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09 septiembre 2009

Carta de Karl Marx a Arnold Ruge


De Marx para Ruge

Kreuznach, septiembre de 1843

Me alegra que se haya decidido y que, habiendo dejado de mirar el pasado, esté dirigiendo sus pensamientos hacia un nuevo proyecto. Y por ende, hacia Paris, hacia la vieja universidad de filosofía - ¡Absit omen!(que no sea un mal augurio) – y la nueva capital del nuevo mundo. Lo necesario está aconteciendo. No tengo dudas, por lo tanto, de que será posible superar cualquier obstáculo, cuya importancia reconozco.

En cualquier caso, sea posible o no la concreción del proyecto, estaré en París a fin de mes, ya que la atmósfera aquí lo convierte a uno en siervo, y en Alemania no veo ninguna posibilidad para la actividad libre.

En Alemania, todo es suprimido por la fuerza; una verdadera anarquía de la mente, el reino de la estupidez misma, prevalece allí, y Zúrich obedece órdenes de Berlín. Por esto, se vuelve cada vez más obvia la necesidad de buscar un nuevo punto de concentración para el pensamiento genuino y las mentes independientes. Estoy convencido de que nuestro plan responde a una necesidad real, y después de todo, las necesidades reales deben poder satisfacerse en la realidad. Por esto, no tengo dudas acerca de esta iniciativa, siempre y cuando se la lleva acabo seriamente

Las dificultades internas parecen ser mayores que los obstáculos externos. Si bien no caben dudas en cuanto a “de dónde”, gran confusión prevalece en la cuestión “hacia dónde”. No sólo se ha instalado un estado de anarquía general entre los reformistas, sino que todos deberán admitir que no tienen idea exacta de lo que ocurrirá en el futuro. Por otro lado, es precisamente una ventaja de la nueva tendencia la de no anticipar dogmáticamente el mundo, sino que sólo queremos encontrar el nuevo mundo a través de la crítica del viejo. Hasta el momento, los filósofos han tenido la solución de todos los enigmas guardada en sus escritorios, y al estúpido mundo exotérico sólo le bastaba abrir su boca para que cayeran en ella las palomas asadas del conocimiento absoluto. Hoy la filosofía se ha secularizado, y la prueba más contundente es que la misma conciencia filosófica ha sido arrastrada al tormento de la lucha, no sólo externa sino también internamente. Pero, si construir el futuro y asentar todo definitivamente no es nuestro asunto, es más claro aún lo que, al presente, debemos llevar a cabo: me refiero a la crítica despiadada de todo lo existente, despiadada tanto en el sentido de no temer las consecuencias de la misma y de no temerle al conflicto con aquellos que detentan el poder.

Por lo tanto, no estoy a favor de levantar ninguna pancarta dogmática. Por el contrario, debemos ayudar a los dogmáticos a ver claro sus propias proposiciones. Así, el comunismo, particularmente, es una abstracción dogmática. Sin embargo, no estoy pensando en un comunismo imaginario y posible, sino un comunismo que de hecho existe, como aquel que profesan Cabet, Dézamy, Weitling, etc. Es este comunismo solamente una forma particular del principio humanista, aún contaminada por su propia antítesis – el sistema privado. De allí que la abolición de la propiedad privada y el comunismo no son bajo ningún punto idénticos, y no es accidental sino inevitable, que el comunismo haya visto otras doctrinas socialistas – como aquellas de Fourier, Proudhon, etc.- surgir para confrontarlo porque él es en sí mismo sólo una forma especial y unilateral del principio socialista

Y todo el principio socialista a su vez es sólo un aspecto, en lo que respecta a la realidad del verdadero ser humano. Pero debemos prestar igual atención al otro aspecto, a la existencia teórica del hombre, y por ende, hacer que la religión, la ciencia, etc. sean el objeto de nuestra crítica. Además, queremos influenciar a nuestros coetáneos, especialmente a los alemanes. Surge la pregunta: ¿cómo comenzar? Hay dos cuestiones innegables. En primer lugar la religión, y luego la política -son los dos temas que más interesan a la Alemania de hoy. Debemos tomarlos, de cualquier manera que se nos presenten, como nuestro punto de partida, y no confrontarlos con algún sistema ya terminado como ser el de Voyage en Icarie. [Etienne Cabet, Voyage en Icarie. Roman philosophique et social.]

