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29 junio 2009

Carta de la Zarina Alexandra al Zar Nicolás II de Rusia




30 de diciembre de 1915


De nuevo tú partes solo, y con el corazón oprimido yo te digo adiós. Por largo tiempo no tendré más ni tus besos ni tus caricias. Quisiera fundirme en ti, aprisionarte en mis brazos y hacerte sentir mi amor infinito. Tú eres mi vida, mi alma, y cada separación me causa un dolor inmenso, porque es ser desgarrada de lo que me es más querido y más sagrado. Adiós, mi ángel, esposo de mi corazón. Envidio a mis flores porque ellas te acompañarán. Te encierro fuertemente dentro de mi pecho; beso cada objeto querido con un tierno amor. ¡Que Dios te bendiga y te guarde de todo mal; que él te dirija y te preserve del peligro durante este nuevo año; que él nos dé la gloria y una paz sólida en recompensa por todo lo que esta guerra te cuesta! Yo te beso tiernamente y trato de olvidar todo mirando tus queridos ojos. Poso mi cabeza fatigada sobre tu adorado pecho. Esta mañana he tratado de calmarme y de cobrar fuerzas para enfrentar la separación. Hasta pronto, mi pequeño pájaro, mi sol, mi marido. Por siempre, tu mujer y tu amiga hasta la muerte.






Alexandra Feodorovna fue hija del gran duque Luis IV de Hesse. A los dieciséis años conoció al príncipe heredero de Rusia, Nicolás II, que quedó prendado de ella y finalmente contrajeron matrimonio. El imperio se fue desquebrajando: el Zar, débil e indeciso tomó decisiones erróneas una tras otra, llevando al pueblo a guerras que lo desangraron y lo mermaron. Muchos culpan de ello a la Zarina, quien en vez de acercarse al pueblo, se aisló totalmente (y a sus hijos también). Se dice que llegó a tener una profunda relación con el famoso y terrible Rasputín. Al producirse la Revolución Rusa de 1917, se la aprisiona junto a toda la familia imperial, y son ajusticiados el 16 de julio de 1918.

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