Lunes 3 de Octubre
Nelson, mi amor, el sábado recibí tu carta, cuando volvía de dar un largo paseo en coche, y me sentí muy complacida con los recortes que adjuntabas. Lo malo, cariño, es que tengo un serio problema que debería escribir al consultorio sentimental de un seminario para mujeres. “Querido consultorio, hace un par de años me enamoré de un simpático joven de Chicago, un pobre muchacho que no andaba muy bien de la cabeza. De la noche a la mañana se ha convertido en un hombre que tiene un gran éxito internacional, es millonario, lo comparan incluso con Dostoievski. ¿Qué debo hacer para no perder su amor? ¿Acaso tendré que olvidarlos?”, tengo un poco de miedo, ya lo ves. Y tu última carta era bastante corta y se te notaba muy atareado, puede que te gane el orgullo y que ya no me escribas más. De todos modos, de momento, mientas se supone que aun me quieres, has de saber que me alegra todo lo que a ti te alegre.
(…)
Tu Simone
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De Nelson Algren a Simone de Beauvoir
1 de noviembre de 1952.
Uno todavía puede tener los mismos sentimientos hacia alguien y no permitirles que gobiernen o transformen su vida. Amar a una mujer que no te pertenece, antepone otras cosas y otras personas, sin que ni siquiera haya una posibilidad de que tú ocupes el primer lugar, es algo que resulta simplemente inaceptable. No me arrepiento de ninguno de los instantes que pasamos juntos. Pero quiero un tipo diferente de vida. La decepción que sentí hace tres años cuando empecé a darme cuenta de que tu vida pertenecía a Paris y a Sastre… la ha embotado el tiempo. Lo que reintentado hacer desde entonces es apartar mi vida de ti. Mi vida significa mucho para mí, no quiero que pertenezca a alguien tan alejada, alguien a quien sólo veo pocas semanas al año.
Nelson
Fuente: Ocursos dentro de un placard
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De Simone de Beauvoir a Nelson Algren
1953, Viernes
Cariño, he recibido tu última carta esta misma mañana. ¿Sabes una cosa? No es que te eche en falta demasiado, pero sí te echo en falta. Te voy contar un secreto, que quede entre tú y yo: cuando me encontré el lunes con tus cartas, sobre todo con esa en la que dices que a veces, por las mañanas, sientes que una especie de muerte se va asentando en ti, una muerte entre tú y yo, por estar los dos lejos, lejísimos, y durante demasiado tiempo, tuve un verdadero dolor de corazón, no un simple latigazo, sino una verdadera crispación de angustia. Olga y Bost se marchaban a Roma a la mañana siguiente, así que fuimos a beber para celebrar la última noche de Bost en París, y yo bebí demasiado, y de repente, a las dos de la madrugada, la banda de jazz tocó una melodía norteamericana que habíamos oído juntos, y eso sí me causó tal dolor de corazón que a punto estuve de desmayarme por primera vez en mi vida. Ya lo ves, aunque me empeñe en combatir contra esos dolores, mi corazón-helicóptero sigue profundamente unido a ti. Nelson, por favor, gana algo de dinero y ven a París. No soporto la idea de que no nos volvamos a ver nunca más. De todos modos, como deseas venir algún día, sé que vendrás. Sigo esperándote, y no dejaré de esperarte hasta el día en que vengas y bebas whisky conmigo. Tenemos que hacerlo. Combato contra los dolores de corazón, pero nunca combatiré contra la alegría y la felicidad que sentiré cuando aterrices aquí. Me parece muy dulce por tu parte pensar en escribir algún día un libro para mí. Deberías hacerlo. Yo sigo escribiendo el «tuyo» y ya se acerca al final, aunque ha sido muy arduo de escribir, el más arduo de los que he escrito. Sí, me gustaría leer el libro de Geismar, y probablemente lo utilice en Les Temps modernes para que la gen¬te de aquí sepa qué es o qué fue positivo en tu país. Me gustó la crítica que te hizo, está claro que sabe qué es la literatura. Y también me gustó lo que decías sobre Mickey Spillane; he leído algunos libros suyos, pues me gusta esa especie de no literatura, pero debo decir que jamás habría supuesto que fuese un hombre religioso. Me gustó mucho Un hombre con botas a pesar de sus defectos. Me parece buena idea rehacerla ahora que de veras sabes cómo escribir. Y espero que te dé algún dinero.