La razón ha existido siempre, pero no siempre bajo su forma razonable. El crítico puede por lo tanto comenzar por cualquier forma de conciencia teórica y práctica y por las formas peculiares de la realidad existente, para desarrollar la verdadera realidad como su obligación y fin último. En cuanto a la vida real, es precisamente el estado político –en todas sus formas modernas- el que, aún cuando no está conscientemente imbuido en las exigencias socialistas, contiene las exigencias de la razón. Y el estado político no se detiene allí. Por todas partes supone que la razón ha sido materializada. Pero precisamente por esto es que cae siempre en la contradicción entre su función ideal y sus prerrequisitos reales.

Partiendo de este conflicto del Estado político consigo mismo, es posible desarrollar la verdad social. Así como la religión es un registro de las luchas teóricas de la humanidad, el Estado político es un registro de las luchas prácticas de la humanidad. Por ende, el estado político expresa, dentro de los límites de su forma sub specie rei publicae (desde el punto de vista político) todas las luchas, necesidades y verdades sociales. Entonces, tomar como objeto de crítica una de las cuestiones políticas más específicas – tal como la diferencia entre el sistema basado en Estado social y el sistema representativo– no está por debajo de hauteur des principles (el nivel de los principios). De hecho, esta cuestión sólo expresa, de manera política, la diferencia entre el poder del hombre y el poder de la propiedad privada. Por esto, el crítico no sólo puede, sino que debe lidiar con estas cuestiones políticas (que, de acuerdo a los socialistas extremos, no son dignas de atención). Al analizar la superioridad del sistema representativo sobre el social-estatal, la crítica, de manera práctica, gana el interés de un gran grupo. Al elevar el sistema representativo de su forma política a la forma universal y al acentuar la verdadera importancia que subyace a este sistema, el crítico obliga al mismo tiempo a este grupo a ir más allá de sus confines, ya que su victoria es a la vez su derrota.

Por lo tanto, nada nos impide convertir en el punto de partida de nuestra crítica, a la crítica de la política, a la participación en la política, y por ende, a las luchas reales, e identificar nuestra crítica con ellas. En ese caso, no nos enfrentamos al mundo en actitud doctrinaria, con un nuevo principio: ¡Esta es la verdad, arrodíllense ante ella! Desarrollamos nuevos principios para el mundo a base de los propios principios del mundo. No le decimos al mundo: termina con tus luchas, pues son estúpidas; te daremos la verdadera consigna de lucha. Nos limitamos a mostrarle al mundo por qué está luchando en verdad, y la conciencia es algo que tendrá que asimilar, aunque no quiera.

La reforma de la conciencia consiste solamente en hacer que el mundo sea consciente de su propia consciencia, en despertarlo de la ensoñación que tiene de sí mismo, de explicarle el significado de sus propias acciones. Nuestro objetivo general no puede ser otra cosa que –como también lo es para la crítica de la religión de Feuerbach- darle a los problemas religiosos y filosóficos la forma que le corresponde al hombre, que se ha vuelto consciente de sí mismo.

Entonces, nuestro lema deberá ser: la reforma de la conciencia, no por medio de dogmas, sino a través el análisis de la conciencia mística, ininteligible a sí misma, ya sea que se manifieste en su forma religiosa o política. Luego será evidente que el mundo ha estado soñando por mucho tiempo con la posesión de una cosa de la cual, para poseerla realmente, debe tener consciencia. Será evidente que no se trata de trazar una línea mental entre el pasado y el presente, sino de materializar los pensamientos del pasado. Finalmente, será evidente que la humanidad no está comenzando una nueva tarea, sino que está llevando a cabo de manera consciente su vieja tarea.

En resumen, podemos formular la tendencia de la revista: la autoconsciencia (filosofía crítica) por parte del presente de sus luchas y deseos. Ésta es una tarea para el mundo y para nosotros. Sólo puede ser la tarea de fuerzas unidas. Requiere de una confesión y nada más. Para asegurar el perdón de sus pecados, la humanidad sólo debe declararlos tal y como son.






Marx trabó amistad con Arnold Ruge, director de un periódico radical en el que Marx había publicado algunos artículos. Ruge se vio obligado a cerrar su diario a causa de la censura y decidió trasladarlo a París. Invitó a Marx a que lo ayudara en la nueva publicación. Esta carta es en respuesta a una carta de Ruge, en la que este último se proclamó a sí mismo ateo y un vigoroso defensor de los "nuevos filósofos".

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