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13 enero 2010

Cartas de Oscar Wilde a Robert Ross

Las cartas siguientes están dirigidas a Robert Ross, el albacea y perfecto amigo a quien tanto deben la persona y la memoria de Wilde. Robert también fue, según él, su primer amante masculino. Las dos primeras cartas son de la temporada pasada en Berneval-sur-Mer, pueblecito de la costa normanda donde Wilde se refugió inmediatamente de su salida de la cárcel de Reading, a fines de mayo de 1897. La tercera, escrita durante su ultimo viaje por Italia, data del año de su muerte y apareció, traducida al alemán, junto con todas las demás cartas a Ross, en el tomo titulado Letzte Briefe, publicado en 1925 por el Dr. Max Meyerfeld.






Hotel de la Plage. Berneval-sur-Mer
(28, mayo, 1897)

Mi querido Robbie:

Es el primer dia que estoy solo; y huelga decir que fue una jornada penosa. Empiezo a darme cuenta de mi terrible situación de aislamiento, y me he sentido rebelde y amargo de corazón todo el día. ¡Qué dolor! ¡Y yo que me figuraba poder aceptar todo tan fácil y tan simplemente! No obstante, he tenido accesos de rabia, que han pasado sobre mí como tremendas ráfagas de huracan agostando las meiores espigas. He descubierto una ermita llena de santos fantásticos, pintados en un estilo gótico, chillón y feo; algunos de ellos con una sonrisa que redondea su boca en forma de agujero como las de las estatuas primitivas. Me hacen el efecto de ídolos, y me hicieron reír de buena gana cuando los vi. Afortunadamente, en una de las capillitas laterales habia un crucifijo delicioso, no un crucifijo jansenista, slno con los brazos dorados extendidos, y cuya contemplación me produlo un verdadero placer. Luego me dirigí a las rocas, donde me quedé traspuesto sobre el musgo caliente y áspero. Esta noche, apenas he dormido. Tenía a mano la indignante carta de Bosie' y, estúpidamente, la volví a leer antes de dejarme caer sobre la cama. Soñé que mi madre estaba muy afligida y me daba buenos consejos. Tengo la más absoluta convicción de que, siempre que me encuentro en peligro, ella me lo advierte de algún modo. Ahora siento verdadero miedo de ese funesto y desagradecido mozo, con su egoísmo vulgar y su absoluta insensibilidad para todo aquello que es o intenta ser bueno y amable para los demás. Me da la sensación de una influencia malsana... ¡Pobre! Volver a su lado, sería volver al infierno, del que creo haber escapado. Espero no verle ya más. En cuanto a ti, queridísimo Robbie, me atormenta la idea de que muchas personas de las que te quieren me lleguen a motejar, si no lo hacen ya, de egoísta, por mi afán de tenerte a mi lado de vez en cuando. Sin embargo, podían ver la diferencia que existe entre tus relaciones conmigo en los días de mi dorada vergüenza -mis horas neronianas- y tus visitas de ahora, destinadas a consolar a un hombre, desgraciado y deshonrado, en su oprobio, su soledad y su pobreza. ¡Que poca imaginación tiene la gente! Si yo volviese a ser rico y tratase de reanudar mi antigua vida, estoy seguro de que no encontrarías gusto alguno en estar a mi lado, y hasta llegarías a lamentar mis actos, mientras que, ahora, vienes a mi con el corazón de Cristo, y me prestas tu apoyo espiritual como nadie lo ha hecho, ni podría hacerlo jamás. Me ayudas a mantener mi alma en vida, no ya en el sentido teológico, sino en el más sencillo e inmediato, pues mi alma había muerto realmente, ahogada en el cieno de los más groseros placeres, y mi vida era indigna de un artista. Tú puedes curarme y ayudarme, pues eres ya mi único amigo en este bello mundo. Tampoco deseo tener otro. Aunque me duele mucho pensar que han de decir de mí que no procuro tu bien y miro con indiferencia lo que puede beneficiarte. Pero tú has nacido para ser mi apoyo. Lloro de pesar cuando pienso hasta que punto necesito ayuda; pero lloro de alegría al pensar que te tengo a ti, que puedes prestármela.
Espero confiadamente poder trabajar en estas próximas seis semanas, de modo que cuando vuelvas podré leerte algo. Ya sé que tengo tu cariño, pero aspiro a tu estimación, a tu admiración sincera, o mejor -porque esta palabra es de mal agüero- a tu sincera comprensión de mis esfuerzos para rehacer mi vida artistica. Pero, si llegase a convencerme de que te causaba un perjuicio, se envenenaría por completo la alegría que tu amistad me produce. Contigo quisiera verme libre de todo remordimiento de conciencia... desearía alejar de mi mente la idea de destrozar la vida de un semejante. Querido Robbie, yo no puedo destrozar tu vida por aceptar la cordial compañía que de cuando en cuando me ofreces. No en balde te llamaba, mientras estuve en la cárcel, san Roberto de Phillimore. El amor da al hombre la bienaventuranza. Los santos son aquellos que más han amado.

Una sola falta hay en lo que mi libro de prisionero contiene sobre ti o para ti. En mi poema hubiera debido decir: «Cuando salí del calabozo, tú no me esperabas con vestidos, con bálsamos y buenos consejos. Me esperabas con amor». Nadie más que tú lo hizo, y al pensarlo, no puedo menos que sonreír, considerando lo estrictamente verdadero de estas frases.

Ocho y media. Acabo de recibir tu telegrama. Un hombre barbudo, sin duda con objeto de disfrazarse, surgió de pronto en una bicicleta, blandiendo un telegrama azul. Desde luego supuse que era tuyo. Me alegro mucho de lo que me dices y espero con impaciencia el periódico. Estoy convencido de que será útil. Ahora escribiré mi artículo sobre la vida en la prisión para el Chronicle. Este diario se interesa en la reforma penitenciaria, de manera que no parecerá un reclamo personal. Dime que te parece. Pienso escribir a Massingham. Leyendo entre líneas de tu telegrama, me parece comprender que estás contento. El telegrama ha llegado en el momento oportuno. Estaba de muy mal humor. Me habían servido para comer una serpiente cortada en rodajitas, con una salsa oscura. He explicado que yo no era un mangeur de serpents, y he logrado convencer al hostelero. En lo sucesivo ya no se servirá té a ningún huésped. ¡Qué suerte ser tan perito en ictiologia!

Te adjunto una colección de cartas. Haz el favor de meter en cada una el giro correspondiente y mándalas a su destino. Las dirigidas a la cárcel, ponlas cada una en un sobre más grande y escribe tú mismo las señas, con letra legible, si puedes. Son mis deudas de honor, y tengo que pagarlas. Ni que decir tiene que puedes leerlas todas. Dile a miss Meredith que las cartas dirigidas a C. 3. 3, 24 Hornton Street, son para ti. Reparte el dinero como te digo más abajo. Es una lista muy larga; pero yo pensaba que tenía dinero en abundancia.

Jackson ........ libras ---- 1
Fleet ..........---- " ------ 1,10
Ford ........... ----" ------ 2,10
Stone ..........----" ------ 3
+Eaton .........--- " ---- - 2
+Cruthenden ... " ------2
Bushnell .......--- " ---- 2,10
+Millward ...... --" ---- 2,10
Grove .......... ---" ----- 3,10
----------------_____________

-----------------" ----20, 10

W. Smith ...... ---" ----- 2


Las cartas deben ser enviadas enseguida; sobre todo las llevan una cruz.

¡Cómo sube la cuenta! Pero ya sólo quedan: Jim, Cuthbert, 2 Dbre., Jim Higgins, 9 Oct., y Harry Elvin, 5 Nov. Y éstos pueden esperar. Después de pensarlo mucho, no he mandado a la cárcel más que una carta. Te ruego no oonfundas las cartas. Todas son distintas.

Me gustaría tener plumas, y corbatas rojas. Estas últimas para fines literarios, naturalmente. Tardieu me ha escrito muy misteriosamente, previniéndome contra peligrosos amigos en París... Odio todo lo misterioso, que casi siempre es demasiado claro. Le Figaro anuncia que he ido a Dieppe en bicicleta. Siempre nos confunden a ti y a mí. Es delicioso, y no quiero decir nada en contrario. Tú eres la parte mejor de mí mismo. Estoy muy cansado... y está lloviendo. Te alegrar saber que no he sembrado cacao en las colonias de los pantanos; que "Lloyd" no se sienta en la terraza; que "Fanny" no se preocupa de los "trabajadores" y que no sé nada de "Belle". Bueno, querido Colvin (¡qué pluma tan odiosa!); quiero decir: mi querido Robbie, buenas noches.
Tuyo de corazón,

OSCAR

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Berneval-sur-Mer
Noche del lunes, 31 mayo, 1897.

