1893
Novia mía:
Escribes unas cartas tan inefablemente dulces, tan conmovedoramente tiernas, que sólo podría contestarlas como se merecen, con un beso prolongado y abrazándote amorosamente. (...) Martha, no apetezco sino lo que tú ambicionas para ambos porque me doy cuenta de la insignificancia de otros deseos comparados con el hecho de que seas mía. Estoy adormilado y muy triste al pensar que tengo que conformarme con escribirte en vez de besar tus dulces labios.
Devotamente tuyo,
Sigmund
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Fragmentos de cartas
Allí había yo sido muy tímido y, por tanto, había besado a mi Marty pocas veces, pues no comprendía aún del todo lo que se ha convertido ahora en la primera y más natural condición de mi vida: que he ganado para mi, de pronto, a una muchacha única e incomparable.
Por mucho que te quieran, no renunciaré a ti por nadie, ni nadie te merece. No hay amor hacia ti que pueda compararse con el mío.
…estamos tan íntimamente unidos, me siento tan inefablemente feliz por el hecho de tenerte, y estoy tan seguro de tu interés hacia todo lo mío, que las cosas sólo son importantes para mi cuando tú las compartes.
Perdóname, amor mío, si a menudo no te escribo en el tono y con las palabras que tú te mereces, especialmente en respuesta a tus cariñosas cartas; pero pienso en ti con tan sosegada felicidad, que me es más fácil hablarte de cosas ajenas a nosotros que respecto a nosotros mismos. (...) Estoy dispuesto a dejarme dominar completamente por mi princesa. Uno deja siempre con gusto que le subyugue la persona que ama; si hubiéramos llegado a eso, Marty…
Cuando recibo carta tuya, todo el ensueño se disipa y la vida real se introduce en mis células. Los problemas extraños quedan borrados en mi cerebro; se desvanecen las misteriosas concreciones pictóricas de las diversas enfermedades y desaparecen las teorías vacías. Hasta ahora habías compartido mi tristeza. Comparte hoy conmigo mi alegría, amada mía, y no creas que existe otra cosa sino tú en la médula de mis pensamientos.
¡Oh Marty, qué maravilloso sería poder darte todo cuanto se me ocurre y hacerte total y absolutamente mía! La carta llegó cuando apenas había comenzado a escribir mi artículo, y, nada más leerla, me sentí tan satisfecho que mi trabajo progresó a toda velocidad.
Créeme: es natural que yo ponga más objeciones que tú a nuestra prolongada espera. Sucede únicamente que yo la soporto con más esfuerzo, lo cual no es extraño, pues por regla general, las novias son más resignadas que los novios. Antes de conocerte ignoraba la alegría de vivir, y ahora que eres mía “en principio”, la única condición que pongo a la existencia es que me permita tenerte conmigo del todo.
Me hace muy feliz saber que alguien me ama y que ese alguien eres tú. Escribes con tal encanto y sensatez, que cada vez que me das tu opinión sobre cualquier cosa me siento aliviado. No sé cómo agradecértelo.
... leo mucho y pierdo una gran parte del día. Por ejemplo, tengo actualmente Don Quijote, con grandes ilustraciones de Doré, y me concentro más en este libro que en la anatomía del cerebro (…) Hoy hojeando las páginas centrales del libro, casi me parto de risa. Hacia mucho tiempo que no me reía tanto, y no cabe duda de que está maravillosamente escrito.
Acabo de pasar dos horas leyendo Don Quijote, que me ha hecho gozar muy de veras (…) Le hace a uno morirse de risa.
Aunque durante todos estos años he sido pobre, he conseguido lograr aquellas cosas que significaban algo para mí y, por otra parte, me siento a salvo del más desolador de los destinos: la soledad. (...) Por lo demás, no pido ni espero demasiado de la existencia. Soy muy obstinado y temerario y necesito grandes estímulos, habiendo hecho muchas cosas que cualquier persona sensata consideraría osadas. Una de ellas fue la de emprender la senda médica siendo pobre. Otra, la de, siendo pobre, capturar el corazón de una pobre chica… Pero así ha de continuar siendo mi vida: mucho riesgo, mucha esperanza, mucho trabajo. Para la sensatez de la burguesía media me he perdido hace mucho tiempo.
He estado leyendo cosas acerca de la cocaína, ingrediente que contienen las hojas de coca y que mascan algunas tribus indias para hacerse resistentes y soportar privaciones y fatigas (…) he encargado cocaína, y por razones evidentes voy a intentar aplicarla en el tratamiento de las enfermedades cardiacas y más tarde en la fatiga nerviosa. (...)La pizca de cocaína que acabo de tomar me desata la lengua, mujercita, así que seguiré escribiendo y comentando las críticas que me dedicas (…) Aquí me tienes, mi dulce amada, haciéndote tontas confesiones y sin razón alguna, a no ser la cocaína.
Fuente: ProsasLiterarias
Sigmund Freud tenía 25 años y Martha Bernays 20 cuando se conocieron. Mantuvieron un largo noviazgo casi por correspondencia, viéndose durante casi seis años de compromiso sólo seis veces, ya que Freud estaba en Viena como médico, y Martha en Wandsbeck. Finalmente, en 1886, se casan con quien tuvo seis hijos, tres niñas y tres niños.
