La Coruña Enero 2 de 188419
Sr. Dn. José M.ª de Pereda
Lector y amigo ilustre: sólo su bondad -compañera inseparable del mérito- puede hacerle juzgar con tan excesiva indulgencia a La Tribuna. Tiene esa novela algún trozo descriptivo que a fuerza de exactitud producirá acaso la impresión de la verdad; pero le falta esa igualdad admirable de estilo y esa nítida pureza que con incomparable satisfacción he admirado en su Pedro Sánchez. No me detengo a detallar la impresión que me causó su hija menor -que casi me parece tan gallardo mozo como le parecía a Carmen, la gentil hija de D. Serafín Balduque-, por la razón plausible de que, acatando como orden el deseo del maestro, daré mi leal opinión en La Época, lo más pronto que me sea posible, a despecho del gran temor que me infunde este silencio pavoroso que sigue a los primeros días de la publicación de un libro notable. ¡Mire V. que aquí no se puede decir al buen callar llaman Sancho, respecto a novelas de empeño, al buen callar llaman gacetillero de periódico! Es terrible salir antes que nadie hablando de una obra como Pedro Sánchez, llamada a fijar la atención y a ser discutida; ya que no en su innegable valor, al menos en sus pormenores &ª. A la verdad desearé que mi pereza o mis formidables ocupaciones me aten las manos 15 días, para que alguien rompa el fuego y no nos encontremos tan descarados los primeros atrevidos. Temor de mujer al fin, no en vano llevo faldas, mi noble amigo.
De antemano pido a V. disculpa por los errores en que caeré al juzgar el hermoso y sano engendro del insigne narrador montañés; y le ruego me conserve su afecto y benevolencia, bien pagados por la mejor amiga y mayor admiradora que tiene V. en España.
Emilia Pardo Bazán
Sr. Dn. José M.ª de Pereda
Lector y amigo ilustre: sólo su bondad -compañera inseparable del mérito- puede hacerle juzgar con tan excesiva indulgencia a La Tribuna. Tiene esa novela algún trozo descriptivo que a fuerza de exactitud producirá acaso la impresión de la verdad; pero le falta esa igualdad admirable de estilo y esa nítida pureza que con incomparable satisfacción he admirado en su Pedro Sánchez. No me detengo a detallar la impresión que me causó su hija menor -que casi me parece tan gallardo mozo como le parecía a Carmen, la gentil hija de D. Serafín Balduque-, por la razón plausible de que, acatando como orden el deseo del maestro, daré mi leal opinión en La Época, lo más pronto que me sea posible, a despecho del gran temor que me infunde este silencio pavoroso que sigue a los primeros días de la publicación de un libro notable. ¡Mire V. que aquí no se puede decir al buen callar llaman Sancho, respecto a novelas de empeño, al buen callar llaman gacetillero de periódico! Es terrible salir antes que nadie hablando de una obra como Pedro Sánchez, llamada a fijar la atención y a ser discutida; ya que no en su innegable valor, al menos en sus pormenores &ª. A la verdad desearé que mi pereza o mis formidables ocupaciones me aten las manos 15 días, para que alguien rompa el fuego y no nos encontremos tan descarados los primeros atrevidos. Temor de mujer al fin, no en vano llevo faldas, mi noble amigo.
De antemano pido a V. disculpa por los errores en que caeré al juzgar el hermoso y sano engendro del insigne narrador montañés; y le ruego me conserve su afecto y benevolencia, bien pagados por la mejor amiga y mayor admiradora que tiene V. en España.
Emilia Pardo Bazán
P.S. Sabe V. que la novela que ahora traigo entre manos era una cosa parecida -sin serlo, ya V. me entiende a media palabra- al Pedro Sánchez de V.? Había hombre político que viene al pueblo pequeño en que nació, hija suya que trastorna la cabeza a un poeta provinciano, y alguna otra coincidencia.- Digo había, porque ya modificaré en los accidentes el plan del Cisne de Vilamorta, por evitar las malicias del público, que no cree en los ambientes literarios.
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La Coruña 3 de julio de 1884
Sr. D. José M.ª de Pereda
Mi muy respetado maestro y amigo: V. mejor que nadie sabe lo que es tener sobre la mesa las cuartillas, el montón que crece y crece y nunca se acaba; V. sabe la impaciencia que le azuza a uno mientras no completa la labor de creación de un personaje novelesco o pone la última pedrezuela en el mosaico de una descripción; conociendo V. el mal de que me lamento, perdonará fácilmente mi tardanza en contestar a quien por tantos estilos aprecio y deseo corresponder con puntualidad. Tengo, tengo al lado ese rimero blanco y lo miro ya con cariño, ya con temor, viendo que se aproxima a las 400 cuartillas, que va a resultar un novelón kilométrico, y que es tan lánguido, tan deslabazado [sic], tan (no es broma) romántico y en suma, tan poco gracioso como el héroe mismo, el Cisne de Vilamorta. En otoño saldrá a buscar censura, aplauso o indiferencia... y yo me quedaré bien descansada así que este nene soso ande solito y por su pie. He tenido por varios conductos nuevas de su viaje de V., por Luis Alfonso, por Armando Palacio, por Narcís Oller y por J. Yxart. Todos se hacen lenguas del autor de Pedro Sánchez, y afirman que reúne la afabilidad del trato a los dones del genio. Esto es hacerle a uno la boca agua, cuando se ve privado de la satisfacción de conocer a tan predilecto escritor. ¿No tendré esperanzas de verle a V. en octubre en Madrid? No se resolverá V. jamás a conocer nuestra Galicia, tan hermosa, tan poética, de tan benigno clima y dulce gente? No sé si le obsequiaríamos a V. tanto como los catalanes; pero yo, al menos, traería en palmas al gran novelista todo el tiempo que nos favoreciese.
¡Ah! Ya sabía yo que algo muy importante se olvidaba V., ilustre maestro, debe haberse retratado en esta excursión: de fijo. ¿No hay una fotografía para su admiradora más sincera? Ahí va esa de mi Estudio, para abrir camino a la apetecida dádiva. Debo a V. un millón de gracias por el ejemplar de Los hombres de pro, muy mejorado con las variantes que en ellos ha introducido V. ¿Qué hace V. ahora? ¿Está terminada Sotileza? ¿Ha traído V. de Madrid estudios y observaciones para un nuevo trabajo?
Me tomo la libertad de incluir a V. una carta para nuestro común amigo Marcelino, al cual supongo ahí, pues no sé sus señas. El entregársela V. será parte a que reciba de mejor grado las excusas que le pido por un silencio tan largo como contrario a mis deseos.
Quisiera preguntar a V. algo acerca de la Sapho, de Daudet, que me ha gustado poquísimo, y de la Hijastra del amor, de Picón, que me ha sorprendido por ver en ella la mezcla de un no común talento descriptivo y una vulgaridad sobrado frecuente en la pintura de los caracteres y las pasiones. Es novela que parece hecha por Zola y Escrich en colaboración. Pero el papel se acaba, y la paciencia de V. también. No se acabe nunca su amistad, como no se acabará la de su afectísima admiradora
g b s m
Emilia Pardo Bazán
P. D.
Debo advertir a mi insigne maestro que no soy tuerta, aunque lo parezca ahí, por pecados del fotógrafo.
Emilia Pardo Bazán fue una de las escritoras españolas más eminentes del siglo XIX. Su obra más estimada fue "Los pazos de Ulloa". José María de Pereda, un escritor realista, que revela su proximidad con el romanticismo y un peculiar naturalismo que Emilia Pardo Bazán definió como "perediano".
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