Mi querido Robbie:

He resuelto que la única manera conveniente de proveerse de calzado es viniendo a recibirlo en Francia. La aduana me ha hecho pagar tres francos. ¿Cómo es posible que me dieras este susto? La próxima vez que encargues calzado, te ruego vengas a Dieppe a hacer tú mismo el envío. Te aseguro que es el único medio; sin contar el pretexto que será para verte. Mañana partiré en peregrinación. Siempre he deseado ser peregrino, así que he decidido salir mañana, muy temprano, hacia la capilla de Notre Dame de Liesse. ¿Sabes tú lo qué es Liesse? Es una palabra muy antigua que significa Alegría; lo mismo, supongo, que Leticia, Lœtitia. Ha sido esta misma tarde cuando he oído hablar de este santuario o capilla por primera vez, y usualmente, como tú dirias, a la buena mujer que me alberga, que, según parece, se empeña en que yo pase toda mi vida Berneval. Ella asegura que Notre Dame de Liesse es milagrosa y revela a cada uno el secreto de la alegria. No sé cuánto tiempo necesitaré para llegar hasta alli, teniendo en cuenta que debo hacer el trayecto a pie; pero, por lo que ella me ha dicho, necesitaré, cuando menos, seis o siete minutos para la ida, y otro tanto para la vuelta. En realidad, la capilla de Notre Dame de Liesse está exactamente a cincuenta metros del hotel. ¿No es esto extraordinario? Tengo la intención de ponerme en camino después de haber tomado mi café, y en seguida de bañarme. ¿Necesitaré decir que todo esto es un milagro? Me aguijaba el deseo de emprender una peregrinación, y he aquí que la capillita de piedra gris de Notre Dame de Liesse me ha sido traída. Probablemente me ha estado esperando durante todos estos años purpúreos del placer, y viene ahora a encontrarme con su mensaie de Liesse. Verdaderamente, no se qué decir. Espero que no seréis demasiado severos con los pobres heréticos, y admitiréis que, aun para la oveja sin pastor, hay una Stella Maris capaz de guiarla al redil. Pero tú y More (especialmente More) me tratáis como a un disidente; cosa extremadamente penosa y absolutamente injusta.
Ayer asistí a la misa de diez y, luego, me bañé. Ya no era, pues, pagano al entrar en el agua. En consecuencia, no he sido tentado por ninguna sirena ni nereida, ni ninguna otra criatura de cabellos verdes, perteneciente al séquito de Glauco. Cosa, a mi entender, verdaderamente notable. Pues en los días en que yo era pagano, el océano abundaba en tritones de sonantes caracolas y otra porción de cosas desagradables. Ahora, en cambio, es muy diferente. A pesar de lo cual, me tratas como si fuera el Presidente del Mansfield College; y, eso, cuando precisamente acabo de canonizarte.

Me gustaría, querido Robbie, que me dijeses si tu religión te hace feliz. Realmente, me ocultas tu religión de una manera monstruosa. Tratas este tema como una crónica destinada a Pollock para la Saturday Review o como una comida en Wardour Street, en la que flgurase ese manjar fascinante que se sirve con tomates y hace enloquecer a los hombres. Pero bien sé que es inútil interrogarte a este respecto; de manera que no me respondas. Ayer, en la capilla, tuve la sensación de ser un proscrito; o por lo menos, de estar un tanto en destierro. Habiendo encontrado a un simpático labrador en un trigal de las cercanías, me ofreció un sitio en su banco de la iglesia, de modo que estuve comodisimo. Ahora, viene a visitarme dos veces al día, y como es muy rico y no tiene hiios, le he hecho prometer que adoptaría a tres: dos chicos y una niña, afirmándole que, si verdaderamente deseaba hacerlo, los encontraría fácilmente. Él me objetó que temía que le resultasen malos, a lo que yo le contesté que todo el mundo resulta malo. Entonces, él me ha prometido muy de veras adoptar a tres huérfanos y está entusiasmadísimo con la idea. Quedó en ir a ver al cura, para hablar con él del asunto. Me ha contado que su propio padre, estando hablando un día con él, sufrió un ataque, y que él lo había cogido en sus brazos y llevado a su cama en la que había muerto. Desde entonces parece que no ha cesado de pensar en lo horrible que sería para él sufrir un ataque sin tener un hijo que lo recibiese en sus brazos. Luego bien claro está que tiene que adoptar a algún huérfano, ¿no te parece? Tengo la sensación de que Berneval va a ser mi hogar definitivo. No me cabe duda. Notre Dame de Liesse me será dulce, y me aconsejará si voy a ella de rodillas. Es extraordinario el haber sido traído aquí por un caballo blanco, nacido en el lugar, que conocia el camino y deseaba volver a ver a sus progenitores, ya de edad avanzada. Es igualmente extraordinario que yo haya sabido que Berneval existia y me aguardaba. M. Bonnet quiere construírme un chalet, en medio de un terreno de mil metros cuadrados (no sé a cuánto equivale esto, pero supongo que a unas cien millas inglesas), un chalet con un gabinete, un balcón, un comedor, una gran cocina y tres alcobas -además de una magnífica vista sobre el mar y sobre los árboles- todo ello por doce mil francos: 480 libras. Si logro escribir una comedia, mandaré edificar en seguida. Imagínate: ¡tener en Francia una casa propia preciosa con su terreno por 480 libras! ¡Pensar que ya no tendré que pagar alquiler! Ten la bondad de meditar en ello muy seriamente y de comunicarme tu aprobación, si es que el proyecto te la merece. Por otra parte, inútil decir que no se hará nada hasta que yo haya escrito mi comedia. En el hotel habita un señor viejo. Toma sus comidas solo en su cuarto; y luego se sienta al sol. Vino a pasar dos días y está aquí desde hace dos años. Su único pesar es que no haya aquí teatro. Por cierto, que M. Bonnet es un poco duro de corazón a este respecto, y asegura que a un señor achacoso que se va a la cama a las ocho, maldito lo que le serviría un teatro. A lo que el vejete replica que se acuesta a las ocho porque no hay aquí un teatro. Ayer discutieron sobre éste punto más de una hora. Yo me puse de parte del viejo, pero quizá la lógica esté del lado de M. Bonnet.

