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22 mayo 2010

Diario de Zenobia Camprubí





LA HABANA (CUBA)



2 de marzo de 1937

Hoy hace veintiún años que nos casamos, estamos de nuevo en este lado del mar, pero tan lejos de casa. Hace siete meses la visión de nuestra vida presente me hubiera parecido un sueño inalcanzalbe. Este maravilloso cielo claro, este mar de azul intenso, coronado de blanco por las olas y, sobre todo, este libertad, todo lo que imaginé como "los Campos Elíseos del mundo externo" para siempre inalcanzables, son nuestros. Cuántos millones de personas en España se sentirán ahora como yo me sentí entonces. Y el futuro es ahora para mí tan inescrutable como lo fue en aquel entonces el presente.

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3 de marzo de 1937

Estoy tratando de evitar la desmoralización que causa el ocio, imponiéndome alguna disciplina. Ayudar a J . R. no es suficiente para llenar el día, pero es suficientemente irregular como para no permitirme hacer compromisos en cuanto a asistir a clases.
Para empezar he decidido escribir tres cartas cada mañana, para terminar con el montón de correspondencia atrasada; y coser un poco, aunque lo detesto. Quiero aprender a cocinar antes de volver a España, pero no he adelantado nada. «Debí» haber aprendido con la excelente cocinera negra que teníamos en Puerto Rico y no lo hice. ¡Dejar pasar las oportunidades!
(Cartas escritas ayer: a la srta. Machín, Milagros Serís e Inés Muñoz; cartas escritas hoy: a Georgina Castillo, Hannah Crooke y Carolina Marcial).

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11 de marzo de 1937

Juan Ramón está tan feliz después que trabajamos juntos... Esta mañana dijo:”Esto es lo único que vale la pena, este trabajo que hacemos juntos”, y parecía muy contento. Qué bendición tenerlo suficientemente aislado como para que no piense en esta terrible tragedia que nos llena a los dos de inquietud. (Se refiere a la guerra civil española). Él está acostumbrado a trabajar sobre el manuscrito primero y luego coge la copia inicial a máquina, vuelve sobre ella y a menudo dicta una tercera vez; ya que las páginas a máquina son más claras, y es más fácil repasarlas, aunque el manuscrito se ve mucho más atractivo desde un punto de vista estético. Me gustaría conservar estos manuscritos. Es muy interesante estudiar las etapas progresivas de su trabajo, pero mientras va dictando tacha las palabras una a una, o al final, rompe el papel en pedacitos con deleite, como si fuera un trabajador quitando el andamio.

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13 de marzo de 1937

Clase de cocina esta mañana. Trabajo con J.R. después de la siesta y luego J.R. fue al centro. Nadie que no esté acostumbrado a tener mucho espacio y que luego se vea reducido a un cuarto podrá entender mi regocijo cada vez que me encuentro sola en él, aun cuando la persona con quien lo comparto sea J.R. No sé cómo lo toleraría si se tratara de otra persona, aunque no es fácil vivir con J.R. Para empezar, J.R. no soporta ningún ruido o movimiento cuando está trabajando; lo que es completamente comprensible, y tampoco le gusta oir la radio, excepto en raras ocasiones, como por ejemplo, ese encantador concierto de Debussy con Cortot al piano.

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5 de abril de 1937. Lunes

Empieza otra semana y a las 7:30 el chico de la imprenta vino a buscar más trabajo. El libro está progresando rápidamente. Esta noche fui a la conmemoración de F.G.L. (Federico Gª Lorca). Qué fácil es convencer a la gente, especialmente a la gente ignorante, y qué criminal el usar este poder para ganársela apelando a las bajas pasiones. Esta tarde perdí todo mi respeto por S. S., un hombre tan educado e inteligente, usando su influencia en una causa tan odiosa. Mucha política y la parte poética tan de tercera clase. El teatro estaba abarrotado de gente. ¿Cuál es el mejor camino a seguir para un hombre de espíritu, el dedicarse a un plano cultural inferior para llegar a las masas o el quemar la llama sagrada por una minoría, que a la vez la pasará, influyendo en la masa?

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11 de abril. Domingo

Ha estado nublado por dos días con arranques de viento y lluvia. Gracias a Dios, pues ¡a vida se hace más fácil. Hoy fui al recital de Sainz de la Maza en la Hispanocubana. La conferencia muy interesante, pero fue difícil llegar a conclusiones por lo poco que se podía oír. Visité a Elena anoche, pero nuestras noches me parecen más interesantes. Qué pocas personas en el mundo pueden mantener vivo el interés del prójimo. En los momentos de sed intelectual o espiritual siempre me viene Cossío a la mente. También a J . R., por eso prefiero las noches bajo en silencio en vez de hablar, lo que me hace enfrascarme en un libro. A veces cuando hay buena música en la radio, la escuchamos.

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15 de abril. Jueves

Pasé la mayor parte del día leyendo «Lo que el viento se llevó», que le agarra a una las amarras del corazón con sus ansias, especialmente cuando se está tan bien preparado por el despiadado avance del comunismo en el viejo orden. Un viejo orden igual de insensible a los sufrimientos de aquellos que aplasta, en tanto no tenga que ver a las víctimas siendo aplastadas. Y Rusia volviendo al capitalismo y llena de necesidades y sufrimiento. Después de todo soy tan escéptica, que nada me parece válido y el hombre lobo se pasará la vida devorando al hombre oveja. Sin embargo, creo que el comunismo logrará algo (no mucho) cuando se colme y abandone su bestialidad y deje a la gente creer en cosas inteligibles fuera de su doctrina.

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29 de mayo. Sábado

Esta mañana compré como loca en el «ten cent». También fui al banco y cambié nuestro segundo cheque mensual. Fui al correo y mandé por vía aérea largas cartas a Luisa, Guerrero y Olga. Por la tarde escribí a máquina para J . R. y repasé la ortografía española de nombres hindúes de la Antología de Tagore, que reduje a las proporciones que permite el presupuesto del Departamento de Educación. Me había olvidado de muchos de los poemas traducidos hace diez o quince años. Creo que nos salieron bien. (J. R. está deprimido y todavía no se ha curado de su enfermedad. Ha perdido entusiasmo en su trabajo y se está sintiendo mal por la neuritis. Piensa en España más y más cada día, y esto se convierte en una especie de desesperación.)

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24 de junio. Jueves, San Juan

El teléfono ha estado sonando todo el día para felicitar a J . R., que alega que su santo es San Juan de la Cruz, no San Juan Bautista. J . R. se pasó horas explicándome que mientras durara la guerra no quería quedarse con nada que no fuera absolutamente necesario y estaba apenadísimo porque yo le compré un par de gemelos de níquel, pues los que tiene son muy pequeños y poco adecuados, y se la pasa quejándose de que se le van a perder. Esta noche nos regalamos con un paseo juntos en coche y repartimos varios de sus libros y de los de Florit, que le dio diez a J. R. para que regalara a sus amigos, ya que él había escrito el prefacio. Llegamos a casa bajo un aguacero después de recoger a Noemí, que esperaba el autobús desolada, y la dejamos en la no muy cercana puerta de su casa.

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16 de noviembre de 1937

Ayer por la noche, J.R. y yo tuvimos una pelea. Comenzó con una de esas ideas absurdas, que fue la gota que derramó el vaso, así que me dio una de mis "grandes cóleras", llena de justa indignación, y le dije que me iba a Nueva York a visitar a mi familia indefinidamente. He descubierto que estos arrebatos acumulados lentamente son completamente inútiles en lo que a mis decisiones se refiere, porque le tengo demasiado cariño para llevar a cabo un solo plan, no importa lo decidida que esté. Al final, me doy cuenta antes de la partida de que no voy a disfrutar de nada pensando en J.R. y en el triste estado de ánimo en que lo ponen mis arrebatos de cólera.

