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20 enero 2009

Carta de Francisco de Quevedo al Duque de Medinaceli

He dejado de escribir á vuecelencia, porque pretendi remitirle una relación con que se riese un rato mi señora la Duquesa; y no ha sido posible acabarla de trasladar don Alonso aun, para remitirla hoy. ¿Cómo diré yo a vuecelencia el regocijo que me dio ver a Alonso Toribio hecho hombre de negocios dando letras? En mi vida he reido tanto como cuando vi una firma escrita con escarabajos despachurrados por letras. Vuecelencia haga que le confirme el obispo de los ginoveses, y que de Alonso le hga Otavio, y del Toribio, Centurion. Yo fui á su casa, que vive en la calle del Pozo y cando vi y olí la callejuela, dije: “Aquí no se aceptan letras, sino letrinas.”. Salió la señora María Palenque, y con muy buena gracia dijo: “Yo he gastado en tomar pntos, el dinero que tenía (y eran los puntos al portal de la casa en una caballeriza que sirve de recibimiento). En cuanto á pedir estos cien ducados á quien dice mi marido, yo se los pedí para esta obra, y en ella los he gastado; y con esto vuesamerced busque retorno para la letra.” Yo y Juan Pavía, que fuimos juntos, nos volvimos muertos de risa. Y no tiene que desconsolarse Alonso desto; que un Toribio harto será que de tres, la una salga Estrata ú Escorzafigo. Yo voy ya juntando libros á vuecelencia; y si puedo asir unos que ha querido comprar Julio para el Almirante, será buena ocasión. Descuide vuecelencia, que en lo que me mandare procuraré se conozca que es don Francisco de Quevedo quien sirve á vuecelencia .

Yo há dias que no he visto á aquel caballero. Voy acabando mis pleitos; y si Dios quiere, he de estar sin esta plaga antes de dos meses. El conde de la Roca ha estado malo y melancólico, y lo está y lo va; creo será la jornada el lúnes. Don Alonso va con él; Dios le encamine. De Italia no hay nada nuevo; de Flándes se teme mucho algun motin, y el enemigo tuvo casi en su poder á Bredá otra vez por interpresa. Dícese que el marqués Espinola no es muerto. Feria está público que va a Milan, y Castel Rodrigo á Roma; y csi está público que el infante Cárlos va á Portugal. De todo esto haga vuecelencia el discurso que le pareciere. El conde de Villamor pidió que su majestad le hiciese merced, y le respondieron haciéndosela; él no la dice, ni recibe la plática dello, ni anda contento, que es cosa y cosa. Lo que yo sé es, que es muy reconocido apasionado de vuecelencia.

La señora doña Costanza se casa; creo será muy aprisa. Yo deseo sumamente hablar con vuecelencia y oir hablar a vuecelencia, y que me pidan albricias de un hijo que dé Dios á mi señora la Duquesa, que está non el conde de Melgar sin el marqués de Cogolludo. Ese dia entro en fiestas, y gasto y me pongo cadenitas.

Guarde Dios á vuecelencia, como yo deseo y he menester. A mi señora la Duquesa beso la mano, y que yo remitiré á su excelencia la relacion de las fiestas de Barajas que se hizo por órden de mi señora la condesa de Olivares para inviar á la reina de Hungría.

Madrid, 23 de setiembre, 1630.

Don Francisco de Quevedo Villegas.





Francisco Gómez de Quevedo y Villegas (1580—1645) fue un noble, político y escritor español del Siglo de Oro, uno de los más importantes de la historia de la literatura española. Fue acusado de desafecto al gobierno, y le detienen en la casa del duque de Medinaceli, siendo encarcelado en el Monasterio de San Marcos (León), una prisión miserable y húmeda donde pasará los siguientes cuatro años de su vida. En este tiempo escribirá “La rebelión de Barcelona” y “Providencias de Dios”. Liberado en 1643, no consigue continuar con su trayectoria porque se acabado, y se retira a sus posesiones de la Torre de Juan Abad. Un año más tarde se instala en Villanueva de los Infantes (Valladolid), donde morirá el 8 de septiembre de 1645, a causa de una enfermedad de pecho cogida en la prisión.

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