En mis horas más pesadas voy a escribir un tratado Economía Política. La primera ley que estableceré será esta: "Dondequiera hay demanda, no hay oferta". Esta es la única ley que explica el extraordinario contraste entre el alma del hombre y lo que rodea al hombre. Las civilizaciones permanecen porque los hombres las execran. Una ciudad moderna es exactamente lo contrario de lo que todo el mundo desea. El vestido del siglo XIX es el resultado de nuestro horror al estilo. El sombrero de copa durará todo el tiempo que los hombres lo aborrezcan.

Querido Robbie, ¿no podrías ser un poco más considerado y no tenerme despierto hasta tan tarde charlando contigo? Sin duda, es muy halagüeño, pero deberías recordar que necesito reposo. Buenas noches. A la cabecera de tu cama encontrarás cigarrillos y flores. El café se sirve a las ocho de la mañana en el piso bajo. ¿No te molestará? Si es demasiado temprano para ti, no tengo el menor inconveniente en pasar una hora más en la cama. Espero que duermas bien. Y así debería ser, ya que Lloyd no está en la verandah.

Martes, nueve y media de la mañana.

El mar y el cielo son de ópalo -sin ninguna horrible linea divisoria de pintor-; tan sólo una barca de pesca, deslizándose lentamente y arrastrando el viento tras ella. Voy a bañarme.
Seis de la tarde
Me he bañado y he visitado el chalet que quisiera alquilar para la temporada. Encantador, con una vista espléndida; un gran despacho, un comedor, y tres deliciosas alcobas fuera de los cuartos de servicio, y sin contar un amplio balconaje. Desconozco la escala del dibujo, pero las habitaciones son más amplias que en el plano.

*Aquí Wilde dibuja un plano del chalet imaginario.

3 balcones
1 comedor.
2 salones.

Todo esto esta en el piso bajo con algunos escalones entre el balcón y el jardín.

El alquiler por la temporada o por el año es de... adivina: ¡de 32 libras!Como es natural, tiene que ser mío. Las comidas las haré aquí, solo, en una mesa aparte, reservada. No está más que a dos minutos del hotel. Insiste para que lo alquile. Y, cuando vuelvas, tu habitación estará aguardándote Todo lo que necesito es un criado. La gente aquí es extremadamente amable. He realizado mi peregrinación. El interior de la capilla es, naturalmente, un horror moderno, pero hay una estatua negra de Notre Dame de Liesse. La capilla es tan minuscula como el cuarto de un estudiante en Oxford. Espero obtener del cura que diga pronto la misa aquí; por regla general, sólo se celebra en ella el servicio durante julio y agosto; pero yo necesito ver una misa bien de cerca. Todavía hay algo de que necesito hablarte. Adoro este lugar. Todo el país es delicioso, lleno de bosques y de praderas verdes. Es simple y saludable. Si vivo en París, puedo verme condenado a cosas que no deseo. Las grandes ciudades me dan miedo. Aquí, me levanto a las siete y media. Soy feliz durante todo el día. Me acuesto a las diez. Sí, París me asusta. Quiero vivir aquí. Mañana almuerzo con los Stannard. ¡Qué escritor apasionado y magnífico es John Strange Winter! ¡Y qué pocas personas comprenden su obra! Bootle's Baby es una "bra simbolista". El estilo y el tema es lo único que está mal. Te ruego que no hables nunca a la ligera de Bootle's Baby. Es más, te ruego, que no hables nunca sobre el particular. Yo, no hablo jamás.
Tuyo

