Blogger Template by Blogcrowds

14 diciembre 2009

Cartas de Jonathan Swift

A Alexander Pope

29 de setiembre de 1725.

Señor:

No puedo adivinar la razón del proceder de Mr. Stopford, pero me aventuro a imputarlo a prisa o a cortedad, en cuyo ú1timo caso es exagerado hasta punto de defecto, aunque ya hiciera la gira por Italia y Francia para endurecerse. Quizá este segundo viaje, y por más tiempo, pueda corregirlo. Os trató del mismo modo que a Lord Carteret, a quien le recomendé. Mi carta a Lord Bolinbroke que visteis os ha mostrado la situación en que me hallo, y qué compañía tengo, si no olvido parte de su contenido, pero ahora vuelvo al noble escenario de Dublín, al grand monde, por temor de enterrar mis dotes, para señalarme entre curas y vicarios y corregir todas las corrupciones que quieren invadir, en relación con el peso del pan y la manteca, estos dominios donde gobierno. He empleado mi tiempo, a más de cavar zanjas, en acabar, corregir, enmendar transcribir mis Viajes, completos en cuatro partes, nuevamente aumentados y destinados a la imprenta, cuando el mundo los mereciere, o más bien cuando se encontrare impresor de harta bravura, la suficiente para aventurar sus oídos. Me agrada la idea de vernos después de tantos pesares y dispersiones; pero el fin principal que me propongo en todos mis trabajos es hostigar al mundo antes que divertirlo; y si pudiere lograr tal designio sin menoscabar a mi propia persona o fortuna, sería el escritor más infatigable que hubieseis visto jamás, sin estudio. Me place sobremanera que hayáis terminado con las traducciones. El Lord Tesorero, Lord Oxford, lamentábase a menudo de que este mundo ruin os forzara a malgastar vuestro genio durante tanto tiempo. Pero como ahora estaréis mucho mejor empleado, cuando penséis en el mundo, dadle un azote más a pedido mío. Siempre he aborrecido todas las naciones, profesiones y comunidades, y ocupo todo mi amor en los individuos; por ejemplo, detesto a la tribu de los letrados, pero quiero al Abogado Fulano y al Juez Mengano; lo mismo con los médicos -no hablaré de mi propia profesión-, militares, ingleses, escoceses, franceses y demás. Pero principalmente odio y detesto a ese animal llamado hombre, aunque amo de corazón a John, a Peter, a Thomas, etcétera. Con este sistema me he gobernado muchos años, aunque sin decirlo, y así seguiré hasta que haya acabado con ellos. He reunido materiales para un tratado, a fin de probar la falsedad de aquella definición, animal rationale, y para demostrar que sólo sería rationis capax. Sobre este grande fundamento de la misantropía, aunque no a la manera de Timón, está erigido el edificio entero de mis Viajes; y jamás disfrutaré de paz en mi espíritu hasta que todos los hombres honestos compartan mi opinión. Por consiguiente, abrazadla al punto, y procurad que todos aquellos que merezcan mi estimación puedan hacerlo también. El punto es tan claro que no admite controversia; vamos, apostaría cien libras a que vos y yo estamos de acuerdo en él. Casi he acabado con las viejas gruñonas, y pronto seré lo bastante viejo como para enamorarme de mozas de catorce. La dama que decís vive en la corte, es sorda, y no es mujer de tertulias, la presumo personaje de mitología, pero ignoro cómo llamarla. No puede ser Misericordia, pues la Misericordia ni es sorda ni vive en la Corte. La Justicia es ciega, y quizá sorda, pero tampoco es dama de la Corte. La Fortuna es ciega y sorda, y dama de Corte, pero luego es la más condenada mujer de tertulias, y jamás me dará tranquilidad, como prometéis. Debe de ser la Riqueza, que responde en todo a vuestra descripción. Me place que os visite, pero mi voz es tan débil que dudo de que alcance a oírme.

Mr. Lewis me ha referido la enfermedad del Dr. Arbuthnot, que es aflicción muy penosa para mí, pues de vivir tanto tiempo fuera del mundo he perdido la dureza de corazón que dan los años y la conversación general. Día a día pierdo amigos, y ni busco ni encuentro otros. ¡Ah, si el mundo tuviera al menos una docena de Arbuthnot, yo quemaría mis Viajes! Pero, no obstante, él tampoco está libre de pecado. Bede encomia altamente en un pasaje la piedad y sabiduría de los irlandeses en su época, mas luego de abundantes alabanzas los derriba a todos, pues lamenta que, ¡ay!, guardan la Pascua en mal tiempo del año. Así nuestro Doctor tiene todas las cualidades y virtudes que pueden hacer amable y útil a un hombre; pero, ¡ay!, no camina derecho. Ruego a Dios le proteja, pues es excelente cristiano, aunque no católico, y el hombre más apto que he conocido tanto para la vida como para la muerte.

