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03 septiembre 2007

De Simone Weil a Antonio Atarés

Junio de 1941

Te agradezco que me hayas hablado de tu vida cotidiana. ¿Echas de menos aún los pájaros del Pirineo? Yo no sé si el silencio no es más hermoso que todos los cantos. En un amplio paisaje, cuando el sol se pone o cuando amanece, no hay armonía más completa que el silencio. Incluso si los hombres hablan y hacen ruido alrededor, se oye el silencio que planea por encima y se extiende tan lejos como el cielo. Soy feliz de que tengas agua pura, el agua pura es algo bello. En África las noches deben ser muy claras y llenas de estrellas. ¿Las miras mucho?, ¿las conoces? Platón decía que la vista es verdaderamente valiosa porque nos hace conocer las estrellas, los planetas, la luna, el sol. Por mi parte me avergüenza decir que apenas conozco las constelaciones y sus nombres. Hace algunos meses me procuré un planisferio para acabar con mi ignorancia, pero no lo estudié porque pensé después que no necesitaba libros para mirar el cielo y que mirándolo a menudo y durante mucho tiempo puedo llegar a reconocer sin ayuda los grupos de estrellas y el movimiento del cielo como los pastores que inventaron la astronomía hace miles de años. No hay mayor gozo para mí que mirar el cielo una noche clara, con una atención tan concentrada que todos los demás pensamientos desaparecen. Entonces se diría que las estrellas entran en el alma.

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Nueva York, 1942

Hoy tengo que decirte algo que, me temo, te va a dar mucha pena. Se me desgarra el corazón al pensarlo. Ya te hablaba en mi última carta de las gestiones hechas por mis padres para ir a los Estados Unidos, diciéndote que no podía negarme a acompañarles. Pero no pensaba que esas gestiones tuvieran éxito enseguida. Pues lo han tenido y, de casualidad, hemos encontrado sitio en un barco. Acabo de hacer esta travesía que a ti te pareció tan bella. Mientras la maravillosa presencia del mar en torno nuestro colmaba mi alma, pensaba en ti.

Me entristece pensar que las cartas tardan más tiempo desde los Estados Unidos que desde Marsella [...]. Aunque en todo caso seguiremos escribiéndonos. Y sobre todo estaremos unidos por el pensamiento. Pensaré en ti todos los días. [...] Encargo a las estrellas, al sol, al azul del cielo, a los pájaros, a la luz, a la inmensidad del espacio- a todo eso que siempre va contigo- que te lleven mis pensamientos y que te den todos los días la alegría que te deseo y que te mereces.

Perdona por no haber podido hacer nada por ti y por irme ahora tan lejos. Cree en mi profunda amistad. Le he dejado a la señora Bercher dinero para ti, y confío que en el futuro podré seguir mandándote...




Simone Weil fue una filósofa francesa, mística y activista política, cuyos escritos influyeron en el pensamiento social europeo. Antonio, un amigo suyo español, campesino y anarquista.


Fuente: Conciencia sin fronteras

1 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Estaba, estuvo enamorada de Antonio Atarés?