OSCAR

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Ad: Cook & Son
Piazza di Spagna
Roma
(16, abril, 1900)

Mi querido Robbie: Materialmente, no puedo escribir. Es tremendo, sobre todo para mí. Me ha atacado la enfermedad en forma de parálisis, una cacoethes tacendi. Sin embargo, todo iba saliendo muy bien. Palermo, donde hemos pasado ocho días, es magnífico: una de las ciudades mejor situadas del mundo. Su vida se desliza, soñadora, en la conca d'oro, junto al fértil valle que se extiende entre dos mares, con sus naranjos y limoneros, de tan perfecta belleza, que me sentí más prerrafaelista que nunca y renegué de los impresionistas que, con sus almas sucias y sus frentes nebulosas, han reproducido de un modo tan imperfecto y turbio las «lámparas de oro colgadas en la verde noche» que de tal modo me alegraban. Los finos y maravillosos detalles de los prerrafaelistas son la compensación de su falta de movimiento. La literatura y la musica son las únicas artes susceptibles de movimiento. En ninguna parte, ni aún en Rávena, he visto tantos y tan bellos mosaicos como en la Capilla Palatina, que, desde el suelo hasta la bóveda, es de oro; te da la impresión de hallarte en el corazón de una gran colmena y ver cantar a los ángeles. Y ver a los ángeles, o a cualquier otro ser sobrenatural, cantar, es más hermoso que oírles. Por esta razón, los grandes artistas han representado siempre a sus ángeles con cítaras sin cuerdas, flautas sin agujeros y caramillos en los que no podía entrar ni salir el aire.

Hemos ido varias veces a Monreal, del que seguramente has oido hablar, lo mismo que de sus claustros y su catedral. He pasado muy buenos ratos con un joven seminarista que vivía, con otros once, en una buhardilla de la catedral de Palermo, debajo del alero, como los pájaros. Todos los días me hacía recorrer la catedral, y me he arrodillado ante el enorme sarcófago de pórfido en el que yace Federico II. Es una cosa inmensa, grandiosa y sobria, de color de sangre, sostenida por cuatro leones, que tienen algo de la fuerza y el carácter indomable del gran emperador. Al principio, mi joven amigo, que se llama Giuseppe Loverde, me daba explicaciones, pero al tercer día, fui yo quien comenzó a hablarle, comentando la parte histórica como es debido y contándole todo lo que sabía del poderoso monarca, de su corte de poetas, y del horrible libro que no llegó a escribir. El motivo de la vocación eclesiástica de Giuseppe es por todo extremo medieval. A mi pregunta de cómo y por qué se hacía clérigo, me respondió: "Mi padre es cocinero y muy pobre, y somos muchos hermanos; así que me pareció muy conveniente quitar una boca de una casa donde había tantas, pues, aunque soy delgado, como bastante, demasiado quizá para mi casa". Yo le dije que debía servirle de consuelo el pensar que Dios suele utilizar la pobreza como medio de ganar a los hombres para sí, mientras que no suele elegir a los ricos sino muy rara vez. Giuseppe se consoló pronto y yo le regalé un libro religioso muy bonito, con más estampas que oraciones. Le di también algunas liras y le profeticé que llegaría a obtener un capelo cardenalicio si seguía siendo bueno y no me olvidaba. Me prometió hacerlo asi y creo que cumplirá su promesa. En Nápoles estuvimos tres dias. La mayor parte de mis amigos, como tú sabes, están en la cárcel, pero aún encontré a algunos que guardan de mí un buen recuerdo.