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20 de mayo de 1938. Viernes

Un día tranquilo contestando cartas y haciendo planes. Pero J. R. no ha adelantado en lo más mínimo con el trabajo que se propuso hacer cuando me pidió que me quedara tres meses más mientras él lo terminaba, y considerando que estoy resignada a esperar por él, si sacrifico algo con un fin, estoy muy poco satisfecha de desperdiciar la oportunidad, ahora que no tengo nada que hacer aquí, de hacer algunas cosas que he querido hacer en los EE.UU. desde hace tanto, sólo para que J. R. malgaste el tiempo hablando hora tras hora con toda esta gente aburrida del hotel, o si no, echado de espaldas el mismo número de horas tratando de dormir. No veo que me necesite para ninguna de estas dos cosas.

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Zenobia fue a ver la película "Amapola del camino", en la que se utilizaba, sin permiso, el poema de ese título de Juan Ramón. Tenían la esperanza de poder alegar y así sacar una pequeña suma que reparara en algo su menguado capital; pero, como otras veces, el drama de la Guerra Civil, no la necesidad propia, pasa a primera plana como puede verse por las frases con que termina la escritura de ese día:



23 de mayo de 1938

Por la tarde fui a ver Amapola del camino y verifiqué que no sólo copiaron el título de J. R., sino que la canción-tema es suya y el estribillo del coro final es una repetición de la misma... Pero lo que me llamó la atención y me dolió en el alma fue una escena del noticiero: los refugiados españoles cruzando la frontera y no eran las mujeres y los niños los más trágicos ni los milicianos atiborrándose alegremente después de haber pasado hambre, sino la figura de un hombre, probablemente un sargento o un oficial que en absoluta desesperación pasó frente a la cámara, sin darse cuenta de ello. Desesperado por lo que había dejado detrás, pero más por lo que le esperaba. ¡Si hubiera podido estar allí para ayudarlo!

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El comentario sobre la llegada de Fernando de los Ríos a La Habana, es buen índice de la opinión de Zenobia hacia algunos exiliados y del momento de solaz en el medio de su angustia que un gran hombre podía proporcionarle a ella y a Juan Ramón:



18 de diciembre de 1938

Pensé ir al Stadium a oír el discurso de Femando de los Ríos, pero debido a nuestra carencia de fondos decidí oírlo por radio. J. R. y yo estábamos sobrecogidos, porque fue un verdadero discurso sobre nuestra España, no sobre esas lunáticas Españas modernas que nos sirven con salsa antiespañola y que nuestro paladar rechaza vivamente. J. R. hasta se llevó el pañuelo a los ojos. Corrimos al hotel a abrazarlo... Fernando de los Ríos estaba de un gran humor y él y J. R. evocaron a Don Francisco Giner en particular, después a D. Gumersindo Azcárate, Cossío, Rubio... Cuando le hablaron a F. de los R. de la colección de canciones populares de Lorca que cantaba La Argentinita tarareó con oído musical exacto «Anda jaleo jaleo» y nos dio la letra de muchas canciones populares. Contó hasta más no poder cuentos de la gente del campo, y J. R. afectado y estimulado por una igual corriente le provocaba a cada momento. Fue una noche animadísima.

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21 de diciembre de 1938

Las cosas entre J.R. y yo llegaron a su punto culminante. Yo me doy cuenta de que tengo un gran defecto al no poder tolerar acusaciones, pero mi indignación fácilmente provocada y probablemente injusta la mayor parte de las veces, me saca toda la que tengo normalmente reprimida por estar mortificada todo el tiempo.(…) Armé un infierno. Le dije que todos los hombres que él desprecia y critica, por lo menos se mantienen, y a su mujer y a sus hijos, y él, que no tiene que preocuparse por casa y comida, no puede resolver ni los problemas más pequeños y está desperdiciando su vida tirado en la cama o perdiendo el tiempo en los vestíbulos de los hoteles con un montón de gente poco interesante.

