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29 octubre 2008

Carta de Diderot a Antonio Gabriel de Sartine

De lo que aquí se trata es de examinar, según el estado en que se encuentran las cosas e incluso a la luz de las suposiciones, cuáles serán las consecuencias de los daños existentes y que podrían infligirse a nuestra Librería; si ella debe seguir soportando por mucho tiempo más los negocios que los extranjeros hacen con su comercio; cuál es la relación entre ese comercio y la literatura; si es posible que empeore uno sin menoscabo del otro o que un librero se empobrezca sin arruinar al autor; cuáles son los privilegios de los libros; si esos privilegios deben comprenderse bajo la denominación general y odiosa de "otras exclusividades"; si existe algún fundamento legitimo para limitar su duración y negar su renovación; cuál es la naturaleza de los fondos editoriales de una librería; cuáles son los títulos que avalan la posesión de una obra al librero cuando la adquiere por cesión de un literato; si tales títulos son momentáneos o perpetuos. El examen de estos diferentes puntos me conducirá al esclarecimiento de otros que usted me consulta.

Pero ante todo, señor, piense que, resulta más enojoso caer en la pobreza que nacer en la miseria; que la condición de un pueblo embrutecido es peor que la de un pueblo bruto; que una rama de comercio extraviada es una rama de comercio perdida y que en diez años se causan más males de los que se pueden reparar en un siglo.



Fragmento de una carta sobre el comercio de libros, escrita por Diderot en 1763 a un funcionario de Francia, Antonio Gabriel de Sartine, por entonces a cargo de la "Dirección de Librería" en París. Tenía por finalidad presentar ante las autoridades de la poca una defensa del gremio contra los perjuicios y las restricciones a su comercio. Sin embargo, Diderot aprovecha aquellos objetivos preliminares para articularlos con sus reflexiones y propuestas políticas.

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