Me interesó mucho todo lo que dices sobre los Rosenberg. Me acuerdo de la primera vez que tuve noticias del caso, leyendo The Guardian, sentada en el sofá, cuando tú me hablaste de ellos. Supongo que tienes toda la razón, que es difícil confiar demasiado en Rusia. El asunto Beria es sumamente extraño. Nos gustaría tener alguna esperanza puesta en Norteamérica, pero cada vez que lo comento me parece una esperanza descabellada. El viaje por Yugoslavia fue emocionante. Es un país terriblemente pobre, aunque tiene una acusada diferencia con el sur de Italia, que visité el año pasado y que también es terriblemente pobre. En el sur de Italia no trabajaba nadie, toda la tierra es propiedad de los ricos terratenientes que viven lejos de allí, una siente una mezcla de compasión y de asco ante ese detestable estado de cosas. En Yugoslavia, en cambio, nadie es rico, todo el mundo trabaja y tiene sus esperanzas, hay grandes escuelas a las que han de asistir todos los niños hasta los dieciséis años; allí se nota la dura pugna que mantienen los hombres de buena voluntad contra la aspereza de la tierra. Y es una pugna difícil, porque estos campesinos, que son casi tan primitivos y tan ignorantes como los campesinos de la India, tienen que convertirse en obreros industriales, en mecánicos. De momento ya han logrado construir ciudades, carreteras, puentes: la más mínima carretera, y qué decir de los puentes, son conmovedores, pues representan una dura conquista. ¡Qué lejos queda de la riqueza de Suiza e incluso de la riqueza del norte de Italia! Tuvimos que llevar aceite para el coche, pues allí no existe; no tienen medios para reparar un automóvil, y prácticamente no tienen qué comer; por eso fue complicado el viaje, sobre todo cuando hacía mucho calor, y por eso mismo no estuve más que diez días. Son bellos los paisajes y también algunas ciudades, sobre todo una musulmana, en la que hay mezquitas y mujeres que aún llevan velo y visten largos pantalones a la turca, todo muy interesante; la gente es realmente encantadora. Hablábamos con ellos solo en alemán, por más que odian a los alemanes y adoran Francia.
Ahora me quedaré un tiempo en París, hace buen tiempo, mucha gente se ha ido fuera; espero trabajar de firme. Recibí una carta de Nathalie; me parece que está algo mejor, ¡y quiere hacerse psicoanalista de niños! Extraña idea, ya que ella no entiende a nadie y solo se preocupa de sí misma.
Cariño, ten la seguridad de que aquí todo el mundo te echa de menos como mínimo dos veces al año, y de que yo no paso un solo día sin pensar en ti con todo mi amor.
He conservado todos nuestros recuerdos, no los pierdo nunca, nunca te vas de mi corazón. No habrá muerte entre tú y yo.
Tu Simone, con el corazón fiel.
Simone de Beauvoir tenía como amante al escritor de origen norteamericano Nelson Algren, lo notable es que entre ellos se llegaron a intercambiar 300 cartas aproximadamente. Estas cartas fueron escritas entre los años 1947 y 1964. En ellas se ve una gaceta muy diferente a la que representaba en sus ensayos feministas. Se la nota tierna, carnal y enamorada, muy diferente a la imagen que todos tenían de mujer cerebral y radicalmente libre. Este romance dejo su marca literaria en la famosa autora. Nelson, aparece, escondido, en su novela Los Mandarines.
