Ya se fue la diosa. ¿La volveré a ver? Quisiera apartar de mi pensamiento toda tristeza, para que mis letras no lleguen a ti impregnadas de una melancolía que, por nada del mundo quisiera que fuese contagiosa. Hay que buscar razones para consolarse de lo inevitable. Así, pienso yo que los amores, aún los más realistas, se dan en sus tres cuartas partes en el retablo de nuestra imaginación. Por eso la ausencia tiene también su encanto, porque al fin, es un dolor que se espiritualiza con el recuerdo de las presencias. Acaso todas las diferencias entre los hombres son de memoria y fantasía. Saber recordar, saber imaginar ... Tal vez el amor no es más que eso, y donde eso acaba, comienza la materia, la muerte. (...) Mientras podemos recordar, -recordarnos-, vivimos, y la vida tiene un valor: el de nuestras imágenes. Y ahora te veo yo, diciéndome ¡adiós! con la mano, el día de nuestra última entrevista, y tras esa imagen se me va el corazón, tantas veces como la evoco. Y para consolarme traigo a la memoria, la radiante sorpresa de tu llegada, el último día que nos vimos. Lo maravilloso del espíritu es el poder milagroso de elegir entre las imágenes, y cambiar a voluntad unas por otras. (...) Aunque de cuando en cuando, diosa mía, me invade una enorme tristeza. Porque aunque la fantasía pone mucho para consuelo de amantes ausentes, no llega a tener la virtud de la presencia real. ¡Si vieras lo que son para mí tus cartas en Segovia! Y no olvides esos ¿Sabes? tuyos que a mí me electrizan. Sospecho que ahora me estás escribiendo ¿Verdad?
(...) ¿Que si recuerdo lo que me dijiste de mi cara cuanto te veo? Gracias, amor mío, gracias. Eso es muy verdad. No dudo que se me ilumine el rostro. Es que como dice Gonzalo de Berceo: "me sale fuera la luz del corazón" y esa luz es la que pone mi diosa. (…) ¿Cuándo nos veremos? Sueño con nuestro rincón. ¡Ojos y labios de mi diosa! ¡Su cuerpo tan precioso y tan defendido por el alma que lleva dentro! Todo para mí se ilumina cuando te veo, Pilar ¿Cómo has conquistado a tu poeta? Tú, tan serena, tan suave y ¡tan fuerte! ¿De qué sustancia invisible es la cadena que me echaste al cuello? Y todo sin pretenderlo. Esa es la diferencia entre la mujer y la diosa. La mujer se propone atraer; a la diosa le basta ser para dominar. En verdad, que ya podría yo morirme, porque ¿Qué más puedo yo esperar de la vida? El domingo te sentí a las doce ¡tan cerca! Y tus ¿Sabes? me quemaban el corazón...
Tras la muerte de su esposa Leonor, Machado se sumió en una gran depresión. Años más tarde conoció a la poetisa Pilar de Valderrama y se enamoró de ella. En sus versos la llamaba Guiomar. Estas cartas eran clandestinas. Una amiga común se las hacía llegar a Pilar, o las dejaban en un buzón especial del café Continental. Ella vivía en Madrid, estaba casada, y a pesar de que su marido le había sido infiel, ella siempre intentó mantener las apariencias y nunca se separó de su marido. Pero este amor pareció ser platónico y que nunca pasó más allá de las miradas enamoradas del poeta, las tardes en un café mirándola, y estas deliciosas cartas en las que D. Antonio dice a su amada con toda la sencillez y la dulzura del mundo todo lo que no se atrevía a decirle cara a cara.
