qué afecto ahoga y empuja hacia un lado el amor, el amor tierno y constante, que le habéis prometido? ¿Quién puede ser este maravilloso, este nuevo amante que absorbe todos vuestros instantes, tiraniza enteros vuestros días y evita que seáis atenta con Vuestro esposo? Josefina, tenga cuidado, una noche se abrirán de golpe las puertas y estaré allí.
De verdad, estoy ansioso, mi buena amie, al recibir tus noticias. Escríbeme rápidamente cuatro páginas, y expresa esas cosas amables que llenan mi corazón de sentimientos y placer. Espero que no pase mucho tiempo hasta que pueda tenerte en mis brazos y haré caer sobre ti un millón de besos ardientes como si estuvieras en el Ecuador.

Bonaparte

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París, Diciembre de 1795

Despierto lleno de pensamientos sobre tí. Tu cara y la mala tarde que pasamos ayer me han dejado nervioso. ¡Dulce, incomparable Josephine, qué efecto extraño tienes en mi corazón! ¿Estás enfadada? Veo tu mirada triste. Estás preocupada?... Me duele el alma de pena, y no puede haber descanso para tí, querida; pero ¿aún hay más guardado para mí cuando, rendido a los sentimientos tan profundos que me abruman, dibujo desde tus labios, desde tu corazón, un amor que me consume con fuego? ¡Ah! ¡Fue ayer por la noche que comprendí completamente cuán falsa es la imagen de ti que da tu cara! Estás partiendo al mediodía; Te veré en tres horas. Hasta entonces, mio dolce amor, mil besos; pero no me correspondas ninguno, porque encienden mi sangre.

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A la ciudadana Bonaparte, en casa de la ciudadana Beauharnais, calle de Chantereyne, nº6, París


Mi querida amiga:

He recibido todas tus cartas, pero ninguna ha causado en mí la impresión en que tú ultima: y ¿piensas tú, mi adorable amiga, seguir escribiéndome en estos términos? ¿Juzgas, que no es ya bastante cruel mi estado para que intentes acrecer todavía mis penas y afligir mi alma? ¡Que estilo!¡ Que sentimientos pintas! Son de fuego y abrasan mi pobre corazón. Mi única Josefina, lejos de ti no hay alegría, lejos de ti el mundo es un desierto donde vivo aislado y sin el placer de desahogarme en la amistad. Tú me has robado más que el alma, tú eres el único pensamiento de mi vida. [...]

Ámame como a tus ojos, pero no es suficiente… Ámame como a ti ,más que a ti, más que a tu espíritu, que a tu vida, que a todo… Dulce amiga, perdóname: deliro [...]

Me acuesto sin ti, dormiré sin ti, y te lo ruego, déjame dormir. Muchas veces te estrecho entre mis brazos. ¡Delicioso sueño! Pero despierto y no estás tú.

Te he causado tantos pesares que no se como expiarlos. Te acuso de permanecer en París, y estás allí enferma. Perdóname, mi buena amiga, pero el amor que me has inspirado me quita la razón y no volveré jamás a recobrarla, porque esta enfermedad es incurable.

Todos mis pensamientos están concentrados en tu alcoba,en tu lecho. Tu enfermedad es el objeto que me ocupa día y noche. Estoy sin apetito, sin sueño, sin interés por la gloria , ni tampoco por la patria. Para mi el mundo se ha convertido en polvo, ya no existe [...]

En fin, mi incomparable amiguita, voy a descubrirte mi secreto, haz burla de mí, permanece en París, admite amantes, que todo el mundo lo sepa. No me escribas nunca, pues bien, todavía te amaré diez veces mas.

¡Sí, esto es en mi una locura, un delirio, una fiebre!¡ Sí, nunca sanare de el!¡ Sí, por dios,curaré!, pero no me digas que estas enferma, no procures justificarte. Dios mio, yo te perdono, te amo hasta la extravagancia, y mi corazón nunca cesara de adorar a su amiga.

Adios, querida mia, un beso en los labios y otro en el corazón.

Bonaparte

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Milán, 27 de noviembre de 1796, las tres de la tarde

Llego a Milán, entro corriendo en tu appartement, 10 he dejado todo para verte, para tenerte en mis brazos. No estás aquí. Te vas corriendo a las ciudades en las que se celebran festividades, me abandonas cuando llego, ya no te preocupas por tu querido Napoleón. Tu amor por él fue un capricho, la inconstancia hace que te sea indiferente. Acostumbrado a los peligros, conozco el remedio para las preocupaciones y los males de la vida. El infortunio que me abruma es incalculable, tenía el derecho a que se me ahorrase esto. Estaré aquí hasta el nueve por la tarde. No te apures, corre tras los placeres: la felicidad está hecha para ti. El mundo entero está encantado de complacerte, y sólo tu marido es muy, muy infeliz.

Bonaparte

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1796

No he pasado un día sin amarte, no he pasado una noche sin abrazarte, no he bebido ni una taza de té sin maldecir el orgullo y la ambición que me fuerzan a permanecer lejos del espíritu que mueve mi vida. En medio de mis deberes, ya esté a la cabeza de mi ejército o inspeccionando el campamento, mi querida Josefina se encuentra en solitario en mi corazón, ocupa mi mente, llena mis pensamientos. Si me alejo de ti con la velocidad del torrente del Ródano, sólo es para volver a verte con mayor rapidez. Si me levanto a trabajar en medio de la noche, es porque con ello será posible adelantar en cuestión de días la llegada de mi dulce amor. Sin embargo, en tus cartas del 23 y 26 de Ventoso*, me tratas de vos. ¡Vos también tú!

