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20 enero 2009

Cartas de Luis de Góngora a D. Francisco de Corral

A don Francisco de Corral

No sé qué hobiera sido de mí sin vuesa merced, estos días que nuestro Cristóbal de Heredia se me ha retirado, aún más por la pluma que por la bolsa. Contagiosa es la necesidad, según se retiran de ella. Dios guarde a vuesa merced, que me busca en ella de manera que no sé cómo se lo agradezca a vuesa merced sin parecer adulador. Perdóneseme el no acertar a significarlo, asegurando a vuesa merced que desearé servírselo con las veras del alma y de la honra. Ya escribí a vuesa merced cómo había recibido los quinientos reales que me hizo merced el señor fray Plácido y más los mil y ducientos y cuarenta y tantos librados en el mayordomo del señor don Martín de Córdoba; porque lo restante de los cincuenta mil maravedís estaban cobrados, de suerte que los mil y setecientos y cuarenta y tantos reales que montan las dos partidas, como cayeron sobre tres meses de vacío, han hecho lo que el agua sobre el arena. Certifico a vuesa merced que las dos partes enjugaron las deudas que tenía contraídas y que con la tercia voy pasando bien fatigadamente, ayudando muy mal las nuevas que me han dado de Roma, que nuestra diligencia fue mía en el logro que tuvo convirtiéndola el cardenal Burgesio en favor del duque de Osuna, con quien estaba empeñado, por haber salido inciertas dos vacantes de que Su Santidad tenía hecha gracia a un Fernando de Soria, criado del sobredicho duque. Vine a pagarlo yo, con hacer la costa al aviso. La forma con que se desistió el de Trejo y la satisfación de obra o de palabra que le dieron no he sabido, porque como el marqués está en Valladolid y se le llevaron los pliegos de Roma el sábado pasado, hasta que por la estafeta avise esta noche de todo, no puedo dar mejores nuevas a vuesa merced. Puedo asegurar que lo habrá sentido tanto como yo y aún más, por parecer que la reputación ha descaecido en este caso. La semana pasada tuve una carta suya impacientísima del silencio que guardaba Trejo, y teniéndolo por mala señal, consolándome con esto y animando mis esperanzas con la merced que me hacía el de Lerma, y lo que deseaba buen suceso en esta pretensión; y sobre todo persuadiéndome a que este verano me fuese a Lerma, que sin duda me valdría mucho; porque el duque, aunque desviado, era el duque de Lerma y padre del de Uceda.
Veremos cómo se ponen las cosas, que yo, mi señor, no pienso salir de Madrid sin algún acrecentamiento. Digo salir de Madrid para volver a Córdoba, y esto es lo que me aconseja el marqués. Veamos qué le escriben de Roma y qué determina de mí su señoría. A la estafeta que viene avisaré de todo; ahora no escribo a nuestro Cristóbal, porque quien no responde a dos cartas mías ni me avisa cómo llegó la escribanía no quiere que yo le canse con mis cartas, fuera de que hasta saber resueltamente el suceso de Roma no quiero desconsolallo. La jornada naval se ha disuelto porque lo de Alemania da cuidado. Flores está en el Pardo, de donde vendrá Su Majestad mañana miércoles. Don Diego Páez llegó bien barbado, mas no para caballerizo, como escribí a vuesa merced. Algunos humos de título han hecho estornudar al Leonardo, que, aunque primos, no se perdonan accidentes, por parecerle que Villaharta no lo es mucho. Esto para entre nosotros. A nuestro Cristóbal beso las manos, aunque no quiera. A mi señora doña Inés se las beso muchas veces; y adiós, mi señor, que me lo guarde Dios como deseo.
Madrid y enero 29 de 1619 años.
Don Luis de Góngora.

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A don Francisco de Corral

Perdone vuesa merced el no haberle besado las manos la estafeta pasada por haber tenido aquel día de carnestolendas en casa del cardenal de Sandoval. De los mil reales de la libranza cobré los seiscientos y cuarenta y tres que me tocaban, que, aunque mendigante, no me atreví a exceder de lo que vuesa merced me mandaba, como lo haré siempre. Porque vuesa merced me ha obligado tanto con la merced que me hace y cuidado que tiene de honrarme y proveerme, que con estas presentes obligo las razones primitivas de nacimiento y vecindad. Fíe vuesa merced que reconozco las unas y las otras, y que me tiene tan rendido por todas como lo significaré toda mi vida en cuanto fuere servicio de vuesa merced, y así quisiese Dios que luciese mi deseo. Con Flores de Ávila he estado dos veces esta semana pasada: en la una le di cuenta de la que me había dado a mí don Diego Páez, de su pretensión de Caballeriza, que era la tenencia de su cuñado con título de Su Majestad. Rióse el marqués y sintiólo, callando la resolución que pensaba tomar en la prevención o remedio de este intento. Holguéme de dejarlo irritado y no creo que pequé en ello, porque no fue la mía prevaricación, no habiendo solicitado yo a don Diego con preguntas de su intento y siendo procurador de la causa de vuesa merced. Quédese esto entre los dos hasta ver en qué para. Yo volveré a tratar lo que vuesa merced advierte y con razón, acerca de la necesidad que hay de acudir a los verdes, y monta bien, que todo corre aquí tan lento que no extrañarán el peligro de la omisión, ni los inconvinientes que se siguen de la raza. Nuestro Cristóbal me escribe que solo aguarda, la escritura de arrendamiento, la novedad o alteración que yo propusiere: a que respondo a su merced como lo siento, que ni altero ni innovo ni trato más que de agradecer la merced que me hace, la cual reconozco. Los mil reales de mis alimentos de aquí a San Juan, extraño el término, presuponiendo que hasta conseguir mi pretensión yo no he de salir de este lugar, si no es muy sobre peine a besar la mano del cardenal duque; esto no ha de ser la vida perdurable, ni es razón que yo fatigue a nuestro amigo. Crea vuesa merced de mí que estoy tan de los cabellos en este lugar, que si mañana saliese el hábito de mi sobrino esperaría en una bicoca mi acrecentamiento, si bien es verdad que le confieso a vuesa merced que de la merced que me hace el de Siete Iglesias me excusaré cuanto pudiere recibilla en su casa. Dios roe ha de hacer merced, y no ha de permitir que tantos amigos como tengo aquí y tanto como desean honrarme se malogre. Yo no tengo sino a Cristóbal de Heredia. Fío de nuestra amistad que ha de partir su manteo conmigo, pues ya no el interés, sino la reputación mía corre por su cuenta. Lo mesmo digo y siento de vuesa merced, sin haberlo merecido. Guárdemelo Dios mil años. Pésame que el hurto esté confesado y no restituido; deseo que quede castigado. El casamiento de mi señora doña Marina es muy para alegrar a todos, y más a mí, que tan servidor soy de su padre; gócense muchos años. Vuesa merced me huelgo que me dé por señas del buen carnaval la ostentación de las damas. No quiero acusar más apretadamente el afecto por que no lo sienta mi señora doña Inés, cuyas manos beso muchas veces.
Madrid y febrero 19 de 1619 años.
Don Luis de Góngora.





Luis de Góngora y Argote (1561–1627) fue un sacerdote, poeta y dramaturgo español del Siglo de Oro, máximo exponente de la corriente literaria conocida como culteranismo o gongorismo, que más tarde imitarían otros artistas. Su obra poética rompe moldes e inaugura un nuevo lenguaje cuya virtualidad, aún insuperable, sigue marcando rumbos en la poesía contemporánea.

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