Varese, 7 de junio de 1819
Señora:
Me ha sumido en la desesperación. Me acusa repetidamente de no ser delicado, como si, en sus labios, tal acusación no significara nada. ¿Quién habría pensado, cuando me separé de usted en Milán, que la primera carta que me escribiría iría encabezada con señor, o que usted me acusaría de no ser delicado?
Ah, señora, es muy fácil para un hombre que no tiene pasión comportarse siempre con moderación y prudencia. También yo, cuando soy capaz de hacer caso a mi propio consejo, creo que no carezco de discreción. Pero estoy dominado por una pasión fatal que ya no me deja ser dueño de mis acciones. Me había jurado a mí mismo alejarme de usted o, al menos, no verla y no escribirle hasta que usted hubiese regresado, pero una fuerza más poderosa que todas mis decisiones me arrastraba hacia los lugares donde usted se encontraba. Percibo con toda claridad que, de ahora en adelante, esta pasión va a ser la gran preocupación de mi vida. Todos los intereses, todas las consideraciones han palidecido ante ella. Esta necesidad fatal que tengo de verla me arrastra, me domina, me transporta. Hay momentos, durante las largas tardes solitarias, en los que, si fuera necesario asesinar con tal de verla, me convertiría en asesino.
Stendhal (1783-1842), fue un escritor francés del siglo XIX. Cuando cae Napoleón, se va a Milán, dedicándose a la música y la pintura y allí conoce a Matilde Viscontini Dembowski. Por ella experimenta todos los matices del amor pasión y está dispuesto a renunciar a las relaciones fáciles y vacías que en otra época creyó disfrutar. Pero Matilde permanece indiferente y le amenaza con dejar de verlo si sigue agobiándola. Stendhal se desespera, hasta el punto de seguir de incógnito a su amada a un pueblo donde ella pasa sus vacaciones. Pero le descubre, y como castigo sólo le permite verla dos veces al mes. Stendhal se desespera, y su amor por ella dura apenas un tiempo más, hasta que, cansado de rogar y no obtener respuesta, se retira derrotado.
Señora:
Me ha sumido en la desesperación. Me acusa repetidamente de no ser delicado, como si, en sus labios, tal acusación no significara nada. ¿Quién habría pensado, cuando me separé de usted en Milán, que la primera carta que me escribiría iría encabezada con señor, o que usted me acusaría de no ser delicado?
Ah, señora, es muy fácil para un hombre que no tiene pasión comportarse siempre con moderación y prudencia. También yo, cuando soy capaz de hacer caso a mi propio consejo, creo que no carezco de discreción. Pero estoy dominado por una pasión fatal que ya no me deja ser dueño de mis acciones. Me había jurado a mí mismo alejarme de usted o, al menos, no verla y no escribirle hasta que usted hubiese regresado, pero una fuerza más poderosa que todas mis decisiones me arrastraba hacia los lugares donde usted se encontraba. Percibo con toda claridad que, de ahora en adelante, esta pasión va a ser la gran preocupación de mi vida. Todos los intereses, todas las consideraciones han palidecido ante ella. Esta necesidad fatal que tengo de verla me arrastra, me domina, me transporta. Hay momentos, durante las largas tardes solitarias, en los que, si fuera necesario asesinar con tal de verla, me convertiría en asesino.
Stendhal (1783-1842), fue un escritor francés del siglo XIX. Cuando cae Napoleón, se va a Milán, dedicándose a la música y la pintura y allí conoce a Matilde Viscontini Dembowski. Por ella experimenta todos los matices del amor pasión y está dispuesto a renunciar a las relaciones fáciles y vacías que en otra época creyó disfrutar. Pero Matilde permanece indiferente y le amenaza con dejar de verlo si sigue agobiándola. Stendhal se desespera, hasta el punto de seguir de incógnito a su amada a un pueblo donde ella pasa sus vacaciones. Pero le descubre, y como castigo sólo le permite verla dos veces al mes. Stendhal se desespera, y su amor por ella dura apenas un tiempo más, hasta que, cansado de rogar y no obtener respuesta, se retira derrotado.
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