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20 enero 2009

Cartas de Félix María de Samaniego a su tío abuelo Javier María de Munibe

Laguardia, 7 de marzo de 1771

Conde de Peñaflorida, mi Director.

Mi amado tío: No extrañe vuestra merced mi silencio en unas circunstancias en que, por mi empleo de Regidor, me veo rodeado de ocupaciones entre comisiones y pleitos. El extracto de Juntas Semanarias, que recibí el correo próximo pasado, remito en éste a los Amigos de mi nación, después de lograr la satisfacción de ver en él las continuas tareas en que ejercitan vuestras mercedes. Incesantemente su infatigable celo y amor a la Patria.

A todos mis afectos y muy particularmente a mi tía y primo, deseando favorables noticias de los queridos ausentes.

Todo de vuestra merced.- Félix.

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Laguardia, 21 de marzo de 1771

Mi tío y señor: Después de leída la copia de las Juntas Semanarias de fines de febrero en esa Nación, que se tuvieron en una de fregar cayó caldera, la he remitido al Amigo Álava para su inteligencia.

No extrañe vuestra merced que trueque los votos y no sepa lo que se dice, hombre de tantos y tan importantes negocios. Consuélese vuestra merced con que algún día sabré dar a la Sociedad claras pruebas de un talento capaz de producir útiles descubrimientos con ventajosas ideas en beneficio de la República. Lo que puedo asegurar, fuera de chanza, es la nueva aplicación con que me sujeto a disponer algún trabajo para presentar en nuestras Juntas.

De vuestra merced.- Félix.

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Laguardia, 8 de agosto de 1771

Tío mío: Ya contemplo que está vuestra merced descansando en compañía de mi tía y primos (que abrazo). Descanso de los bailes, desvelos y caminatas. Yo celebraré que María Pepa haya quedado buena y divertida, como lo está según las noticias de Miguel, que cuenta sin cesar los favores que a su Director ha debido.

Tengo respondido a Portu, el de Zarauz, que me remitió la de vuestra merced empeñándome en favor de Gallardo, las malas resultas que he experimentado en la pretensión. Es cierto que yo tomé el caso con esfuerzo, pero inútilmente me he valido de cuanto medio me ha parecido a propósito, y todos han sido infructuosos. Me persuado que sea imposible, que Manuel Gallardo consiga su intento, pues que este hombre se muestra inflexible.

Yo trabajo como un descosido. Tiempo vendrá en que vuestra merced tenga asunto de risa para algunas horas.

Memorias a todos y recíbanlas vuestras mercedes, todos, todos, de Manuela.

De vuestra merced humilde sobrino.- Félix

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Agosto de 1771

Si sabe usted, querido tío, mi carácter indolente y el odio que tengo a la medicina, aunque sea social, ¿cómo espera usted que pueda conocer los males de que adolece La Rioja y mucho menos que tenga la idea suficiente para aplicarles los remedios? Diré a usted, sin embargo, por decir algo, que la excesiva extensión que se ha dado al cultivo del viñedo está produciendo las más funestas consecuencias y es, a mi entender, la raíz de todos los otros males que consumen a ese tercio de Laguardia. Enumeraré los principales: 1. Usurpándose terreno a los pastos, ha decaído la cría de ganado, al punto que apenas hay el necesario para las labores; 2. Que, faltando por esta misma causa el estiércol, no se cogen los frutos correspondientes y ha quedado el suelo esterilizado para el cultivo de granos y legumbres; 3. Que por esta razón se ven los labradores obligados a hacer continuas nuevas roturas en perjuicio de los montes para leña y carbón que, luego que se cansan las tierras, tienen que abandonar, aumentando los eriales y baldíos; 4. Que, siendo indispensable multitud de operarios para la labor de las viñas plantadas, es forzoso traer jornaleros de fuera. El número de éstos, según el cálculo del amigo Salazar, porque mi ciencia de números no llega a tanto, asciende sólo en la villa de Laguardia a 250; y computándose lo que cuestan en salario y manutención, para la cual es preciso traer los artículos de fuera, en cerca de 10.000 pesos al año, resulta una extracción de dinero capaz de aniquilar este pueblo; 5. Que estando limitadas las labores de las viñas a ciertos tiempos, en lo restante del año se ven los labradores precisados, así como los jornaleros, a salir del lugar en busca de ocupación, abandonando sus familias, o a entregarse a la holgazanería; 6. Que, necesitando las viñas de un cultivo esmerado y no pudiendo cuidarse bien multiplicadas a un cierto término, llegan a ser perjudiciales a sus dueños, cuando son muchas y no guardan proporción con los medios de cultivo; lo que se demuestra en Laguardia con ejemplos prácticos: cosechero hay que, con la mitad de las viñas que hoy tiene, estaba rico, y, duplicadas, anda a la cuarta pregunta por haber duplicado los gastos sin duplicar los productos. Anda, en fin, como el que tiene sarna, que cuanta más tiene más le pica; 7 y último: Reducido el país a sólo el producto del vino y dificultándose la salida de este género por su abundancia, lo que se experimenta ya, se sigue la baratura, y como los jornales no abaratan, porque su estimación depende de otros frutos, y hay que comprar con los rendimientos del vino todos los artículos de primera necesidad, cátese usted al propietario riojano alavés con más hombre que sopista de Salamanca y con más tretas para ir tirando que el mismísimo Gran Tacaño. De esta miseria proviene la abundancia de pobres, no habiendo en qué ocupar a los jornaleros que se inutilizan; la incuria de los caminos, porque ¿quién carga arbitrios sobre el hambre y la...? Pero ¿a dónde voy, tío? ¡Yo convertido en filósofo reformista! Y eso que, según iba escribiendo, me iba figurando que era persona formal y tomando toda la prosopopeya de nuestro dómine Zubiaurre.

