Santander, 29 julio 1886
Mi muy querido amigo D. Juan;
Recibí su grata fecha en Bruselas el 21 del corriente. Como me dice que de asiento seguirá en Ostende, allá le dirijo esta carta. Sigo con interés los artículos de Clarín para ver si en alguno de ellos hace formalmente el examen del tomo de poesías, pero me temo mucho que se contente con lo dicho. Nuestros críticos son muy desidiosos y en general no saben mucho. El mismo Clarín , que es de los más leídos y discretos, gusta mucho de andarse por las ramas, y muy pocas veces se penetra del espíritu de los libros, a no ser dramas o novelas, que en esto suele tener muy buen ojo, aunque adolezca a veces de parcialidad y se extreme en el encomio o en la censura sin razonable fundamento para tales extremos. En materia de poesía lírica no tiene tan buen gusto, y a veces le tiene rematadamente malo. Le creo poco sensible al encanto de la forma, porque su primera educación clásica fué bastante descuidada. Pero tiene agudísimo ingenio, y quizá llegará a fuerza de estudio a suplir lo que le falta. De todos modos, no hay en la nueva generación quien se le pueda poner delante. ¡Lástima que el modo acerbo que usa le haya granjeado tantos y tan feroces enemigos, los cuales, además, con sus injusticias y alharacas contribuyen a precipitarle más y más en el camino de la aspereza y de la violencia! No crea Vd. que es indicio de desdén hacia sus excelentes versos el silencio guardado hasta ahora por los periódicos. Para desdeñarlos sería preciso que los leyesen, y créame Vd., no leen ni eso ni otra cosa ninguna. Nuestra literatura está cada vez más remotamente perdida. Ya no se distingue de colores. ¿Cómo quiere Vd. que gusten de sus versos ni de ningunos versos que sean buenos los que se extasían como bobos delante de toda simpleza que cae de los labios de Campoamor? Pero nada de esto debe a Vd. importarle. Debe uno escribir sin acordarse de la crítica cuando esta crítica es, como en España sucede, radicalmente nula e incompetente para juzgar ningua obra alta ni delicada del espíritu. Yo creo, a pesar de las apariencias, que los críticos y los periódicos influyen, mucho menos de lo que se cree, en la opinión y en el gusto. Hay en España un público más o menos numeroso que lee y juzga por sí y compra los libros de los autores que le parecen bien, aunque los críticos no se los recomienden. Yo vendo bien todos mis libros, que no son de los más anunciados por la Prensa. En pocos años he hecho dos ediciones de mis versos, dos de Horacio en España (que es un libro de pura e[ru]dición), tres de la Ciencia Española , y pronto tendré que reimprimir los Heterodoxos, aunque la primera edición fué de cuatro mil ejemplares, que costaban a seis duros cada uno. Todo esto le prueba a Vd. que se vende y se lee todo, hasta los libros caros y pesados. Por consiguiente, debe Vd. desechar todo mal pensamiento en este punto y aplicarse a producir en verso y en prosa. Lo primero que debe Vd. hacer (ya se lo he dicho otras veces) es acabar el tomo de Metafísica a la ligera. Luego vengan novelas y romances y todo lo que Vd. quiera, pero ante todo la Metafísica .
¿Ha visto Vd. la nueva edición de la Historia de la civilización ibérica de Oliveira Martins , con dedicatoria a Vd.? En el texto no ha hecho alteración alguna. Estoy acabando de escribir y de corregir para la imprenta un nuevo volumen de Estética, con el cual termina el siglo XVIII. Dos más necesitaré para exponer la complicada historia de los sistemas artísticos en nuestro propio siglo, terminando con un epílogo de doctrina propia.
