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03 septiembre 2007

Carta de Rainer Maria Rilke a Claire Goll

Antes de enviarte lo que tienes delante de los ojos he roto una carta escrita para ti anteayer por la noche, puesto que no quería decirte generalidades cuando pides mi ayuda. Pero has de saber tú misma cómo encontrar lo excepcional que sólo será válido para ti: por mi parte sólo muy sumariamente conozco esta clase de pena que te agobia y que te somete a una dura prueba.

Ya ves, me parece que en este día en que por primera vez se te exige experimentar la muerte a través de un ser infinitamente cercano -toda la muerte (de alguna manera mucho más que la tuya, la efímera)- ha llegado el momento en que puedas ser máximamente capaz de percibir el puro secreto que, créeme, no es el secreto de la muerte, sino el de la vida. Se trata ahora, con la inaudita e inagotable generosidad del dolor, de incorporar a tu vida la muerte, que se ha hecho palpable ( y casi tu pariente ), a través de uno de tus más queridos seres, una muerte que no se puede esquivar y de la que no se puede renegar. Atrae a ti a la que te espanta, intima con ella durante todo el tiempo que te sea posible, no la amedrentes espantándote ante ella como hacen los demás. Hazte familiar esa presencia de la muerte siempre apartada y que te abrace o, si tu capacidad de remontarla es demasiado débil, mantente cerca para que se te pueda acercar. Si la muerte, en el momento en que nos hiere y sacude, encontrase confiado al más humilde de nosotros (y también desnudo de espanto) con qué intimidades se entregaría a él, al fin.

Bastaría con un simple impulso, con una breve supresión de los prejuicios, y ya estaría la muerte dispuesta a confidencias infinitas que domarían nuestra aprensión y nos obligaría a acogerla con una anhelante espera. Paciencia, Liliane, sólo un poco de paciencia. Admitida a lo esencial, iniciada, celebras la primera fiesta del desprendimiento de ti misma. En la medida en que has perdido una protección y en que te sientes frustrada por ello, te conviertes en progresivamente protectora, en dadora de protección. El aislamiento que te asalta te capacita para poner en equilibrio la soledad de los demás. En lo que respecta a tu propio agobio, no tardarás en darte cuenta de que ha dado a tu vida una nueva medida, una nueva unidad de medida en el esfuerzo y en la capacidad de aguante.

Sólo aconsejo, Liliane, no intento otra cosa que estar cerca de ti mediante estas simples palabras. Un día, más tarde, me dirás si te han podido orientar, porque nadie consigue ayudar o asistir, si no es por gracia.

Letras escritas por Rilke a Claire Goll (Liliana), amiga del poeta, por la muerte del padre de ésta.

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