Granada, 29 de Mayo
1938
Señor Don Joaquín Romero Murube,
Mi querido amigo:
A pesar de la culpable apariencia de mi silencio, aseguro a Vd. que sólo ha obedecido al deseo de escribirle con la tranquilidad que desgraciadamente me ha faltado desde que recibí su libro. ¡Y qué magníficos ratos le debo!
Lo he leído (y releído en muchas de sus páginas), y tal emoción hallaba a veces en él, que me parecía revivir los años de infancia, cuando conocí Sevilla y espontáneamente sentí la fuerte emoción de sus cosas esenciales.
Puede Vd. creer que mi contrariedad por no poder escribirle aún se aumentaba pensando en la mucha bondad y amistad con que me ha honrado Vd. dedicándome uno de los capítulos (y de los más andaluces) de su libro exquisito. Por cierto que nunca como en ese capítulo (salvo en cierta foto) he encontrado un reflejo más exacto de los efectos de mi enfermedad, ni tampoco andaluzada mayor que esos generosos calificativos con que Vd. lo adorna...
Mis males siguen sin decidirse a olvidarme, aunque, gracias a Dios, el buen ánimo sigue también siempre firme. Inmenso beneficio que me permite dedicar al trabajo de música (que de otro modo tendría que abandonar) los pocos ratos favorables que me dejan libre los médicos y sus auxiliares, con los demás obstáculos que nunca faltan y que imposibilitan todo plan de vida.
Esperando confiadamente en su perdón y con vivo agradecimiento, le envía un saludo cordialísimo su muy amigo
Manuel de Falla
Manuel de Falla y Matheu (1876, Cádiz, España - 1946, Alta Gracia, Argentina) fue uno de los compositores españoles más destacados del siglo XX. La vida de Falla está marcada por cinco ciudades: Cádiz, Granada, Madrid, París y Buenos Aires. Entre 1907 y 1914 vivió en París, donde conoció a Debussy, Dukas y Ravel, y en 1915 estrenó en Madrid El amor brujo. De ese periodo es también El sombrero de tres picos, ballet estrenado en Londres en 1919. Falla, ya a sus cincuenta y un años, aparece en el ámbito nacional como un andaluz consagrado —fino, sensible, universal—. Y ésta es la faceta que va a interesar al poeta sevillano Joaquín Romero Murube (1904-1973), aparte de la admiración que por él sentía, y al que conoció en Granada, a través de Lorca. Y movido de esta doble admiración, Joaquín le envió su libro "Sevilla en los labios", y le dedicó el segundo motivo de su ensayo: La Danza Andaluza, en donde interpreta las diferentes danzas del Sur: A Don Manuel de Falla. Falla quedó impresionado tras leer el libro, como se demuestra en esta carta.
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