Blogger Template by Blogcrowds

10 enero 2011

Cartas de Laurence Sterne

.




A CATHERINE FOURMANTEL, cantante francesa



8 de mayo de 1760

Mi querida Kitty:

He llegado sano y salvo, excepto por el agujero en mi corazón que has producido tú como la querida y encantadora putilla que eres. Y ahora mi querida querida niña, déjame que te asegure mi más sincera amistad, mayor de la que ningún hombre haya sentido hacia una mujer. Esté donde esté, mi corazón siente calidez hacia ti y siempre será así hasta que se quede frío para siempre.
Te agradezco la amable prueba que me diste de tu amor y de tu deseo de aligerar mi corazón al ordenarte a ti misma que te negarías a tú ya sabes quién.
Mientras yo me siento tan miserable al estar separado de mi querida querida Kitty, me habría apuñalado el alma pensar que semejante individuo podría tener la libertad de acercarse a ti. Por esto he tomado esta prueba de tu amor y de tus buenos principios con mayor amabilidad, y tengo tanta fe y dependo tanto de ti en esto como si estuviera junto a tu codo -¡quisiera Dios que estuviera junto a él en este momento!- pero estoy sentado solo y abandonado en mi dormitorio (a las diez de la noche, después de la obra) y daría una guinea* por una caricia de tu mano. Envío continuamente a mi espíritu para que vaya a ver lo que estás haciendo, y desearía poder enviar mi cuerpo con él.

Adiós querida y amable niña, y considérame siempre tu más amable amigo y tu admirador más rendido. Esta noche iré al Oratorio. ¡Adiós! ¡Adiós!

P.S.: Mis saludos a tu mamá.
Escríbeme a Pall Mall, en la segunda casa desde St. Alban's Street.

...............................................................................................................................


A LADY PERCY


Enviada desde el Mount Coffee House.
Martes, tres de la tarde


Existe un extraño efecto mecánico que se produce al escribir una carta de amor dentro de un molde de piedra de la dama que absorbe el corazón y el alma de un inamoratos. Por esta causa (pero principalmente porque tengo que cenar en este vecindario), yo, Tristram Shandy, he cambiado mi alojamiento por un café, el más cercano que he podido encontrar a la casa de mi querida Lady, y he pedido una hoja de papel del Estado para intentar la verdad de estos artículos de mi credo. Ahora vamos a ello.
¡Oh mi querida Lady, habéis convertido mi alma en un trapo de cocina! En cualquier caso, creo que ésta es una introducción demasiado familiar para una situación tan poco habitual como la que me encuentro con vos, en la que, el cielo lo sabe, se me mantiene a distancia y me desespero por acercarme una pulgada a vos, con todos los pasos y sinuosidades que puedo pensar en recomendarme a mí mismo. Cualquier hombre en su sano juicio correría en la dirección diametralmente opuesta a vos, y tan lejos como lo llevasen sus piernas, en vez de exponerse desesperado, tonta e imprudentemente, una y otra vez, donde su corazón y su razón le dicen que va a salir perdedor si no totalmente deshecho.

¿Por qué me ibais a decir que os alegraría verme?¿Es que os da placer hacerme más infeliz, o es que añade algo a vuestro triunfo el que vuestros ojos y labios hayan convertido a un hombre en un loco, a aquel al que el resto de la ciudad está celebrando por su ingenio? Soy un idiota, el más débil, el más dócil, el loco más tierno cuya debilidad haya probado nunca cualquier mujer, y el más incierto en su propósito y resolución de recuperar su buen sentido.
No hace ni una hora que me arrodillé y juré que nunca más me volvería a acercar a vos, y después de recitar el Padre Nuestro precisamente por su conclusión de que «no nos dejes caer en la tentación», partí, como cualquier héroe cristiano, dispuesto a ocupar el campo contra el mundo, la carne y el diablo, sin dudar ni un momento que finalmente los pisotearía todos bajo mis pies.
Y ahora he llegado tan cerca de vos, dentro de este vil molde de piedra de vuestra casa, que me siento impulsado hacia un vórtice que me ha girado completamente la cabeza, y aunque había comprado una entrada que me llevaría a la función benéfica de miss ..., aun así sabía muy bien que era una sola línea dirigida a mí para hacerme saber que Lady... estaría sola a las siete, y si me permitiese pasar la velada con ella, infaliblemente vería verificado todo lo que le he explicado.
Ceno en casa del señor C...r en Wigmore Street, en este vecindario, donde estaré hasta las siete, con la esperanza de que me hagáis pasar por esta prueba.
Si a esa hora no he recibido noticias, deberé concluir que tenéis mejores planes, y yo alquilaré un pobre caballo y me dirigiré con tristeza a la función. Maldito sea el mundo, yo no conozco nada más que el pesar, excepto por una sola cosa, que os amo (quizá tontamente, pero) con toda sinceridad,

L. Sterne






Laurence Sterne (Irlanda, 1713 – Londres, 1768) fue un escritor, párroco y humorista inglés. Empézó en el mundo de la literatura a edad muy tardía (40 años) pero con una sorprendente originalidad, al publicarse en 1760 el primer volumen de su inacabada "Vida y opiniones del caballero Tristram Shandy", obra magna profundamente intrincada, ingeniosa e innovadora.


Fuente: "Los grandes hombres también hablan de amor", de Ursula Doyle. Emecé Editores, 2010.

0 comentarios: