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09 enero 2009

Cartas de Luis Cernuda a Gerardo Diego

s./c. Conde de Benomar, 20
Sevilla
I. VIII. 1927

Mi distinguido amigo:

Muchas gracias por su carta. Quería escribirle, no sólo para agradecerle esta, sino para comentar algo de lo que dice en ella. Escribe usted, refiriéndose a Jorge Guillen: «distanciado de mí, comprende (perdona), y hasta admira -o sea ama, que es mejor- mis versos». Yo también comprendo, admiro, amo sus versos, lo mismo que los de Guillen y de Salinas, aunque conozco la distancia ideal que los separa. De este afecto mío por los versos de usted no sé si Salinas le habrá dicho algo en cualquier ocasión. ¡Cuántos poemas suyos sé -escolarmente- de memoria!

Ahora mismo, al escribirle si vuelvo hacia atrás la mirada encuentro sus libros entre otros libros queridos. Y si no estuviesen quietos, mudos, podrían decirle las veces que he recorrido sus páginas. Mas como no pueden hacerlo, yo lo hago por ellos. ¿Me considerará usted como lector suyo verdadero y por tanto como amigo verdadero también?

Su muy afmo.

Luis Cernuda

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10.X.1927

Querido amigo:

La noticia de su revista me causa verdadera alegría1. Ahí tiene usted mi original. No sé si esa Égloga será demasiado extensa. Ni si le agradará; en este caso dígamelo sin temor alguno, sinceramente.

Hablaré aquí de su proyecto. Y cuente, por lo menos, con mi suscripción. No necesitaré decirle que con mi adhesión fervorosa desde luego.

Su muy afmo.

Luis Cernuda

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9, Febrero (1931)

Mi querido amigo:

Vamos a intentar en lo posible un acuerdo respecto a mis piezas de antología -quiero decir de usted. Este libro inédito se llama Un río un amor. De la selección que usted hace nada tengo que objetar. Sólo unas indicaciones. El poema cuyo título pensaba cambiar, es decir, Río Rita, lleva ahora el de Alguien más. Y desde luego deseo que la puntuación de todos los poemas de este libro se reduzca a un punto al final de cada estrofa; aunque en las copias que usted tiene no ocurre así, creo que será fácil rectificar. Sólo una excepción en la poesía No intentemos el amor nunca, en la cual el verso «Cielo Sereno, Colorado, Glorias del Infierno», necesita llevar esas dos comas que separan un nombre de ciudad de otro. En cuanto al título del libro, como habrá visto en el cuaderno de Manolo Altolaguirre, tampoco debe llevar una coma separándolo. Nada que decir respecto a la selección de Perfil del Aire; excepción hecha de «Esa brisa reciente». No me desagradaba ese poema, sobre todo el final, pero me recuerda ahora demasiado, en expresión, cosas bastante pasadas y equivocadas como quizá en ninguna de las otras poesías que usted escoge. Respecto a que sea o no feo quitar algo que se dio, es decir a la dedicatoria de «Escondido en los muros», no importa, sobre todo si lo que se dio era uno mismo y luego se comprende que no valía la pena.

La cuestión difícil viene ahora. Como recordará, yo le dije que no quisiera dar nada de ese tiempo intermedio entre mis dos libros. Son cosas faltas de sinceridad y por tanto poco mías. Si a pesar de todo Q usted insiste en dar algo (,) yo no sé qué sería preferible. Ese romance que usted dice lo rompí o perdí hace algún tiempo juntamente con otro de igual extensión. Ya ve que son cosas que deseo hacer desaparecer. En último caso, puede dar lo que quiera pero haciendo al pie de la página la indicación de que se incluyen contra la voluntad expresa del autor que no las reconoce como suyas. La nota que usted me pidió la escribimos en colaboración Vicente Aleixandre y yo; es pues la misma para los dos. Vicente se la enviará con sus poemas y si él tardara demasiado ya la enviaré yo. Es muy breve y no sé si le parecerá demasiado enérgica.

Gracias por sus líneas sobre mi artículo. Pero aquello no era crítica ni mucho menos tenía que ver con el surrealismo. Son cosas que quería decir en alto; nada más.

Acabo esta carta tan larga que me deja bastante cansado. ¿Olvidaré algo? Hacía tiempo que no escribía tanto. De todos modos usted me indicará otra cosa que haya dejado sin aclaración. Respecto a(l) retrato ¿qué debo hacer? Un abrazo de su amigo

Luis Cernuda

Muchos afectos para José M. de Cossío

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4 Marzo (1931)

Mi querido amigo: recibo su carta y supongo se trata de una broma. ¿Cómo? ¿Que me dedique a contar a los crustáceos dónde nací, qué estudié y los viajes que haya realizado? Sentiría mucho que usted viese en esta resistencia un obstáculo a su proyecto. No, amigo mío. Crea al contrario que si no estuviese usted en ello ya habría desistido de mezclar mi nombre al de muchos de esos pohetas antologados, a quienes conozco de pies a cabeza (o mejor de cuerno a pezuña) y por tanto no me seduce gran cosa tal compañía. Pero el sacrificio no voy a llevarlo hasta ese extremo. Adjuntas van aquí unas líneas, lo único que puedo decir en la ocasión. Y eso sustituye a la anunciada nota de Aleixandre y mía. ¿Terminada pues la cuestión?

Lástima que no sea yo una especie de poheta español. Esta sería una preciosa ocasión de contar los premios recibidos en el colegio, los diplomas universitarios y las pensiones para el extranjero. Todo ello con vistas a figurar un día en cualquier historia de la literatura género Hurtado o Valbuena. No, no; aún no he caído tan bajo. Edad, pongamos ya que se empeña que nací el 21 de septiembre de 1906. Retrato, ya le enviaré cualquier vaga efigie. ¿Porqué no un dibujo? Lo que yo soy aparece algo quizá en un retrato que hizo Moreno Villa.

Dígame, le ruego, sobre esto.
Un abrazo de su amigo,

Luis Cernuda

(Ahí van esas líneas como respuesta a sus cuestiones)

No valía la pena de ir olvidando poco a poco la realidad para que ahora
fuese a recordarla y ante qué gentes. La detesto como detesto todo lo que a
ella pertenece, mis amigos, mi familia, mi país.
No sé nada, no quiero nada, no espero nada. Y si aún pudiera esperar algo
(,) sólo sería morir allí donde no hubiese penetrado aún esta grotesca civilización
que envanece a los hombres.



Luis Cernuda y Gerardo Diego fueron miembros de la llamada Generación del 27. Las cartas de Cernuda, así como las de Gerardo Diego (de las que algún día habrá que dar noticia), han seguido caminos poco frecuentes, alejadas de los papeles personales de los poetas y de los archivos familiares de sus herederos. En el poeta sevillano confluyen una serie de circunstancias que acentúan el carácter polémico de lo que escribió acerca de sus contemporáneos y de sus paisanos: la leyenda cernudiana, su insistencia en el malentendido con Salinas y Guillén ocasionado por la recepción de Perfil del Aire y, en suma, su distancia con la llamada "generación de la amistad" tan querida por los propios poetas. Gerardo Diego decidió separar estas cartas de sus papeles personales y confiarlas a quien fue en los últimos años su secretario personal, Enrique Cordero, con el encargo expreso de que no se publicaran hasta la muerte de Bergamín y de Alberti.

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