Escríbame y créame siempre su afmo. y verdadero amigo
Marcelino Menéndez y Pelayo
Mi muy querido amigo D. Juan;
Recibí su grata fecha en Bruselas el 21 del corriente. Como me dice que de asiento seguirá en Ostende, allá le dirijo esta carta. Sigo con interés los artículos de Clarín para ver si en alguno de ellos hace formalmente el examen del tomo de poesías, pero me temo mucho que se contente con lo dicho. Nuestros críticos son muy desidiosos y en general no saben mucho. El mismo Clarín , que es de los más leídos y discretos, gusta mucho de andarse por las ramas, y muy pocas veces se penetra del espíritu de los libros, a no ser dramas o novelas, que en esto suele tener muy buen ojo, aunque adolezca a veces de parcialidad y se extreme en el encomio o en la censura sin razonable fundamento para tales extremos. En materia de poesía lírica no tiene tan buen gusto, y a veces le tiene rematadamente malo. Le creo poco sensible al encanto de la forma, porque su primera educación clásica fué bastante descuidada. Pero tiene agudísimo ingenio, y quizá llegará a fuerza de estudio a suplir lo que le falta. De todos modos, no hay en la nueva generación quien se le pueda poner delante. ¡Lástima que el modo acerbo que usa le haya granjeado tantos y tan feroces enemigos, los cuales, además, con sus injusticias y alharacas contribuyen a precipitarle más y más en el camino de la aspereza y de la violencia! No crea Vd. que es indicio de desdén hacia sus excelentes versos el silencio guardado hasta ahora por los periódicos. Para desdeñarlos sería preciso que los leyesen, y créame Vd., no leen ni eso ni otra cosa ninguna. Nuestra literatura está cada vez más remotamente perdida. Ya no se distingue de colores. ¿Cómo quiere Vd. que gusten de sus versos ni de ningunos versos que sean buenos los que se extasían como bobos delante de toda simpleza que cae de los labios de Campoamor? Pero nada de esto debe a Vd. importarle. Debe uno escribir sin acordarse de la crítica cuando esta crítica es, como en España sucede, radicalmente nula e incompetente para juzgar ningua obra alta ni delicada del espíritu. Yo creo, a pesar de las apariencias, que los críticos y los periódicos influyen, mucho menos de lo que se cree, en la opinión y en el gusto. Hay en España un público más o menos numeroso que lee y juzga por sí y compra los libros de los autores que le parecen bien, aunque los críticos no se los recomienden. Yo vendo bien todos mis libros, que no son de los más anunciados por la Prensa. En pocos años he hecho dos ediciones de mis versos, dos de Horacio en España (que es un libro de pura e[ru]dición), tres de la Ciencia Española , y pronto tendré que reimprimir los Heterodoxos, aunque la primera edición fué de cuatro mil ejemplares, que costaban a seis duros cada uno. Todo esto le prueba a Vd. que se vende y se lee todo, hasta los libros caros y pesados. Por consiguiente, debe Vd. desechar todo mal pensamiento en este punto y aplicarse a producir en verso y en prosa. Lo primero que debe Vd. hacer (ya se lo he dicho otras veces) es acabar el tomo de Metafísica a la ligera. Luego vengan novelas y romances y todo lo que Vd. quiera, pero ante todo la Metafísica .
¿Ha visto Vd. la nueva edición de la Historia de la civilización ibérica de Oliveira Martins , con dedicatoria a Vd.? En el texto no ha hecho alteración alguna. Estoy acabando de escribir y de corregir para la imprenta un nuevo volumen de Estética, con el cual termina el siglo XVIII. Dos más necesitaré para exponer la complicada historia de los sistemas artísticos en nuestro propio siglo, terminando con un epílogo de doctrina propia.
Escríbame y créame siempre su afmo. y verdadero amigo
Marcelino Menéndez y Pelayo
Marcelino Menéndez Pelayo (1856-1912) fue un erudito e historiador español. Considerado el hombre más culto de su época, poseía una extraordinaria memoria y una insólita capacidad de trabajo. Fue consagrado fundamentalmente a la historia de las ideas, la crítica e historia de la literatura española e hispanoamericana y la filología hispánica en general, aunque también cultivó la poesía, la traducción y la filosofía. Esta carta se la envía cuando era joven (recién llegado a Madrid) a Juan Valera (diplomático, político y escritor español). De esta amistad nace una copiosa correspondencia.
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