Nelson, mi amor, el sábado recibí tu carta, cuando volvía de dar un largo paseo en coche, y me sentí muy complacida con los recortes que adjuntabas. Lo malo, cariño, es que tengo un serio problema que debería escribir al consultorio sentimental de un seminario para mujeres. “Querido consultorio, hace un par de años me enamoré de un simpático joven de Chicago, un pobre muchacho que no andaba muy bien de la cabeza. De la noche a la mañana se ha convertido en un hombre que tiene un gran éxito internacional, es millonario, lo comparan incluso con Dostoievski. ¿Qué debo hacer para no perder su amor? ¿Acaso tendré que olvidarlos?”, tengo un poco de miedo, ya lo ves. Y tu última carta era bastante corta y se te notaba muy atareado, puede que te gane el orgullo y que ya no me escribas más. De todos modos, de momento, mientas se supone que aun me quieres, has de saber que me alegra todo lo que a ti te alegre.
(…)
Tu Simone
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De Nelson Algren a Simone de Beauvoir
1 de noviembre de 1952.
Uno todavía puede tener los mismos sentimientos hacia alguien y no permitirles que gobiernen o transformen su vida. Amar a una mujer que no te pertenece, antepone otras cosas y otras personas, sin que ni siquiera haya una posibilidad de que tú ocupes el primer lugar, es algo que resulta simplemente inaceptable. No me arrepiento de ninguno de los instantes que pasamos juntos. Pero quiero un tipo diferente de vida. La decepción que sentí hace tres años cuando empecé a darme cuenta de que tu vida pertenecía a Paris y a Sastre… la ha embotado el tiempo. Lo que reintentado hacer desde entonces es apartar mi vida de ti. Mi vida significa mucho para mí, no quiero que pertenezca a alguien tan alejada, alguien a quien sólo veo pocas semanas al año.
Nelson
Fuente: Ocursos dentro de un placard
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De Simone de Beauvoir a Nelson Algren
1953, Viernes
Cariño, he recibido tu última carta esta misma mañana. ¿Sabes una cosa? No es que te eche en falta demasiado, pero sí te echo en falta. Te voy contar un secreto, que quede entre tú y yo: cuando me encontré el lunes con tus cartas, sobre todo con esa en la que dices que a veces, por las mañanas, sientes que una especie de muerte se va asentando en ti, una muerte entre tú y yo, por estar los dos lejos, lejísimos, y durante demasiado tiempo, tuve un verdadero dolor de corazón, no un simple latigazo, sino una verdadera crispación de angustia. Olga y Bost se marchaban a Roma a la mañana siguiente, así que fuimos a beber para celebrar la última noche de Bost en París, y yo bebí demasiado, y de repente, a las dos de la madrugada, la banda de jazz tocó una melodía norteamericana que habíamos oído juntos, y eso sí me causó tal dolor de corazón que a punto estuve de desmayarme por primera vez en mi vida. Ya lo ves, aunque me empeñe en combatir contra esos dolores, mi corazón-helicóptero sigue profundamente unido a ti. Nelson, por favor, gana algo de dinero y ven a París. No soporto la idea de que no nos volvamos a ver nunca más. De todos modos, como deseas venir algún día, sé que vendrás. Sigo esperándote, y no dejaré de esperarte hasta el día en que vengas y bebas whisky conmigo. Tenemos que hacerlo. Combato contra los dolores de corazón, pero nunca combatiré contra la alegría y la felicidad que sentiré cuando aterrices aquí. Me parece muy dulce por tu parte pensar en escribir algún día un libro para mí. Deberías hacerlo. Yo sigo escribiendo el «tuyo» y ya se acerca al final, aunque ha sido muy arduo de escribir, el más arduo de los que he escrito. Sí, me gustaría leer el libro de Geismar, y probablemente lo utilice en Les Temps modernes para que la gen¬te de aquí sepa qué es o qué fue positivo en tu país. Me gustó la crítica que te hizo, está claro que sabe qué es la literatura. Y también me gustó lo que decías sobre Mickey Spillane; he leído algunos libros suyos, pues me gusta esa especie de no literatura, pero debo decir que jamás habría supuesto que fuese un hombre religioso. Me gustó mucho Un hombre con botas a pesar de sus defectos. Me parece buena idea rehacerla ahora que de veras sabes cómo escribir. Y espero que te dé algún dinero.
Me interesó mucho todo lo que dices sobre los Rosenberg. Me acuerdo de la primera vez que tuve noticias del caso, leyendo The Guardian, sentada en el sofá, cuando tú me hablaste de ellos. Supongo que tienes toda la razón, que es difícil confiar demasiado en Rusia. El asunto Beria es sumamente extraño. Nos gustaría tener alguna esperanza puesta en Norteamérica, pero cada vez que lo comento me parece una esperanza descabellada. El viaje por Yugoslavia fue emocionante. Es un país terriblemente pobre, aunque tiene una acusada diferencia con el sur de Italia, que visité el año pasado y que también es terriblemente pobre. En el sur de Italia no trabajaba nadie, toda la tierra es propiedad de los ricos terratenientes que viven lejos de allí, una siente una mezcla de compasión y de asco ante ese detestable estado de cosas. En Yugoslavia, en cambio, nadie es rico, todo el mundo trabaja y tiene sus esperanzas, hay grandes escuelas a las que han de asistir todos los niños hasta los dieciséis años; allí se nota la dura pugna que mantienen los hombres de buena voluntad contra la aspereza de la tierra. Y es una pugna difícil, porque estos campesinos, que son casi tan primitivos y tan ignorantes como los campesinos de la India, tienen que convertirse en obreros industriales, en mecánicos. De momento ya han logrado construir ciudades, carreteras, puentes: la más mínima carretera, y qué decir de los puentes, son conmovedores, pues representan una dura conquista. ¡Qué lejos queda de la riqueza de Suiza e incluso de la riqueza del norte de Italia! Tuvimos que llevar aceite para el coche, pues allí no existe; no tienen medios para reparar un automóvil, y prácticamente no tienen qué comer; por eso fue complicado el viaje, sobre todo cuando hacía mucho calor, y por eso mismo no estuve más que diez días. Son bellos los paisajes y también algunas ciudades, sobre todo una musulmana, en la que hay mezquitas y mujeres que aún llevan velo y visten largos pantalones a la turca, todo muy interesante; la gente es realmente encantadora. Hablábamos con ellos solo en alemán, por más que odian a los alemanes y adoran Francia.
Ahora me quedaré un tiempo en París, hace buen tiempo, mucha gente se ha ido fuera; espero trabajar de firme. Recibí una carta de Nathalie; me parece que está algo mejor, ¡y quiere hacerse psicoanalista de niños! Extraña idea, ya que ella no entiende a nadie y solo se preocupa de sí misma.
Cariño, ten la seguridad de que aquí todo el mundo te echa de menos como mínimo dos veces al año, y de que yo no paso un solo día sin pensar en ti con todo mi amor.
He conservado todos nuestros recuerdos, no los pierdo nunca, nunca te vas de mi corazón. No habrá muerte entre tú y yo.
Tu Simone, con el corazón fiel.
Simone de Beauvoir tenía como amante al escritor de origen norteamericano Nelson Algren, lo notable es que entre ellos se llegaron a intercambiar 300 cartas aproximadamente. Estas cartas fueron escritas entre los años 1947 y 1964. En ellas se ve una gaceta muy diferente a la que representaba en sus ensayos feministas. Se la nota tierna, carnal y enamorada, muy diferente a la imagen que todos tenían de mujer cerebral y radicalmente libre. Este romance dejo su marca literaria en la famosa autora. Nelson, aparece, escondido, en su novela Los Mandarines.
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