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22 diciembre 2010

Cartas de la princesa de Éboli

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A ANTONIO PAZOS



22 de mayo de 1581

Ilustrísimo Señor:
Estos mis trabajos no me parece que acaban de ir en crecimiento, ni sé qué ha de ser de esto, ni como no basta ya pérdida de honra y hacienda, para cansar a cualquiera que mucho lo hubiera deseado cuando no hubiera alma, cuanto más habiéndola. De todo ello pongo a Dios por testigo y por mi juez y amparo, para que vuelva por mí conforme a mis palabras y Evangelio, que es lo que no puede faltar; y a Vuestra Señoría Ilustrísima por ser su ministro acá en la tierra, le acuerdo y doy gritos sobre mi desagravio de honra y hacienda, y que entienda todo el mundo que ha sido esto y que hinchan estos tribunales mis culpas y que ha parecido a justicia como la más triste labradora, viuda de todo el mundo.

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AL CARDENAL ARZOBISPO DE TOLEDO


Pastrana, finales de 1582

Ilustrísimo Señor:

Si vuestra Señoría Ilustrísima no estuviera cansado de mis desdicha, le suplicaría que me ayudara en esta deshonra y trabajo, mas así no sé qué me diga: lo que respondí fue grandes sumisiones y obedecer, más que pues los muertos eran oídos que suplicaba yo a Su Majestad que como más muerta que todos me oyese.
Ilustrísimo Señor. Besa las manos a vuestra Señoría Ilustrísima.
La princesa doña Ana

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Pastrana, finales de 1582

Ilustrísimo Señor:

No es bueno que digan en Portugal aquellos grandes ministros que si el de Medina-Sidonia no quiere este negocio que no hay remedio de que se deshaga; pasa Vuestra Señoría Ilustrísima por tal querer de yerno, y tal manera de justicia. Tendría por bueno (porque no se ve que se ha hecho de un criado mío a quien he enviado a dar cuenta al duque de Medina de este trabajo), que Vuestra Señoría Ilustrísima le escribiese, como mejor fuese servido y le pareciese, sobre las amistades y lo que importa a la autoridad de todos que esto se remedie luego y que esto haga el que puede y Vuestra Señoría Ilustrísima apriete a los de Portugal; el confesor dicen que está tibio y Rodrigo Vázquez terrible porque lo hizo y porque tiene aquí a este.
Ilustrísimo Señor. Besa las manos de Vuestra Señoría Ilustrísima.
La princesa doña Ana.

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Pastrana, finales de 1582

Ilustrísimo Señor:
Aunque yo no tuviera otra obligación al padre Salazar, que le tengo muchas, sino venir ahora en esta sazón aquí de tanta aflicción y congoja para mí y muriendo por dar cuenta a Vuestra Señoría Ilustrísima de todo, me habría puesto en la mayor obligación del mundo el llevar entendido los sustos y trato de este que está aquí y lo que ha venido de Lisboa que es el camino que dicen que hay de la redención y también cómo mi salud no me deja alargar más, que si esta se acabase creo que sería lo mejor, pues con ella se acabaría esta fábula del mundo.
Ilustrísimo Señor. Besa las manos a Vuestra Señoría Ilustrísima.
La princesa doña Ana.

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Pastrana, finales de 1582

Ilustrísimo Señor:

Al fin el duque mi yerno lo ha hecho como tan fino y buen caballero como es, y como tal ha sentido mi trabajo y dice que le remediará en la forma y manera que a mí me pareciere enviando a Su Majestad a suplicarle quite esta desventura de aquí, para esto me envía a pedir una memoria; la de mi trabajo y desdicha tiene ya allá
Vuestra Señoría Ilustrísima; suplico a Vuestra Señoría Ilustrísima de ello y de mi justificación y derecho, se la envíe para que conforme a ella se guíe y haga lo que tiene ofrecido; y luego yo sé que la leerá él de mejor gana y la tendrá por harto mejor enviada por Vuestra Señoría Ilustrísima con todo cuanto me quiere y si a Vuestra Señoría llustrísima le pareciere dar cuenta de esta al conde de Chinchón yo lo tendría por servicio.
Ilustrísimo Señor. Besa las manos a Vuestra Señoría Ilustrísima. La princesa doña Ana.






Ana de Mendoza de la Cerda, (Guadalajara, 1540-1592) fue una aristócrata española. Se casó a los doce años con Ruy Gómez de Silva, uno de los secretarios de mayor prestigio de Felipe II. El papel de la joven Ana en la corte madrileña empezó a subir como la espuma; su carácter altivo y su amor por el lujo se convirtieron en su mejor etiqueta de presentación, ejerciendo una gran influencia en la corte. A los 33 años queda viuda. Su relación con Antonio Pérez, el secretario del rey, de quien quizás era la amante, la acabó mezclando en turbios sucesos. Así, cuando Pérez fue acusado de instigar el asesinato de Rafael de Escobedo, (secretario de Juan de Austria), para que no descubriese sus contactos secretos con los holandeses, la princesa de Éboli se vio implicada y fue arrestada. Privada de la tutela de sus hijos, fue exiliada a Pastrana, donde falleció.



Fuente: Cartas pertenecientes al libro "Éboli: secretos de la vida de Ana de Mendoza", de Nacho Ares. Algaba Ediciones, S.A

1 comentarios:

Antorelo dijo...

Hola, Olga, por azar he llegado a tu blog. Tengo que decirte que me encanta y que lo seguiré atentamente. Te dejo el mío: tijerasdepapel, por si quieres echarle un vistazo. He intentado ponerme como seguidor, pero no encuentro la opción.
Felices fiestas.
Saludos