No tengo noticia de nuestro amigo Gay, pero hallo que la Corte lo mantiene a carne dura. Le aconsejé que viniera aquì con un virrey de Irlanda. Mr. Tickell está en un empleo muy bueno. No he visto a Philips, aunque antes éramos tan íntimos. No ha conseguido nada y que yo sepa no conseguirá nada, aunque escribe mentirillas, como llama Lord Leicester a tales versos, sobre miss Carteret. Es notable, y merece registrarse, que un forjador dublinés, gran poeta, ha imitado su estilo en un poema a la misma miss Philips es un querellador, y con esta ocasión le dije a Lord Carteret que los querelladores nunca triunfan en la Corte, aunque sí los murmuradores. Estáis hecho un caballero de provincia tan perfecto; que debo escribiros a las afueras de Londres, a riesgo de que perdáis esta preciosa carta, que ahora concluiré, a pesar de que resta tanto papel. Tengo mala fama, de ahí que no la firme, pero supondréis que viene de quien os estima y ama más o menos la mitad de lo que merecéis, es decir, todo cuanto puede. Me causa grande inquietud saber que, según me acaban de decir, en algunos periódicos ha aparecido la noticia de que Lord Bolinbroke se ha dañado mucho en una caída, cazando. Me alegro de que aún sea dueño de tanta juventud y vigor, con las cuales no han observado reglas de frugalidad, pero me admira que no tenga más prudencia.

......................................................................


A John Gay

26 de febrero de 1727-1728.

¿Y por que no publica Mr. Pope su Deslustre? Los bellacos que aporrea morirán en paz, y así sus amigos, y así no habrá recompensa. ¿Queréis hacerme el favor de indagar cómo se encuentra milord St. John? No hay hombre en Inglaterra cuya salud me inquiete tanto como la suya. ¿Habéis empezado a gustar el placer de la independencia? ¿No miráis a veces de soslayo a la Corte, oculo retorto? ¿Pensaréis ahora en una pensión, ahora que ya tenéis dos años más y habéis doblado vuestro dinero? ¿Habéis dedicado vuestra Ópera y recibido los honorarios acostumbrados de veinte guineas por la dedicatoria? ¿Cómo se halla el Doctor? ¿No os regaña porque no le habéis visitado para pedirle consejo? ¿Milord Bolinbroke, en este momento en que escribo, qué es: hacendado, filósofo o escritor? ¿Está Mr. Pulteney a la espera de un hijo, o milord Bathurst de un empleo, o milord Oxford de un nuevo viejo manuscrito?

Preguntad a miss Howard si tomará el remedio con el cual dos veces curé perfectamente mi sordera, aunque estoy sufriendo una recaída, y decidle que le enviaré la receta. Dije algo de esto a Mr. Pope. ¿Piensa Walpole que intentabais afrentarlo con vuestra Ópera? Pluga a Dios que sí, pues le ha tocado la mano más prolongada en el juego de dados que jamás tocara a ningún tahur, y conserva su mando con los dados cargados. Presentad mis más humildes servicios a la persona que os entregue esta carta, pues tal debe ser, y no el Dr. Delany, quien se escabulló sin ella, por casualidad. Es probable que me haya olvidado de algo de mayor importancia que toda esta carta. Mis servicios a Mr. Pope y a todos los amigos. Adieu.

Hoy compré vuestra Ópera por seis peniques; impresión execrable. Veo que no hay dedicatoria ni prólogo, ausencias ambas que apruebo: eso es grand goüt.







Jonathan Swift (1667–1745) fue un escritor político y satírico anglo-irlandés, considerado uno de los maestros de la prosa en inglés y de los más apasionados satirizadores de la locura y la arrogancia humanas. Entre otros trabajos, su obra maestra fue Los viajes de Gulliver. Estas cartas íntimas, dirigidas a los poetas Alexander Pope y John Gay, nos revelan aspectos de su conciencia literaria y de su filosofía moral, así como detalles de su vida doméstica. Y luce en ellas también la claridad intachable de su prosa, que brota directamente de una razón vigorosa, altiva y desafiante. Extraídas del libro "Literatura epistolar", de la editorial Océano.

0 comentarios: