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09 enero 2009

Carta de Luís I de Baviera a Lola Montes

6 de julio de 1847

Lolita mía, el mundo te odia y te persigue; pero por mucho que se esfuercen tus enemigos para desunirnos, mi corazón se estrechará más cada vez con el tuyo. Cuando más te odian, más amada eres, y más firmemente adquieres lo que desearían quitarte; jamás me separaré de ti.
No odian a las otras mujeres; solo están furiosos contra ti; todo lo que tú haces es para ellos un crimen; querrían castigar hasta tus palabras como si fuesen acciones. Pero la bondad del corazón se descubre por sí misma; posees una alma noblemente elevada; con todo, los bajos que se supo­nen grandes, quisieran echarte de aquí como a un paria.
¡Soy tuyo para siempre; para siempre tú eres mía! ¡Qué felicidad tan grande esta que, como una onda, se renueva a sí misma en su eterna fuente!
Gracias a ti mi vida se ha ennoblecido; mi vida que sin ti era solitaria y vacía; tu amor es el alimento de mi corazón; si no se nutriera de él, moriría. Y aunque todo el mundo te abandonase, yo no te abandonaré jamás; conservaré siempre para ti un corazón constante y una verdadera fidelidad alemana. Puesto que has roto por mí todos tus vínculos anteriores, puesto que yo he roto para ti todos los míos, vida de mi vida, soy tuyo, soy tu esclavo.
No tengo nada que ver con tus enemigos; sus mañas no pueden nada conmigo, ningún artificio logrará des­prenderme de ti. El poder del amor me eleva por encima de ellos. Contigo se terminará mi peregrinación terrestre; y como el alma está unida al cuerpo, así, hasta la muerte, mi ser estará unido al tuyo. He hallado en ti lo que jamás había hallado en persona alguna. Solo al verte comprendí que para mí comenzaba una vida nueva; todos los sentimientos que otras me habían inspirado se extinguieron. ¡Porque mis ojos leen en los tuyos: amor!



En 1847, Luis I de Baviera invitó a la bailarina y actriz irlandesa Lola Montes a la residencia real de Aschaffenburg. La consecuencia más inmediata fue que ambos se hicieron amantes. Luis empezó a aparecer en público con ella, y le compró una vivienda en Munich. A pesar de que tenía fama de tacaño, comenzó a ser afecto a las extravagancias, a colmar a Lola regalos y escribirle poemas de amor. Pero Lola era muy arrogante, trataba a la gente con superioridad y empezó a perder su sentido común. Toda Baviera empezó a manifestarse contra ella. En 1848, Luis no pudo soportar más la presión y con profunda tristeza, ordenó a Lola que abandonara Baviera. Lola se fue, cobrando antes una importante indemnización. Durante los días siguientes, la ira de los bávaros se dirigió contra su antes tan amado rey, que en mayo de aquel año se vio obligado a abdicar.

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