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19 septiembre 2009

Cartas de Guy de Maupassant a Gustave Flaubert

Los trabajos sin alegría del ministerio aburren a Maupassant; además tiene singulares molestias que le preocupan; consulta a los médicos cuya opinión no le satisface más que a medias. En esta carta cuenta a su «maestro» sus nuevas angustias.




El 21 de agosto de 1878:

No le he escrito, mi querido Maestro, porque estoy completamente abatido moralmente. Durante tres semanas me dediqué a trabajar todas las noches sin haber podido escribir una página propia. Nada de nada. De modo que desciendo poco a poco en las negruras de tristeza y de desaliento de las que tendré muchos problemas para salir. Mi ministerio me destruye poco a poco. Después de mis siete horas de trabajos administrativos, no puedo más que tenderme un buen rato para rechazar todas las fatigas que me colman el espíritu. Incluso he intentado escribir algunas crónicas para Le Gaulois a fin de procurarme algunos céntimos. No he podido. No encuentro una línea y he acabado por llorar sobre el papel. Además todo va mal a mi alrededor. Mi madre, que ha regresado a Étretat, tras dos meses aproximadamente, no va en absoluto mejor. Su corazón sobre todo la hace sufrir mucho, y ha tenido unos síncopes muy inquietantes. Está tan debilitada que incluso no me escribe, y apenas cada quince días, recibo unas palabras que ella dicta a su jardinero. Cuenta siempre con la visita del señor y la señora Commanville a comienzos de octubre, y espera también que usted vaya a pasar algunos días cerca de ella. Esto la distraería y le haría mucho bien. Espero, para pedir mis quince días de vacaciones, que usted me diga si podrá, como la señora Commanville, estar libre en esa época.

Nuestra amiga la señora Brainne no se divierte demasiado en Plombières. Me ha escrito de vez en cuando y yo le envío muchas historias que no son siempre muy decentes, pero que, al menos, pueden animarla. Suzanne Lagier viene a verme alguna vez al ministerio; está poniendo de patas arriba todo París para interpretar a Gervaise. Es bromista, pero monótona, y su personalidad de diva ocupa en su espíritu un lugar desmesurado.

¿Cómo es que Zola no ha sido condecorado después de la promesa del señor Bardoux? La cuestión ha hecho ruido, por otra parte, ya que los periódicos habían anunciado su condecoración. Debo pronto ir a pasar un domingo a su casa; iré a ver que me dice. Estoy seguro de que está muy molesto. ¿Qué necesidad tenía de esto? He encontrado a Tourgueneff unos días antes de su viaje a Rusia, y le he visto triste e inquieto. Algunos problemas que había tenido su corazón le habían decidido a consultarlos, y el médico le ha confirmado una enfermedad del ventrículo izquierdo. Todo el mundo tiene por lo visto el corazón deteriorado.

En cuanto a mí, estoy todavía sin blanca. Los médicos creen ahora que no hay nada de sífilis en mi asunto, pero que debo tomar baños de vapor, lo que hasta ahora no me ha hecho nada. Pero este tratamiento, unido a las tisanas amargas, siropes y aguas minerales de mesa, ha devorado el poco dinero que había ahorrado para mi verano. Así, siempre el mismo resultado. Espero, para confusión de los médicos, no seguir otro.

Le abrazo de todo corazón, mi querido Maestro, y le ruego que me escriba algunas palabras entre dos frases de B. y P*.

Le estrecho las manos.

GUY DE MAUPASSANT.



* Bouvard y Pécuchet, novela en la que Flaubert se encontraba trabajando por aquel entonces

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Maupassant va a poder entrar en el ministerio de la Instrucción Pública, pero la salud de su madre le sigue preocupando seriamente:



París, 26 diciembre de 1878

Mi querido Maestro, Acabo de ir al ministerio de Instrucción pública, y me dispongo a darle noticias. He visto al subjefe del Gabinete, que me ha dicho que considerara el asunto como hecho, y que estuviese preparado para incorporarme a mi nuevo servicio. Pero, como me asombré de la marcha tortuosa que se me había hecho seguir, cómo no comprendía porqué él no me instaba a presentar mi dimisión simplemente, me ha respondido que era para facilitarme el medio de reingresar en la Marina si el señor Bardoux caía. Le he objetado la promesa formal del ministro, hecha ante el señor Charmes, de tener una plaza en el ministerio si él se iba. El subjefe se echo a reír y me dijo: «El señor Bardoux promete errónea y defectuosamente mil cosas que no puede cumplir. No se fíe demasiado.» En fin, veré al ministro el jueves y le hablaré seriamente. Espero hasta ese día. Mientras tanto huelo una vuelta de tuerca para reenviarme a la Marina el día de su caída (que está próximo). Esto sería bajo todos los aspectos deplorable para mí, pero voy a charlar con él el jueves. Todos los periódicos republicanos lo atacan y creo que Antonin Proust va a sucederle próximamente. El señor Bardoux, se ha agotado por las promesas. He visto a Zola, que no está contento de él. Usted recuerda, verdad, que me había encargado de decirle, mientras él no ha sido condecorado, que el ministro solicitaba verle. Usted le repitió la misma cosa algunos días después. Zola fue a ver al señor Bardoux quien pareció extrañado y le dijo: «Yo no he dicho eso; yo no he dicho a Flaubert que usted se comprometiese a venir a verme.». Se había olvidado completamente, como había olvidado, el otro día, cuando me ha recibido, las tres visitas que ya le había hecho, y la carta que le había escrito sobre su invitación, pues él me afirmó, a pesar de mis protestas, que era la primera vez que me veía.
No creo que pueda hacerme salir de la Marina por el medio que utiliza. Los reglamentos no deben permitir la cesión de un empleado a otro ministerio. Ya veremos.

Mi madre no está mejor. Potain, que la ha visto, afirma que el corazón no tiene enfermedad orgánica alguna, ni los ojos. No hay más que un reumatismo nervioso, muy peligroso sin embargo, porque amenaza la médula espinal y puede sobrevenir una parálisis. El es partidario para siempre, incluso para algunas semanas, de la estancia en Étretat, lo que nos deja en aprietos y desolada a mi madre.
Le abrazo y le estrecho las manos, mi querido Maestro, y le ruego que dé recuerdos a la señora Commanville.

GUY DE MAUPASSANT

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Flaubert ha sido víctima de un accidente y Maupassant se preocupa:


28 de enero de 1879

Mi querido Maestro, El Fígaro informa que usted se ha roto una pierna. Estoy lleno de angustia y de inquietud. Escribo a Pouchet, quién debía estar en Croisset el domingo; pero, si la inmovilidad a la que está usted condenado no le impide escribir, envíeme unas palabras, se lo ruego. Me esforzaré en tener libre un domingo (pues vengo aquí todos los días ahora) para ir a verlo, charlar con usted, llevarle novedades, el ambiente de París, un poco de distracción en sus tristezas. ¡Verdaderamente esto es demasiado! ¿Acaso el cielo, al igual que los gobernantes, odian la literatura? ¡Qué usted tenga que estar aburrido en su cama, sin trabajar! Yo no pienso más que en usted esta mañana. Cuando la maldita fatalidad cae sobre alguien, hace falta aplastarla de todas formas. Esta desgracia no hace que me deprima, por el contrario, me motiva porque me tiene todo el aspecto de una cobardía del Destino que, no pudiendo alcanzar completamente su espíritu, la ha tomado con su cuerpo. ¿No sería posible hacerle traer aquí, donde al menos, iría a verlo y estaría acompañado? Le abrazo muy fuerte, mi querido Maestro y le pido por favor que me escriba o me envíe unas palabras.

Suyo

GUY DE MAUPASSANT


Me ha sido imposible hasta ahora ir a ver a la señora Commanville; estoy avergonzado y apenado, pero llego a mi despacho a las nueve y no salgo hasta las seis y media, lo que no me deja ni un minuto. Naturalmente no he podido ver a Tourguénef. ¿Ha recibido usted mis informaciones por mediación de su hermano?







Maupassant fue admirador y amigo de Gustave Flaubert, al que conoció en 1867. Flaubert lo tomó bajo su protección, le abrió la puerta de algunos periódicos y le presentó a Iván Turgénev y Émile Zola.

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