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26 julio 2009

Carta de Mercé Rodoreda a Rosa Chacel





Romanyá de la Selva, 21-VI-1976

Querida Rosa Chacel:

Recibí su Barrio de Maravillas dedicado, y su carta. Fue una sorpresa y una gran alegría. Mi admiración por usted empezó con su libro de relatos. Este decir lo indecible, este ahondar en la vida más secreta, estos mundos de misterio y de gran poesía que usted da no hay palabras para agradecerlos. Es usted extraordinaria. No he leído aún su Barrio de Maravillas porque su libro me ha pillado en un momento de gran actividad campesina. Compré un poco de tierra en una urbanización aquí, en Romanyá (donde paso temporadas en casa de unos amigos) y seguramente acabaré haciéndome construir un refugio. Hay hombres limpiándome de zarzas un pedazo de bosque y un hombre con una máquina de miedo allanándome el terreno y trasladando piedras de dos y tres toneladas de un lado para otro. Parece un druida. Y yo detrás, asombrada. Una locura. Leeré su libro así que termine todo esto, porque quiero leerlo como se debe: sin estorbos, con toda mi atención puesta en él. Hay tanta riqueza en sus textos que no tendría perdón que me saltara una sola frase o que se me escapara el más tenue matiz. Que su amigo J.P. Quiñonero hablara de usted, de Margueritte Yourcenar y de mí atribuyéndonos cualidades conjuntas me pareció ligeramente desorbitado. Usted a mí me da cien vueltas y Margueritte Yourcenar es una estrella que brilla en un cielo lejano. Si oyó hablar bien de mí como persona fue un error de la persona que habló bien de mí. Si la bondad es armonía y la maldad desorden, yo soy una persona absolutamente malvada a causa de los desórdenes que en mi larga y ya decadente vida he provocado. Actualmente estoy peleándome con unas inocentes páginas en blanco que, poco a poco, con paciencia y tiempo, y a fuerza de numerarlas, acabarán convirtiéndose en una novela. Tengo que vencer épocas de grandes perezas en las cuales lo que más me atrae es mirar. Pero de pronto, en pleno estado vegetativo me da un ataque de responsabilidad, pienso que he de dar algo a mi pobre país, lo que sea, aunque sea poco; entonces me encierro y me siento delante de la máquina, llena de entusiasmo, como si se acabara el mundo y una mosca volando me irrita porque me distrae... hasta que un buen día lo dejo todo porque pienso que nada de lo que escribo vale la pena... ¡Y a mirar!

No me agradezca lo que dije de usted a Beneyto. No tiene importancia comparado con lo que hubiera dicho si supiera expresarme mejor. Lo importante es Rosa Chacel. Si algún día va a Barcelona déme señales de vida. Me gustaría mucho conocerla y charlar con usted.

Con todo mi afecto.

M. Rodoreda

P.S. Así que Pere Gimferrer haya terminado de traducir mi última novela Mirall trencat y Seix Barral la haya editado, se la mandaré. Pero Gimferrer, que es poeta, vive de cara a la eternidad, traduce mi libro como si ejecutara un trabajo de orfebrería y pierde el sentido del tiempo. Que se va.

Mercé Rodoreda






Mercè Rodoreda (1908–1983), fue una escritora española en lengua catalana. En 1939 se exilió a Francia,y fue allí donde escribió su obra más aclamada, La plaça del diamant (La plaza del diamante), considerada como la novela más importante de la narrativa catalana de posguerra. En 1972 volvió a Cataluña, después de la muerte de su amante. Mantuvo una gran amistad con otra novelista española, Rosa Chacel. Una amistad que, sobre todo, revela una sincera admiración mutua. En esta carta, Rododera la da las gracias por el libro que Rosa le regaló: Barrio de Maravillas.

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