HOTEL DE PARÍS Y ROMA
Plaza del Generalísimo, 1
SEVILLA 27 de febrero de 1938
Mi querido amigo: De prisa le escribo para decirle que el miércoles próximo, 3 de marzo, tendría muchísmo gusto en verle a la llegada del autobús de La Valenciana a Jerez, por la mañana temprano. Entonces tendré tiempo de hablarle de sus últimos poemas, que he leído con vivísimo interés, porque a usted le consta que sigo todos sus pasos poéticos con la mayor atención y con creciente admiración. Usted comienza por el principio esencial: por ser poeta. Me promete mucho ese delicadísimo, profundo, personal acento. En cuanto a los pormenores de los últimos versos, sería muy largo y prolijo «examinarlos». El miércoles hablaremos de todo ello.
Muy afectuosamente suyo,
Jorge Guillen
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Wellesley, 14 de junio de 1949
Mi muy querido amigo: He venido demorando la respuesta a su carta, a sus versos, a la dedicatoria final de su Libro de los recuerdos, porque necesitaba una hora que fuese digna de ese favor tan delicado, de esa fidelidad. Pero estos últimos meses han sido adversos. Perdí a mi mujer; ¡hecho, frase tan inconcebible hoy como aquel día!, pasé una temporada en París muy fatigosa, estuve a punto de perder una retina, fui operado —y con éxito—, reanudé mis labores... Y heme aquí, en vísperas de viaje. Voy a pasar dos meses en España; mi padre ha estado muy enfermo y me espera con sus 82 años ya. Tendré que ir a Sevilla, pero estaré casi todo el tiempo en Valladolid. ¿Dónde se encontrará usted durante los meses de julio y agosto? Si estuviera usted en Burgos, nos veríamos, charlaríamos, le diría las mil cosas que no caben en esta carta ni en ninguna carta. Y hablaríamos de sus versos, tan sentidos y tan escritos —con una transparencia y una pulcritud muy hermosas—.
Escríbame a General Mola, 12. Valladolid. (¡Ironías de Plutarco!). Me llegó al corazón su dedicatoria; y en medio de las amarguras de estos años, me consuela y me conmueve ese acento de fidelidad.
Suyo siempre,
Jorge Guillen.
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Nueva York, 19 de agosto de 1951.
Mi querido Juan Ruiz Peña: Quería escribirle la carta que merecían su carta y Vida del Poeta. Me he paseado con este libro en todos mis últimos viajes. Hoy, en este domingo de Nueva York, antes de tomar el barco para Francia, no lo tengo a mano, pero lo conozco bien, porque lo he releído varias veces. En Vida del Poeta ha alcanzado usted ya muy altas virtudes. Sinceridad, sentimiento verdadero, creación y forma, ternura, sobriedad, justeza. Espero con fe La vida misma —título muy feliz—. Me cuenta usted cómo fue recibida la obra anterior. Es natural que le ocupe y le preocupe esa «recepción», pero no se abandone demasiado a tanta preocupación. Ocurrirá lo que deba ocurrir —tarde o temprano—. ¡Y adelante! Le siento a usted cada día más seguro y más tranquilo —señal de que va andando por su propia senda—. ¡Cuánta poesía se escribe hoy en España! Hay poetas excelentes, pero yo todavía no veo claro. Los árboles no me dejan ver el bosque. Creo, sin embargo, en el bosque —y en la fertilidad de su suelo—. Voy a embarcarme. Pasaré el mes de septiembre en París; espero estar en Valladolid a primeros de octubre. Entonces —con absoluta seguridadnos veremos. Yo iré a Burgos o usted irá a Valladolid. Sé que Claudie le vio esta primavera. Yo he enseñado —¡poeta profesor, y a mucha honra!— en México y en California. Acabo de ver a Pedro Salinas, muy enfermo, ¡qué desolación! ¿Recibió usted el último Cántico'? Hasta pronto. Sabe que le quiere su amigo
Jorge Guillen.
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de Juan Ruiz Peña a Jorge Guillen:
Burgos 10-10-51
Sr. Don Jorge Guillen
Valladolid
Mi querido don Jorge: Acabo de saber por mediación de don Melchor Fernández
Almagro que ha estado usted en Madrid. Yo no conocía su llegada, aunque la esperaba con ansiedad. Me apresuro, pues, a escribirle y como cumplido de bienvenida le envío una antología Lecturas Españolas, que acabo de publicar, y en la que va seleccionada su poesía «Navidad», más una nota biográfica y crítica. Otras cosas que he publicado —cosas sin importancia- espero entregárselas personalmente cuando le visite en Valladolid. Lo mejor —dadas mis ocupaciones docentes— sería para mí un domingo. Como la otra vez saldría en el «rapidillo» y volvería a Burgos de madrugada. Recibí su hermosa carta y su diamantino Cántico completo. ¡Todo un mundo de belleza viva y absoluta! No sé si es a causa de mi temperamento nervioso, lo cierto es que de algún tiempo a esta parte, me siento deprimido y como seco para la creación poética. Bien es verdad que la lectura de Nietzsche me estimula, me enardece creadoramente, pero sin fruto real, todo es cascara imaginativa. Quisiera yo también apresar en mis versos la viva realidad que la vida es. A veces, creo que la Vida misma es superior a mis fuerzas creadoras, tal vez se necesitaría una madurez vital y metafísica que yo no tengo ni sé si la tendré nunca.
A últimos del pasado mes, me nació un nuevo hijo, un niño. Ya son tres: Mari-Carmen, Mari-Blanca y Juan. El círculo vital completo. Basta ya. ¡Qué alegría! Sé que irá usted a Sevilla. En busca de un fuego de amor —terreno rescoldo— pero que es llama viva en su alma. Porque sólo es verdadera la vida del espíritu. Ya me hablará usted de su Claudio, a quien yo quiero tanto también. Le abraza y desea verle su discípulo y amigo,
Juan Ruiz Peña.
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Burgos, 5 de abril de 1953
Sr. Don Jorge Guillen
6 Norfolk Terrace Wellesley, Mas.
Mi querido don Jorge: ¿Recibió usted la Antología Española, volumen II? Antes de un mes recibirá los tomos III y IV. También temáticos —mar y naturaleza— con varias poesías de usted. Trabajo en La vida misma con rigor y fe. Espero que sea mi libro representativo. En cuanto a la crítica y a la vida literaria española, estoy desesperanzado. En ese sentido escribo a la desesperada, rechinando los dientes y escondiendo la cabeza bajo el ala. Don Dimas36 ha embarcado a la juventud en un tipo de poesía «humana», realista, prosaica y angustiada, que yo llamo «feísta». Esta poesía rechaza a la ¿deshumanizada? de la generación de usted. Las consignas son secretas y al oído. Los dardos principales van dirigidos contra Juan Ramón y son cuidadosamente envenenados en el sótano del zarzal. Algo que hace reír y llorar al mismo tiempo. ¡Cómo le envidio a usted, señero, solitario, glorioso y sin tener nada que ver con todo esto! A mí, aunque naturalmente no me dejan florecer —por lo menos así lo creen— no me hacen el menor caso y en todo caso para ironizar o llamarme «retrógrado». Mi poesía no está de moda. Eso sí que es seguro. Posiblemente tienen razón. Todo esto se lo escribo sonriente, dichoso, rodeado de mis hijos.
Hoy domingo me lo he pasado escribiendo. Voy elaborando un libro de poemas en prosa: Historia en el Suri que gusta mucho, por cierto, a mis amigos burgaleses. Llevo escrito bastante. Quiero dar los dos libros a la par. Hace bien en no venir, quien le diga lo contrario le engaña, le harían claudicar y sufrir terriblemente y usted no podría aislarse como yo. Usted no tiene idea de lo que es la vida literaria y «la otra» aquí. Como yo a usted le quiero mucho y bien, ¿cómo engañarlo?
Nadie con más ganas de abrazarlo que su discípulo y amigo
Juan Ruiz Peña. Recuerdos a Claudio y demás familiares.
Esta correspondencia entre dos profundos poetas, formada por ciento cuarenta y cinco cartas, es la verdadera historia de una constante amistad, de una fiel amistad, entre Jorge Guillen y su discípulo, el jerezano Juan Ruiz Peña (1915-1992); poetas y catedráticos, uno de la Generación del 27 y otro de la del 36, amigos entrañables que, desde la distancia, compartieron sus vidas y sus obras. Estas cartas son un modelo de comunicación humana e intelectual, y en las que brota el cariño y la admiración, el respeto y la lealtad entre ambos poetas.
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