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Cuatro días después Zenobia reconduce la situación


25 de diciembre de 1938

Yo estaba muy preocupada por J.R., por sus largos silencios, su cara de pena y sus respuestas medio distraídas, pero esta tarde parecía más animado, más como él, y al regreso me habló mucho sobre Unamuno, sus fuerzas rudas, su absoluta falta de sentimiento por la belleza, su completa indiferencia a la música. También habló de lo difícil que se les hacía a los hombres de su generación aprender bien las lenguas; de la facilidad con que algunos valores menores aprovechaban las ventajas de la vida y de la total falta de adaptación de otros como Rilke, que casi se murió de hambre. Creo que después que exploté anteayer, él ha estado pensando en sí mismo. De todos modos, los dos hablamos mucho tiempo, disfrutando el uno del otro y escuchándonos el uno al otro. Me gustó tanto que se lo dije.

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MIAMI (EE.UU)



Sentada frente al mar en Coral Gables, se detiene a pensar en lo que fue y es y continuará siendo su vida con Juan Ramón.


Domingo 7 de enero de 1940.

Se me vino encima la vida entera y la anulación gradual de mi personalidad en todo lo que no sea ayuda para los objetivos de J. R. y sobre todo la idea de que cuando J. R. quiere algo siempre estoy dispuesta a hacer sacrificios para que él pueda tenerlo, mientras que cuando yo quiero algo, aunque sea la cosa más mínima, si implica cooperación de su parte, basta que yo lo quiera para que él quiera lo contrario.

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13 de marzo de 1945

Acabo de ver las primeras forsitias que J.R cogió ayer en el parque durante mi ausencia, sólo una ramita que puso en un pequeño vaso sobre mi escritorio, un pequeño vaso con un adorno amarillo y la forsitia. Estaba tan ocupada que no lo vi hasta esta mañana y corrí a abrazar a J.R a pesar de sus protestas de no hberme fijado antes.

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20 de mayo de 1945. Domingo

La gripe de J. R. y el que Inés pasara el domingo en Alexandria hicieron que me quedara en casa este fin de semana. Hoy J. R., que se ha negado a dejar de trabajar, ha llegado a segurarme que un poco de fiebre ayuda a aclarar la mente y hoy ha resuelto 4 problemas importantes para su trabajo: se dio cuenta de cómo debía ser "Con la rosa", de qué poemas deberían ir al comienzo y al final de cada parte, etc. Ha sido un fin de semana muy provechoso y me dice a cada rato lo bien que va todo. Me dice cuánto disfruta y cuánto le ayudo y: "Habla un poco conmigo que después de muertos ya no podremos hablar".

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23 de octubre de 1949

Éste ha sido un otoño maravilloso, tan largo y soleado, casi sin lluvia, de modo que la mudanza de las hojas ha sido larga y como suspendida en su mayor hermosura. J.R ha estado feliz, asomándose loco de contento a todas las ventanas y diciendo “Esto es un gloria, Zenobia, hija”, y llamándome constantemente para que viera algún aspecto nuevo de la belleza exterior.







Durante los veinte años que duró su exilio, Zenobia, la esposa, musa y compañera del poeta Juan Ramón Jiménez fue escribiendo un diario con sorprendente regularidad. Primero en La Habana, luego en Nueva York, y, finalmente, en Puerto Rico, Zenobia Camprubí dejó constancia sobre el papel de las pequeñas y grandes cosas de cada día, desde sus peleas cotidianas con Juan Ramón hasta su preocupación por las noticias.

Fuente: Textos pertenecientes a "Zenobia Camprubí. Diario" Tres volúmenes (I, II y III), de Alianza Editorial.

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