(...) ¿Que si recuerdo lo que me dijiste de mi cara cuanto te veo? Gracias, amor mío, gracias. Eso es muy verdad. No dudo que se me ilumine el rostro. Es que como dice Gonzalo de Berceo: "me sale fuera la luz del corazón" y esa luz es la que pone mi diosa. (…) ¿Cuándo nos veremos? Sueño con nuestro rincón. ¡Ojos y labios de mi diosa! ¡Su cuerpo tan precioso y tan defendido por el alma que lleva dentro! Todo para mí se ilumina cuando te veo, Pilar ¿Cómo has conquistado a tu poeta? Tú, tan serena, tan suave y ¡tan fuerte! ¿De qué sustancia invisible es la cadena que me echaste al cuello? Y todo sin pretenderlo. Esa es la diferencia entre la mujer y la diosa. La mujer se propone atraer; a la diosa le basta ser para dominar. En verdad, que ya podría yo morirme, porque ¿Qué más puedo yo esperar de la vida? El domingo te sentí a las doce ¡tan cerca! Y tus ¿Sabes? me quemaban el corazón...
Tras la muerte de su esposa Leonor, Machado se sumió en una gran depresión. Años más tarde conoció a la poetisa Pilar de Valderrama y se enamoró de ella. En sus versos la llamaba Guiomar. Estas cartas eran clandestinas. Una amiga común se las hacía llegar a Pilar, o las dejaban en un buzón especial del café Continental. Ella vivía en Madrid, estaba casada, y a pesar de que su marido le había sido infiel, ella siempre intentó mantener las apariencias y nunca se separó de su marido. Pero este amor pareció ser platónico y que nunca pasó más allá de las miradas enamoradas del poeta, las tardes en un café mirándola, y estas deliciosas cartas en las que D. Antonio dice a su amada con toda la sencillez y la dulzura del mundo todo lo que no se atrevía a decirle cara a cara.
_______________________________________________
Ahora estoy recibiendo libros de poetas jóvenes: Jorge Guillén, Pedro Salinas, con dedicatorias muy cariñosas. Son jóvenes de gran talento y, además, excelentes muchachos. Nadie más deseoso que yo de que sus libros sean maravillosos.. Pero, te confieso que, a pesar de mi buen deseo, no logro comprenderlos: quiero decir que no comprendo que eso sea poesía. Te llevaré un día algunos versos de esos muchachos, los leeremos para que tú me ayudes a descifrar esos laberintos de imágenes y conceptos, donde yo no descubro la menor emoción humana. Porque la lírica ha sido siempre una expresión del sentimiento, el cual contiene a la sensación -no a la inversa- y se relaciona con las ideas, se engendró siempre en la zona central de nuestra psique, y nunca pretendió hablar, ni a la pura sensibilidad, ni mucho menos, a la pura inteligencia.
En esta carta cuenta cómo los jóvenes poetas de la Generación del 27 le escriben para pedirle consejo sobre sus innovaciones en la poesía que estaban empezando a hacer. Machado, tan educado y correcto como siempre, no quiso desilusionarles y les animaba a seguir adelante, y se lo comenta a Pilar.
Ahora estoy recibiendo libros de poetas jóvenes: Jorge Guillén, Pedro Salinas, con dedicatorias muy cariñosas. Son jóvenes de gran talento y, además, excelentes muchachos. Nadie más deseoso que yo de que sus libros sean maravillosos.. Pero, te confieso que, a pesar de mi buen deseo, no logro comprenderlos: quiero decir que no comprendo que eso sea poesía. Te llevaré un día algunos versos de esos muchachos, los leeremos para que tú me ayudes a descifrar esos laberintos de imágenes y conceptos, donde yo no descubro la menor emoción humana. Porque la lírica ha sido siempre una expresión del sentimiento, el cual contiene a la sensación -no a la inversa- y se relaciona con las ideas, se engendró siempre en la zona central de nuestra psique, y nunca pretendió hablar, ni a la pura sensibilidad, ni mucho menos, a la pura inteligencia.
En esta carta cuenta cómo los jóvenes poetas de la Generación del 27 le escriben para pedirle consejo sobre sus innovaciones en la poesía que estaban empezando a hacer. Machado, tan educado y correcto como siempre, no quiso desilusionarles y les animaba a seguir adelante, y se lo comenta a Pilar.
0 comentarios:
Publicar un comentario