Aquí vamos pasando, en medio de las plagas de un lugar, que son la envidia y la falta de educación. Usted, querido tío, que tanto se afana por la mejora y progreso, ¿logrará hacer del hombre un animal racional? Por lo que veo a mi alrededor lo dudo y, si lo consigue, ¿qué estatuas, pirámides y obeliscos serán bastantes a premiar tal beneficio?

Adiós, querido tío.

Suyo. Félix.

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Bilbao, 2 de septiembre de 1772

Tío: Mañana salgo con Javiera y Mariano para Laguardia, dejando aquí a Manuela. Tenemos proyectado el que yo pase a dar una tentativa a la causa de Miguel, con que lograré en breve ver a Mari Pepa en Zamora. Algún antecedente tengo de que pensaba vuestra merced pasar allá. ¡Qué satisfacción no sería para mí el lograr por aquel país tal compañía! A buen seguro que no quitaríamos al invierno mal pedazo. Espero me diga vuestra merced algo acerca de esto en carta escrita a Laguardia y que mi tía y primo me manden para Mari Pepa.

Remito con Manuel los libros de vuestra merced y el Depósito General, y le he de deber a vuestra merced me mande remitir copia certificada de la licencia para leer la Enciclopedia. Si pasase a Madrid sería un agente infatigable de la Sociedad y me lisonjeo que tal vez pudiera hacer algún progreso en nuestras pretensiones teniendo un protector como Baños que me ofreció presentarme con fines a Ministros. ¿Pero cómo podría yo confesarme Consiliario de este Real Cuerpo sin profanar este sagrado título o ridiculizarme extraordinariamente? Pero no: en la Corte se juzga de ligero, tiene mucho lugar el mérito aparente, valen más dos cuartos de charlatanería artificiosamente descubierto que un peso fuerte de erudición y prudencia. Yo me haría lugar, bien que siempre era precisa cierta instrucción (aunque fuese a sobrepelo) en las materias que debiera tratar con los Ministros, y para eso no se me negaría vuestra merced contribuyendo con ciertas lecciones, ya acerca del Seminario, ya de fábricas y franquicias para el establecimiento de ellas y ya de aprobación de Estatutos. Lo peor es que hablo de serio.

Muñoz me dice que siendo cierto el acampamento en Aranjuez debiera hacerse presente su invención para este tiempo; pide justicia.

Abrazo a los Amigos y quedo esperando me diga vuestra merced cuándo quiere que salgamos para Zamora.

De vuestra merced humilde sobrino.- Félix María.





Félix María Serafín Sánchez de Samaniego (1745-1801) fue un escritor español, famoso por sus fábulas. El epistolario del fabulista se ha conservado de manera irregular, ya que además de la pérdida habitual de cartas que sufre cualquier escritor, tuvo la desgracia de perder en la Guerra de la Convención el archivo de Tolosa donde guardaba parte de sus papeles. Todo está disperso, y en el Fondo Samaniego de Álava sólo encontraron cartas rigurosamente familiares, como la que escribió al conde de Peñaflorida, su tío abuelo.

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