Llegamos a Roma el Jueves Santo, y ayer, para escándalo de Grissell, y de toda la corte pontificia, me presenté en el Vaticano, en el primer grupo de peregrinos y recibí la bendición Papa, bendición que los demás me han negado. Fue algo maravilloso, cuando pasó ante mi en su silla gestatoria; no era un ser de carne y hueso, sino un alma blanca con una alba vestidura; y un artista, al tiempo que un santo -único ejemplo en la historia-, si se ha de dar crédito a los periódicos. Nunca habia visto nada semejante a la extraordinaria duñzura de sus ademanes cuando, de tiempo en tiempo, se ponia de pie para dar la bendición, a los peregrinos quizá, pero en particular a mí. Es preciso que Tree lo vea. Le haría feliz. Yo experimenté una impresión muy honda, y mi bastón sintió veleidades de florecer. Y, en realidad, quizás habría florecido si no me lo quitara el pertiguero a la entrada de la capilla. Esta prohibición extraña es sin duda en honor de Tannahäuser.

¿Cómo consegui el permiso? De un modo extraordinario. Yo consideraba la cosa imposible, y no hice esfuerzo alguno por lograrlo. El sábado por la tarde, a las cinco, fuimos Harold y yo a tomar el té al Hotel de Europa. De repente, mientras yo devoraba unas tostadas de pan con manteca, se presentó un hombre, o cosa parecida, con uniforme de portero, y me preguntó si yo deseaba ver al Papa el Domingo de Pascua. Me incliné profundamente, exclamando Non sum dignus, o algo así; en vista de lo cual, el hombre sacó una tarjeta, que me alargó. Cuando te diga que el hombre en cuestión era extraordinariamente feo, y el precio que pagué fue el de treinta dineros, sin duda no necesitaré decirte más. Lo curioso del caso es que, cada vez que paso por delante del susodicho hotel, me encuentro al mismo individuo. La ciencia tiene un nombre para este fenómeno, atribuyéndolo a una sesión del nervio óptico, pero tú y yo sabemos a qué atenernos. En la tarde del Domingo de Pascua asistí a las vísperas; en San Juan de Letrán. Muy buena música. Al final aparecio un obispo vestido de rojo, con guantes rojos también, como aquellos de que habla Pater en Gaston de Latour, y nos dio a adorar las reliquias. Era un hombre muy moreno y llevaba una mitra amarilla. Una figura siniestra y medieval, pero magníficamente gótica, idéntica a las de los obispos tallados en la madera de los sitiales del coro y la piedra de los pórticos. ¡Y pensar que las gentes se reían, en otro tiempo, de las actitudes de las figuras pintadas en las vidrieras! Como si no fuera la única actitud posible para las figuras vestidas. El aspecto de este obispo, al que yo contemplaba fascinado, despertó en mi la sensación del gran realismo del arte gótico. Ni en el arte griego, ni en el existe la pose. La pose fue descubierta por los malos retratistas, y el primero que posó fue un especulador de bolsa, que tuvo que seguir posando etemamente.

Te mando una fotografia que hice en Palermo el Domingo de Ramos. Envíame algunas sacadas por ti; y no te impacientes y trata de leer esta carta, aunque me temo que vas a necesitar ocho días.
Saluda cariñosamente a tu madre. Siempre tuyo,

OSCAR







Cartas extraídas del libro "Literatura epistolar", de la editorial Océano. Traducción de Ricardo Baeza.

4 comentarios:

antipático dijo...

Acabo de terminar un "diccionario epistolar" en mi blog, divertimento sin pretensiones en el que he disertado sobre el tema de las cartas en general. Cuando ya lo tenía acabado, me he quedado anonadado por el trabajo y la calidad de este blog. La verdad es que no tengo nada que decir, más que agradecer su existencia. Probablemente si lo hubiera conocido me hubiera atrevido a publicar nada. No he decir que lo primero que he hecho ha sido hacerle un enlace en mi blog.

Visitaré este sitio, sin duda, con frecuencia. Un saludo

antipático dijo...

Por cierto, sobre Oscar Wilde y la terrorífica historia de sus numerosas cartas, es interesantísimo el libro "El marqués y el sodomita", de Martin Holland, en el que narra la historia del juicio por escándalo a Wilde, y el papel que jugaron sus cartas para acusarle

Olga dijo...

Hola, antipático. Gracias a ti por tus comentarios. Me alegro que te guste el blog. Me encantaría acceder al tuyo, pero tu perfil no está disponible. Sobre el libro que me comentas de Wilde, estoy pendiente de leérmele en breve, parece bastante interesante. :) Un saludo, y gracias.

antipático dijo...

Creo que ya tienes disonible mi perfil. Si no la dirección de mi blog es http://egotecadelantipatico.blogspot.com