¡Ah! Desdichada, ¿cómo has podido escribir esa carta? ¡Cómo ha sido posible! Y también están esos cuatro días entre el 23 y el 26. ¿Qué has estado haciendo para que no pudieras escribir a tu marido...? Ah, mi amor, ese vous, esos cuatro días son demasiado por mi anterior indiferencia. ¡Maldita sea la persona responsable! ¡Que como castigo y multa experimente lo que mi convicción y la evidencia (que está a favor de tu amigo) harán que experimente yo! ¡El infierno no tiene tormentos lo suficientemente grandes! ¡Ni las furias tienen suficientes serpientes! Vous! Vous! ¡Ah! ¿Cómo estarán las cosas dentro de dos semanas...?
Mi espíritu está triste; mi corazón, encadenado, y estoy aterrorizado por mis fantasías... Me quieres menos, pero superarás la pérdida. Llegará un día que ya no me amarás. Al menos, dímelo, entonces sabré cómo he llegado a merecer semejante infortunio...

Adiós, esposa mía, el tormento, la alegría, la esperanza y el espíritu impulsor de mi vida, a la que quiero, a la que temo, la que me llena de tiernos sentimientos que me acercan a la naturaleza, y con violentos impulsos, tan tumultuosos como el trueno. No te pido ni amor eterno, ni fidelidad, sino sencillamente... la verdad, honestidad ilimitada. El día en que me digas «Te quiero menos >>, marcará el final de mi amor y el último día de mi vida. Si mi corazón fuera base suficiente para amar sin ser amado a cambio, lo rompería a trozos. ¡Josefina! ¡Josefina! Recuerda lo que te he dicho algunas veces: la naturaleza me ha dotado con un carácter viril y decidido. El tuyo lo ha construido de encaje y delicadeza. ¿Has dejado de amarme?
Perdóname, amor de mi vida, mi alma se encuentra desgarrada por fuerzas en conflicto.
Mi corazón, obsesionado contigo, está lleno de temores que me postran en la miseria... Estoy afligido de no poder llamarte por tu nombre. Esperaré a que tú lo escribas.

¡Adiós! ¡Ah! Si me amas menos es que nunca me has amado. En ese caso, soy verdaderamente digno de lástima.


Bonaparte

P. D.: La guerra ha cambiado tanto este año que resulta irreconocible. He podido distribuir carne, pan y forraje; mi caballería armada estará pronto en camino. Mis soldados están demostrando una confianza indescriptible en mí; sólo tú eres una fuente de disgusto para mí; sólo tú eres la alegría y el tormento de mi vida. Envío un beso a tus hijos, a los que no mencionas. ¡Por Dios! Si lo hicieras, tus cartas volverían a ser otra vez la mitad de largas. Entonces los visitantes alas diez de la mañana no tendrían el placer de verte. ¡¡¡Mujer!!!


* Fechas del calendario republicano francés, vigente entre 1793 y 1805, que equivalen al 13 y 16 de marzo de 1796. (N del t.)

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Munich, 19 de diciembre de 1805

Gran Emperatriz, ni una carta de tu parte desde que saliste de Estrasburgo- Has pasado por Baden, por Stuttgart, por Munich, sin escribirnos ni una palabra.
¡Esto no es muy admirable ni demasiado tierno! Yo sigo aún en Brunn. Los rusos se han ido; tengo una tregua. En unos días decidiré lo que debo hacer.
Dígnese desde lo más alto de vuestra grandeza a ocuparos un poco de vuestros esclavos.

Napoleón

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Esta carta fue escrita tres semanas antes de que Napoleón se casara con María Luisa de Austria:



21 de abril de 1810

Mi amor, he recibido tu carta del 19 de abril, de muy mal estilo y gusto, por cierto. Yo sigo siendo el mismo. Personas como yo no cambian nunca. No se lo que Eugéne te ha dicho. No te he escrito porque tu no has escrito, y sólo deseo lo que resulte agradable para ti.

Supe, con gran placer que irás a Malmaison y que estás contenta. Me hará muy feliz recibir noticias tuyas así como darte noticias mías. No digo más nada hasta que compares esta carta con la tuya. Te dejo a ti juzgar quién es mejor o más grande amigo, si tú o yo.

Adiós mi amor, que estés bien y se solamente para ti y para mí.

Napoleón






Napoleón encontró en su vida a Josephine Rose de Beauharnais, su "incomparable Josephine". Josephine nació en Martinica, estuvo casada con el Vizconde Alexandre de Beauharnais, que fue decapitado durante el reinado del terror. Ella misma escapó por poco a la guillotina. Tenía dos niños, Hortense y Eugine. La bella viuda criolla, cautivó a Napoleón. Éste se olvidó de la pobre Desirée y enloqueció de amor por Josephine. Ella no tomó al principio muy en serio al joven general, simplemente flirteó con él, como lo hacía con otros tantos. Napoleón Bonaparte y Josephine se casaron en 1796, en una ceremonia civil. Su matrimonio duró quince años.

Fuente: "Historia de los amores secretos de Napoleón Bonaparte". Imprenta de Ortiz, Almería. 1837

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