Idolatrada Elena: siempre que puedo, bien te miro y se me van los ojos detrás de ti y tras ellos, mi corazón y mis sentidos. Mil besos de tu invariable. Alfonso.
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Elena mía: Cada minuto te quiero más y deseo verte, aunque esto es imposible en estos días. No tienes idea de los recuerdos que dejaste en mí. Cuenta conmigo para todo. No te he escrito por la falta material de tiempo. Dime si necesitas guita y cuánta. A los nenes un beso de tu
Alfonso.
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Querida Elena: hasta hoy no te he podido remitir lo que va adjunto porque cerré el mes con deudas y sin un cuarto. Me castigo por el retraso, según verás, remitiéndote 500 pesetas de plus. Seré más exacto en adelante. Me alegro de que el nene esté bueno. Mil besos de tu
Alfonso
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Qué monería de retratos y cómo te lo agradezco. El chico hace bien en agarrarse a lo mejor que tiene y por eso le va a gustar tocar la campanilla. Tú estás que te hubiera comido a besos y me pusiste Dios sabe cómo. Daría cualquier cosa por verte mas no es posible. Recibe un abrazo, Alfonso.
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Amor mío, mañana miércoles 15, a las 11 menos cuarto, espero estar en tus brazos.
Adorada Elena: perdón si anoche te hice tanto sufrir. Varias veces me desperté pensando en ti y lleno de remordimientos.
En la capital austriaca tuvo lugar el primer encuentro entre Alfonso XII y la cantante de ópera Elena Sanz, en 1872. Isabel II fue quien los presentó y fomentó la relación. Alfonso tenía 15 años, y la cantante era una mujer de 28. Alfonso quedó extasiado ante la diva. Elena Sanz acabó sucumbiendo al amor del rey, abandonando los escenarios. Alfonso XII, loco de pasión, aprovechaba cualquier resquicio para ver a su amante. Ambos seguían manteniendo su romance en un palacete de la sierra madrileña, incluso después que Alfonso se viera obligado a casarse con María Cristina de Austria. Elena y el monarca tuvieron dos hijos.
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