Novia mía:
Escribes unas cartas tan inefablemente dulces, tan conmovedoramente tiernas, que sólo podría contestarlas como se merecen, con un beso prolongado y abrazándote amorosamente. (...) Martha, no apetezco sino lo que tú ambicionas para ambos porque me doy cuenta de la insignificancia de otros deseos comparados con el hecho de que seas mía. Estoy adormilado y muy triste al pensar que tengo que conformarme con escribirte en vez de besar tus dulces labios.
Devotamente tuyo,
Sigmund
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Fragmentos de cartas
Allí había yo sido muy tímido y, por tanto, había besado a mi Marty pocas veces, pues no comprendía aún del todo lo que se ha convertido ahora en la primera y más natural condición de mi vida: que he ganado para mi, de pronto, a una muchacha única e incomparable.
Por mucho que te quieran, no renunciaré a ti por nadie, ni nadie te merece. No hay amor hacia ti que pueda compararse con el mío.
…estamos tan íntimamente unidos, me siento tan inefablemente feliz por el hecho de tenerte, y estoy tan seguro de tu interés hacia todo lo mío, que las cosas sólo son importantes para mi cuando tú las compartes.
Perdóname, amor mío, si a menudo no te escribo en el tono y con las palabras que tú te mereces, especialmente en respuesta a tus cariñosas cartas; pero pienso en ti con tan sosegada felicidad, que me es más fácil hablarte de cosas ajenas a nosotros que respecto a nosotros mismos. (...) Estoy dispuesto a dejarme dominar completamente por mi princesa. Uno deja siempre con gusto que le subyugue la persona que ama; si hubiéramos llegado a eso, Marty…
Cuando recibo carta tuya, todo el ensueño se disipa y la vida real se introduce en mis células. Los problemas extraños quedan borrados en mi cerebro; se desvanecen las misteriosas concreciones pictóricas de las diversas enfermedades y desaparecen las teorías vacías. Hasta ahora habías compartido mi tristeza. Comparte hoy conmigo mi alegría, amada mía, y no creas que existe otra cosa sino tú en la médula de mis pensamientos.
¡Oh Marty, qué maravilloso sería poder darte todo cuanto se me ocurre y hacerte total y absolutamente mía! La carta llegó cuando apenas había comenzado a escribir mi artículo, y, nada más leerla, me sentí tan satisfecho que mi trabajo progresó a toda velocidad.
Créeme: es natural que yo ponga más objeciones que tú a nuestra prolongada espera. Sucede únicamente que yo la soporto con más esfuerzo, lo cual no es extraño, pues por regla general, las novias son más resignadas que los novios. Antes de conocerte ignoraba la alegría de vivir, y ahora que eres mía “en principio”, la única condición que pongo a la existencia es que me permita tenerte conmigo del todo.
Me hace muy feliz saber que alguien me ama y que ese alguien eres tú. Escribes con tal encanto y sensatez, que cada vez que me das tu opinión sobre cualquier cosa me siento aliviado. No sé cómo agradecértelo.
... leo mucho y pierdo una gran parte del día. Por ejemplo, tengo actualmente Don Quijote, con grandes ilustraciones de Doré, y me concentro más en este libro que en la anatomía del cerebro (…) Hoy hojeando las páginas centrales del libro, casi me parto de risa. Hacia mucho tiempo que no me reía tanto, y no cabe duda de que está maravillosamente escrito.
Acabo de pasar dos horas leyendo Don Quijote, que me ha hecho gozar muy de veras (…) Le hace a uno morirse de risa.
Aunque durante todos estos años he sido pobre, he conseguido lograr aquellas cosas que significaban algo para mí y, por otra parte, me siento a salvo del más desolador de los destinos: la soledad. (...) Por lo demás, no pido ni espero demasiado de la existencia. Soy muy obstinado y temerario y necesito grandes estímulos, habiendo hecho muchas cosas que cualquier persona sensata consideraría osadas. Una de ellas fue la de emprender la senda médica siendo pobre. Otra, la de, siendo pobre, capturar el corazón de una pobre chica… Pero así ha de continuar siendo mi vida: mucho riesgo, mucha esperanza, mucho trabajo. Para la sensatez de la burguesía media me he perdido hace mucho tiempo.
He estado leyendo cosas acerca de la cocaína, ingrediente que contienen las hojas de coca y que mascan algunas tribus indias para hacerse resistentes y soportar privaciones y fatigas (…) he encargado cocaína, y por razones evidentes voy a intentar aplicarla en el tratamiento de las enfermedades cardiacas y más tarde en la fatiga nerviosa. (...)La pizca de cocaína que acabo de tomar me desata la lengua, mujercita, así que seguiré escribiendo y comentando las críticas que me dedicas (…) Aquí me tienes, mi dulce amada, haciéndote tontas confesiones y sin razón alguna, a no ser la cocaína.
Fuente: ProsasLiterarias
Sigmund Freud tenía 25 años y Martha Bernays 20 cuando se conocieron. Mantuvieron un largo noviazgo casi por correspondencia, viéndose durante casi seis años de compromiso sólo seis veces, ya que Freud estaba en Viena como médico, y Martha en Wandsbeck. Finalmente, en 1886, se casan con quien tuvo seis hijos, tres niñas y tres niños.
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